Las grandes multinacionales del sector agroalimentario están fusionándose a todos los niveles y pretenden controlar las cadenas de alimentación de principio a fin usando la inteligencia de datos, según un nuevo estudio.
El panel internacional de expertos en sistemas alimentarios sostenibles (Ipes-Food) presentó este viernes en Roma un informe en el que asegura que los principales grupos agroquímicos y alimentarios son «demasiado grandes» para asegurar una buena alimentación.
El especialista de ese grupo Pat Mooney señaló que las grandes empresas «están haciendo muy poco» por lograr un sistema diversificado y sostenible que pueda resistir al impacto del cambio climático.
Según el estudio, sus recursos en innovación los están pasando a dedicar a inversiones menos arriesgadas como la protección de patentes y la creación de barreras de entrada al mercado.
Money puso de ejemplo a las mayores empresas para el mejoramiento de plantas, que «destinan el 45% de su investigación a un solo cultivo, el maíz, mientras que los agricultores están trabajando con 7.000 especies diferentes».
A su juicio, lo que realmente interesa a las principales multinacionales del sector es controlar los sistemas alimentarios, en parte debido a la inseguridad del mercado, los cambios en la demanda de los consumidores y la influencia de los macrodatos.
Ya lo están haciendo desde el inicio de la cadena, con el estudio de los genomas, hasta su final, con la gestión masiva de información que permita incidir en el consumo, razón «última» que explica la reciente compra de los supermercados Whole foods por Amazon, dijo Mooney en la presentación.
Los movimientos se dan a lo largo y ancho de toda la cadena. Actualmente los gigantes Syngenta (Suiza), Basf (Alemania), DuPont (Estados Unidos), Monsanto (EEUU) y Dow (EEUU) abarcan el 60% del mercado global de semillas y el 75% del de pesticidas.
Desde 2015 se han anunciado planes para la unión de Dow y DuPont por 130.000 millones de dólares, la compra de Monsanto por la alemana Bayer valorada en 66.000 millones, la adquisición de Syngenta por ChemChina (43.000 millones) y la futura fusión de esta última con Sinochem.
Si todo eso sale adelante con el visto bueno de las autoridades reguladoras, se calcula que el 70% de la industria agroquímica quedará en manos de solo tres compañías.
Mooney destacó la ausencia en esas megafusiones de Basf, que está aliándose con la gran empresa de maquinaria agrícola John Deere y otros actores mientras desarrolla tecnologías para recabar y analizar al detalle información del mercado, el tiempo meteorológico y las condiciones de los recursos naturales.
El experto llamó la atención sobre la «enorme» cantidad de datos que vienen recogiendo durante años las principales compañías de otro mercado sumamente concentrado como el de la maquinaria, logrando colocarse «en el centro de la producción» al estar capacitadas para recomendar las «mejores» soluciones a los agricultores en todo momento.
Esa influencia puede marcar la actividad de otras multinacionales en el campo de las semillas, los pesticidas o los fertilizantes, sostuvo Mooney, para quien la tecnología de la información se está consolidando como «el factor de cambio más poderoso».
Ante ese panorama y el «secretismo» que rodea a la industria, «probablemente ahora los gobiernos conozcan menos los sistemas alimentarios» que hace dos décadas, afirmó.
El grupo de expertos pide en el estudio a los países que investiguen a las multinacionales en su conjunto y elaboren un tratado en el marco de la ONU sobre las políticas de competencia, ante el riesgo de que las megafusiones queden bajo el control de los pocos países donde tienen su sede las compañías.
Remarca que la concentración empresarial está teniendo serios efectos en la seguridad alimentaria y el medioambiente a nivel global, y agrava los actuales desequilibrios de poder, a favor de un «puñado» de proveedores y vendedores frente a los pequeños productores.