Rolando Jiménez (57), histórico vocero del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) tuvo un pasado combatiente: quiso participar de las guerrillas sandinistas en Nicaragua en 1983 y para eso viajó a Perú a «dedo» pero al enterarse que en Chile se estaban organizando las primeras marchas en contra de la Dictadura de Augusto Pinochet, volvió a Santiago donde recibió instrucción de combate. Aseguró que disparó un arma contra Carabineros, que hizo bombas artesanales y que le hubiese encantado participar del atentado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en contra del Jefe de Estado de ese momento. En un nuevo aniversario del Golpe de Estado, recuerda con Publimetro sus años como subversivo.
– ¿Por qué decidió unirse a las guerrillas sandinistas de Nicaragua?
– Hubo una noticia que se publicó en la prensa de acá que el alcalde comunista peruano de Arequipa estaba formando una brigada internacional de combatientes para apoyar esa guerrilla allá en Nicaragua, que buscaban derrocar a Anastasio Somoza. En Chile, en ese momento yo no sabía que hubiese alguna formación militar para derrocar a nuestro propio dictador. Me fui «a dedo» hasta Arequipa y cuando llegué allá, fui a la oficina del alcalde pero me di cuenta que el aviso era más demagógico que otra cosa. Entonces me fui hasta Lima donde me presenté a la sede del Partido Comunista (PC) donde dije que quería ir hasta Nicaragua. Pero no había mucha disposición ni facilidades para llegar allá. Estaba en eso cuando estalló las movilizaciones del Cobre en Chuquicamata y las primeras marchas contra Pinochet. Me di cuenta que había comenzado la lucha armada en Chile, volví a dedo para participar de la segunda protesta masiva de ese año. Ahí me incorporé a la «Jota» inmediatamente.
– ¿Usted manifiesta sus ganas de participar en la «lucha armada» contra Pinochet?
– Yo no participé de ella. A ver, al llegar acá pasaron unos meses y me uní a la Unidad de Combate de la «Jota» (una de las predecesoras del FPMR). Yo estuve motivado por dar una lucha más frontal contra la Dictadura, por eso me uní. Estuve metido poco tiempo, algo así como ocho o doce meses. Tuvimos participación en la zona de La Pincoya. Ahí recibimos algunos entrenamientos básicos, aprendimos a manejar unos explosivos caseros, por ejemplo, bombas con nitrato de amonio, aluminio y no me acuerdo qué otros elementos. Yo recibí instrucción en cuatro o cinco sesiones y en un par de ocasiones utilizamos algunos artefactos como bombas de ruido para detonar durante las protestas que se sucedían casi todos los meses en esa época.
– ¿Y cuál fue el momento más riesgoso que vivió en su etapa subversiva?
– En la unidad combate detonamos algunas bombas en algunas acciones de carácter político militar, pero eso fue todo. Después me pusieron en las dirigencias públicas.
– ¿Ser homosexual definió que el PC lo cambiara de una posición combativa a una más pública, como la que cuenta usted?
– No. Simplemente el Partido detectó que yo tenía cierto liderazgo público así que me dediqué a fundar centros sociales (el Centro Pablo Neruda, por ejemplo), a realizar ollas comunes y a generar conciencia de lucha.
– ¿Sufrió algún tipo de persecución por ser combatiente?
– No, pero fui torturado. Cuando se decretó el Estado de Sitio el 1986 me detuvieron en el contexto de una manifestación y me torturaron en la 27 Comisaría de Lo Barnechea. Me aplicaron corriente, golpes de puño y pie en otra detención, cuando nos tomamos la Unicef por el derecho a la recreación. Los adultos con los niños fuimos llevados hasta dependencias de la CNI y ahí viví situaciones de torturas por un par de horas.
– ¿Pudo reconocer o ha reconocido a los autores de las torturas?
– No. Le vi los rostros, pero si los viera ahora, no podría recordarlos. Quizás de uno de ellos podría reconocerlo, pero no, no con el tiempo.
– Respecto al uso de armas, ¿tuvo la oportunidad de manejar una de fuego?
– Me tocó portar armamento y recuerdo que en una ocasión participé en un enfrentamiento con Carabineros en La Pincoya. Ahí hice uso de un arma de fuego contra ello. Era un revolver de calibre 22, una pistola pequeña.
– ¿Hirió o mató a alguien con esos disparos?
– No, fue únicamente para que se retiraran los funcionarios de Carabineros que estaban reprimiendo a la población
– ¿Cómo consiguió el arma? ¿Se la entregó el Partido?
– No, fue a través de familiares.
– ¿Por qué justificaba los enfrentamientos armados?
– Sí, era una respuesta racional y éticamente válida ante un régimen que torturaba, asesinaba y hacía desaparecer a las personas. Se eliminaban todos los derechos que en democracia pueden tener los ciudadanos. Ante la violencia del Estado era legítimo y es legítimo hacerlo. Incluso lo señalan algunas doctrinas religiosas, el derecho a la rebelión de un pueblo contra una dictadura feroz como la que vivíamos con Pinochet. Si yo hubiese sido invitado a participar del atentado contra él, habría sido un honor porque conocía lo horroroso de las violaciones a los Derechos Humanos. Entonces la medida de ajusticiar a un Dictador me parecía razonable, sostenible.
– No fue parte del FPMR pero igual conoció a dos miembros importantes, Juan Moreno y Jorge Mario Angulo, ambos protagonistas del atetando contra Pinochet el 7 de septiembre de 1986. ¿Qué recuerdos tiene de ellos?
– Ellos eran dos chicos que entraron a militar cuando yo salí de la Unidad de Combate, porque en la «Jota» decidieron que era mejor que yo fuera dirigente público. En ese contexto fue que la Unidad de Combate decide reclutar a ‘Juanito’ y a Jorge. Bien, los conocí, pero yo nunca fui parte del FPMR.
– ¿No cree que en el caso de que se hubiese conseguido el asesinato de Augusto Pinochet, él podría se hubiese convertido en un mártir?
– Hablar de lo que no pasó es hacer ciencia ficción, pero yo creo que las ansias del poder de cada una de las ramas de las Fuerzas Armadas podrían haber quebrado el Régimen sin Pinochet a la cabeza. Podría haberse abierto una posibilidad de una transición abierta a la democracia, y no una como la que tuvimos.
Según la investigación de Juan Cristóbal Peña «Los Fusileros», Juan Moreno (conocido en el FPMR con el alias de “Sacha”) y habría sido uno de los participantes del atentado a Pinochet en el Cajón del Maipo. Sin embargo, antes de unirse al brazo armado del PC, el joven no tenía mucho interés político hasta que conoció a Cristina, una dirigente del PC de la población La Pincoya. En esos días, ella era muy amiga de Rolando Jiménez. Peña dice que la relación cercana entre ellos dos incluso habría provocado «celos» en ‘Juanito’, porque él no sabía que Jiménez era homosexual. Con los años, ese episodio terminó convirtiéndose en una anécdota y hasta se habría establecido una relación de amistad entre el vocero del Movilh y el fusilero.
– ¿Ha visto a alguno de «los fusileros»?
-A ‘Juanito’. A él lo vi hace poco, está muy bien con su familia. Yo estaba muy preocupado por él, porque no sabía nada.
– ¿Y lo vio aquí en Chile o fuera del país?
– Fuera de Chile
– ¿Tiene ganas de volver?
– No lo sé. Yo creo que la izquierda chilena y particularmente el PC tiene una deuda con muchos combatientes que quedaron abandonados a su suerte, después de haber dado sus vidas por las luchas armadas. Creo que hay una deuda con ellos que arriesgaron sus vidas, su familia. Hay que pensar que muchos rompieron sus relaciones de pareja.
– ¿Qué opina de los desmanes que se realizan actualmente cada 11 de septiembre, donde se ven niños participando de ellas o incluso se conocen de casos de saqueos a supermercados?
– En Chile vivimos una democracia de baja densidad, que tiene deudas pendientes con su propio gente, tenemos casi la misma Constitución de Pinochet y yo comparto muchas de las reivindicaciones que se piden el 11 de septiembre, pero aunque sea una democracia de baja densidad, la violencia política no tiene justificación.