«Ni llegó en Navidad ni va a llegar en Año Nuevo», se quejaba Miriam durante una protesta en Caracas por la falta del tradicional pernil de cerdo en las cenas de diciembre de los venezolanos, asfixiados por la escasez y la espiral hiperinflacionaria.
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Pequeñas pero múltiples manifestaciones se han registrado en la última semana en zonas populares de Caracas y otras ciudades, una chispa encendida porque muchas comunidades no recibieron los perniles que el gobierno prometió a través de un programa de venta de alimentos a precios subsidiados.
Tenemos cuatro meses sin recibir las cajas de los CLAP y lo del pernil es un engaño», declaró a la AFP Miriam Brito
«Tenemos cuatro meses sin recibir las cajas de los CLAP (alimentos distribuidos por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción) y lo del pernil es un engaño», declaró a la AFP Miriam Brito, de 40 años y madre de una niña de 7.
Un centenar de vecinos bloqueaba con cuerdas, viejos neumáticos y escombros una avenida en una barriada del centro de la capital. «Queremos la caja y el pernil», se leía en un cartel de cartón que llevaba otra manifestante.
Junto a la hallaca, un tamal de maíz relleno con carne de res, pollo, aceitunas y uvas pasas, el pernil es el plato estrella de las comidas navideñas en Venezuela.
El ingreso mínimo de los venezolanos (salario más bono de alimentación) suma unos 450 mil bolívares (135 dólares a la tasa oficial y 4,5 dólares a la del mercado negro), lo que cuesta en la calle kilo y medio de carne de puerco.
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Ello la hace inalcanzable para personas como Miriam, cajera en una pizzería cuyo sueldo apenas supera el piso legal. Sin embargo, los CLAP comercializan el kilo a precios 30 veces menores.
«Nadie cree esos cuentos»
Si bien la ausencia del pernil ha sido el principal detonante de las últimas protestas en el país con las mayores reservas petroleras del mundo, las manifestaciones encuentran otros motivos en fallas en servicios básicos como agua y luz.
Así se propagan de polo a polo, desde la insular Porlamar en el norte hasta Ciudad Bolívar en el sur y desde Maracaibo, Barinas y Guanare en el oeste hasta Barcelona en el este, entre otras localidades.
Compramos todo el pernil que había en Venezuela, todo, y teníamos que importar (…), pero nos persiguieron las cuentas bancarias y dos barcos gigantes que venían», dijo Maduro
El presidente Nicolás Maduro admitió problemas con la distribución de los perniles prometidos, pero las atribuyó a un sabotaje internacional a importaciones hechas desde Portugal.
«¿Qué pasó con el pernil? Nos sabotearon. Puedo decirlo de un país: Portugal (…). Compramos todo el pernil que había en Venezuela, todo, y teníamos que importar (…), pero nos persiguieron las cuentas bancarias y dos barcos gigantes que venían», dijo Maduro el miércoles en cadena de radio y televisión.
Jesús Castellanos vive en el mismo barrio que Miriam y protestaba este jueves. «Prometió por televisión que iban a venir los perniles y ahora está echando el cuento de Portugal (…). La gente ya no le cree esos cuentos, ¡el pueblo no vive de puras mentiras!», dijo este zapatero de 64 años.
Allí, relataron manifestantes, llegaron perniles insuficientes para satisfacer a las 300 familias de la comunidad, y fueron entregados en una rifa. «Es una burla», se lamentó Miriam.
El dirigente oficialista Freddy Bernal, encargado de dirigir los CLAP, dijo este jueves que 15 toneladas adicionales estarían bloqueadas en la frontera con Colombia.
«Poder de fuego»
Estados Unidos impuso sanciones financieras contra Venezuela, prohibiendo a sus ciudadanos y empresas negociar nueva deuda del gobierno y su estatal petrolera PDVSA, fuente de 96% de las divisas que entran al país. Maduro y sus aliados denuncian que ello obstaculiza las importaciones.
El gobernante socialista, que en 2018 aspirará a la reelección, enfrentó entre abril y julio pasado multitudinarias manifestaciones opositoras que exigían su salida del poder y que dejaron unos 125 muertos.
Ante la eventualidad de que vuelvan las protestas masivas, Maduro pidió este jueves a la Fuerza Armada estar preparada «con todo su poder de fuego» para impedir el «resurgir» de lo que calificó como «grupos violentos».
Efectivos de la Policía Nacional, con equipos antimotines, disolvían mientras tanto la protesta en la que participaba Miriam, aunque la acción no pasó de algunos empujones.
Retrocediendo ante los agentes con sus escudos, los manifestantes prometían a gritos volver a las calles.