Los mexicanos votan este domingo en unas elecciones que podrían suponer un giro radical en la manera de hacer política en un país sacudido por la violencia y los escándalos de corrupción.
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El favorito, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que si gana, su victoria supondrá una transformación tan profunda y radical como la independencia o la revolución, pero sin derramamiento de sangre. En tanto, sus rivales lo acusan de ser populista y querer regresar a las políticas proteccionistas, razón por la que incluso las grandes empresas desconfían.
Un total de 89 millones de mexicanos están llamados a las urnas en las elecciones más grandes en la historia de México, porque además de presidente se elige al jefe de gobierno de la capital y ocho gobernadores, se renuevan la Cámara de Diputados y el Senado y se vota por miles de cargos locales.
Pero por encima de ideologías y de partidos políticos -se han multiplicado los disidentes en todos los grupos y las coaliciones contra natura- los comicios se han convertido en una suerte de referendo popular sobre la corrupción de funcionarios que han desviado recursos del Estado y sobre la violencia, que mantiene su goteo diario de muertos.
Este fin de semana, entre otros homicidios, se destacó el asesinato por motivos todavía desconocidos de un periodista del estado de Quintana Roo, José Guadalupe Chan, que trabajaba para varios medios locales.
Además, el sábado, en plena jornada de reflexión, hubo varias denuncias de intentos de compra y coacción al voto o robo o quema de boletas en algunos municipios del país.
Por eso la palabra más repetida por todos ha sido “cambio” y la previsión es que se supere el 62% de la participación registrada en 2012. Un ejemplo es que casi 100.000 mexicanos en el extranjero, la mayoría en Estados Unidos, mandaron ya su voto, más del doble que en 2012.
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«Nadie ha ganado aún pero (el presidente) Enrique Peña Nieto ya puede contarse entre los derrotados», escribió el domingo el diario Reforma.
Para López Obrador, de 64 años, este es el tercer intento de llegar a la presidencia. Lo hace al frente de la coalición “Juntos haremos historia”, liderada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y para muchos es la culminación de 12 años de campaña electoral en los que ha recorrido todo el país, arremetido insistentemente contra lo que considera “la mafia del poder” que ha gobernado México y se ha erigido como el candidato que trabajará a favor de los pobres.
“Hoy la gente va a decidir entre más de lo mismo o un cambio verdadero”, dijo López Obrador a periodistas mientras aguardaba para votar.
Frente a él el conservador Ricardo Anaya, que encabeza una singular coalición entre el derechista Partido Acción Nacional (PAN) y su otrora rival Partido de Revolución Democrática (PRD, de izquierda), ha intentado atraer el voto de los jóvenes y de todos aquellos que temen un giro populista.
Por su parte, el oficialista José Antonio Meade ha tenido que luchar contra el descontento que suscitado la administración de Peña Nieto y confía en que la gran maquinaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con más de cinco millones de afiliados, pueda evitar que el otrora partido hegemónico logre el que podría ser peor resultado de su historia.
El cuarto en la contienda es el independiente Jaime Rodríguez, que con una intención de voto de solo 3% previsiblemente quedará como la nota exótica de la campaña por su hablar coloquial y sus propuestas, como cortar las manos a los que roben.
Miles de efectivos de seguridad estatales y federales y más de 30.000 observadores de México y el extranjero -además de los puestos por los partidos- se han desplegado para garantizar que la votación se desarrolle con tranquilidad.
Para evitar crispar los ánimos, el Instituto Nacional Electoral ha pedido a candidatos y partidos actuar con responsabilidad desde el cierre de las casillas previsto para las 6 de la tarde (2300 GMT) y no pronunciarse sobre eventuales victorias hasta que se ofrezcan los primeros resultados oficiales, en torno de las 11 de la noche (0400 GMT).