El spinner es el juguete del momento. Aunque fue creado hace dos décadas, sólo hace algunas semanas se convirtió en superventas en Estados Unidos, con decenas de millones de unidades vendidas.
Su éxito rápidamente llegó a Chile, con quiebres de stock incluidos y con precios que oscilan entre los $1.500 y $8.000, todos los niños quieren tener uno, lo que ya ha generado algunas controversias y también problemas en los colegios.
Su formato más popular, el Fidget Spinner, es una pieza de plástico en forma de trébol, que cabe en la palma de una mano. Gracias a un rodamiento central y contrapeso en sus brazos, puede girar durante minutos a toda velocidad.
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El coordinador académico de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Felipe Vergara, explica que parte de su fama se debe «primero, es un fenómeno de consumismo. Está presente en Youtube, nuestros niños están en las redes sociales, los compañeros lo utilizan, etc. No es un fenómeno nuevo. Antes fueros los tazos, los yo-yo, los beyblade, infinidad de juguetes de moda».
«Hoy los juguetes están siendo cada vez más minimalistas, en términos de que no hacen grandes cosas, pero cumplen un rol de suplir la necesidad de estar respondiendo constantemente a múltiples estímulos y de entretener. Vivimos en una sociedad bombardeada de estímulos, donde parece que los estímulos de la sala de clase o de estar haciendo una sola cosa a la vez ya no es suficiente y hay que mantener la mente ocupada en otra cosa, lo cual me parece que es un fenómeno que se ha ampliado con las nuevas tecnologías. Esto es; estoy hablando contigo, pero a la vez estoy mirando el celular; estoy con la familia, pero igual estoy pendiente de lo que pasa en el trabajo. Necesitamos estar constantemente llenándonos de estímulos”, dice el especialista.
Pero quienes promocionan su venta, aseguran que el spinner sirve para aliviar el estrés y calmar la ansiedad de niños con hiperactividad e incluso con autismo. “Podría llegar a cumplir ese fin, en la medida que para la persona sea simbolizado como un elemento que permita tomar conciencia de la ansiedad y canalizarla a través de este elemento externo, como lo han sido las pelotitas antiestrés, que antes uno apretaba para manejar la ansiedad, o como lo fueron las pulseras de goma u otros elementos que han servido para mantener las manos ocupadas mientras se está haciendo otro tipo de cosas. La verdad es que no hay ningún estudio serio que pruebe una implicancia significativa en la reducción de la ansiedad”, precisa el profesional.
“En sí, el spinner no es bueno ni malo. Puede servir a la entretención, a desarrollar un proceso de atención, dependiendo del uso que se le dé, pero en el contexto de la sala de clases ha sido repudiado por los colegios, con justa razón, considerando que se está poniendo la atención, como proceso psicológico, en este elemento y se pierde parte de la conciencia que se debiera estar en lo que ocurre en el aula”, comenta el psicólogo.
En este sentido, Vergara aclara que cualquier elemento podría cumplir ese objetivo. “Podría ser mover el lápiz de cierta manera, o mover el pie aceleradamente cuando estamos nerviosos, que eso también calma la ansiedad. El spinner en sí mismo no tiene ningún elemento curativo”, puntualiza.
Sin embargo, tampoco es un juguete que sea particularmente nocivo. “Tanto padres como apoderados y docentes, deben mantener delimitado el espacio de uso. Es como el uso de la música para el estudio. Hay niños que funcionan perfecto estudiando con música, otro niños no. Entonces eso es importante de observar. Si mi hijo está utilizando eso como un elemento distractor y de procastinación del estudio, probablemente sea importante acotar a otra instancia el uso del spinner”, apunta el docente de Psicología de la U. del Pacífico.
Este es el único motivo para usar un fidget spinner…https://t.co/FZWrK0Qjpf
— Herr Eisenheim 🇺🇸🤘♠️ (@MrHarleyx) May 28, 2017
Spinner en el colegio
El hecho de que el spinner sea pequeño y silencioso ha ayudado a que se masifique rápidamente al interior de las salas de clases, donde muchas veces se ha transformado en un factor de distracción. Sin embargo, el psicólogo Felipe Vergara plantea que no se trata de demonizar el spinner, sino de entender que cada cosa tiene su tiempo y lugar.
“Aunque sea la moda de hoy, los docentes, profesores e instituciones deben tener instancias que puedan servir para delimitar ese espacio. No castigar su uso, sino más bien delimitar el uso a los recreos, al ámbito fuera de la sala de clases y no en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de modo que los niños puedan sumarse a lo que está pasando en el aula”, indica.
En ese sentido, los niños tienen que aprender que no todos los momentos tienen que ser de recreación. Hay momentos que tienen que ser de aprendizaje, que pueden ser entretenidos, pero que no son de recreación y eso es parte de la vida. “No podemos dejar que el ámbito de la sala de clases se convierta en un espacio en donde estoy aburrido y tengo que tener un elemento externo para volver a entretenerme. Es precisamente del aburrimiento que surge la necesidad inventiva del ser humano. Por otro lado, el problema reside en otro ámbito: en las metodologías de aprendizaje que estamos desarrollando, en las formas que abordamos el involucramiento del estudiante en ese proceso”, advierte el especialista.
En lo que compete a los padres, no se trata de prohibir el juguete que está de moda y que todos tienen. “Hay un factor identitario puesto ahí. Es un punto en común para compartir con otros estudiantes, con los cuales en otras circunstancias no compartiría. Genera esto de participar en comunidad en torno a un fenómeno”, menciona.
No obstante, tampoco se trata de darle al niño todo lo que pide. En ese sentido, Vergara afirma que debemos enseñarles a los niños a ganarse lo que necesitan y a tomar decisiones, que finalmente es de lo que se trata el proceso de escolarización. “Si la lógica de consumo está diciendo ‘consuma este producto’, que el niño le tome el valor a, tal vez, haber ganado ese dinero para comprar un spinner y darse cuenta en realidad de en qué está invirtiendo, si realmente le va a servir o no. Ahí además estamos reforzando la toma de decisiones, la capacidad de sopesar el costo y el valor que tiene ganarse las cosas”, concluye el docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
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