El primer «no te puedes casar» que le dijeron a Luna no la detuvo. Ni el segundo ni el tercero. Ella sabía que tenía el derecho constitucional a contraer matrimonio en Bolivia con el que ya es su marido, porque en sus documentos personales figura «mujer» como género y no el sexo masculino con el que nació.
Luna obtuvo formalmente su nombre en todos sus documentos como mujer hace unos meses. De hecho fue una de las tres primeras personas transexuales que lo logró en Bolivia con un nuevo trámite.
El procedimiento administrativo, que permite la Ley de Identidad Género aprobada el pasado 21 de mayo, es rápido: sólo el hecho de reconocerse como mujer o como hombre, aunque no se tenga el aspecto de tal, da el derecho de cambiarse el nombre, el sexo y la imagen.
Y una vez que añadió «mujer» en su carné, Luna empezó a investigar; ya vivía con su novio y llevaban tiempo pensando en casarse, aunque fuese de forma simbólica y sin documentos oficiales.
«Después de que se aprobó la ley todavía no estaba tan segura de que podía casarme, pero sin embargo, estudié muy a fondo la ley y no vi ningún tipo de impedimento», relata Luna en entrevista con Efe.
En la Constitución tampoco hay impedimentos, como sí los hay para el matrimonio homosexual que no está permitido en el país.
Luna era mujer y tenía todo el derecho constitucional a casarse con un hombre.
«Fui al Servicio de Registro Civil (Sereci) a sacar mi certificado de soltería y el funcionario que me atendió me dijo que no me puedo casar porque no soy una mujer biológica, sino una mujer transexual». La situación se repitió con el jefe del funcionario, y con el jefe del jefe y con el jefe del jefe del jefe, relató.
Nadie, ni el director departamental de esa entidad, sabía cómo afrontar esta situación, por lo que a Luna sólo le llegaban negativas y el día de la celebración de su boda se acercaba.
Fue el director nacional del Sereci, José Pardo, el que le dio la solución: «él de muy buena manera me dijo que sí podía casarme, que muchos funcionarios públicos todavía no entienden bien la ley y que no entienden el proceso que está viviendo Bolivia, Latinoamérica y el mundo».
El certificado de soltería, el documento que necesitaba del Sereci, le fue entregado el 15 de diciembre, un día antes del que había convocado a amigos y familiares para su boda.
La ley marca que cualquier matrimonio tiene que presentar un edicto público diez días antes de la ceremonia para que la unión sea legal.
El 16 de diciembre fue su fiesta grande con amigos, y tuvieron que esperar al 30 de diciembre para la ceremonia familiar con la funcionaria del registro civil, que por fin les casó.
Ahora ha decidido hacerlo público y mostrar que ha allanado el camino para las personas transexuales que quieran casarse. «Queremos ser un ejemplo de lucha para muchas parejas que quieren llegar a eso y formar una familia», dice.
A sus 26 años, estudiante universitaria de Comunicación Social, trabaja vendiendo muebles de peluquería y está a punto de tener su propio salón de belleza. Y es feliz porque tiene su familia.
Dice que el suyo es «el primer y único matrimonio (de este tipo) en la historia del país», pero asegura que le ha contactado mucha gente apoyándola y queriendo seguir su ejemplo.
Ella comenzó su proceso de transición sexual con 19 años y sólo este año ha visto que su nombre, identidad e imagen, finalmente, son legales y válidos, y siente que tiene «todos los derechos inherentes de cualquier mujer boliviana».
La ley establece esos principios, pero no da una solución a otros problemas como sufragar los costes de los tratamientos médicos de reemplazo hormonal o cambio de sexo.
Tampoco habla de la necesidad de profesionales especializados en identidad de género, de lugares donde puedan recibir un tratamiento adecuado o, como demanda Luna, no se alude a medidas laborales no discriminatorias.
«La gente todavía es un poco discriminatoria. Por más que sea de limpieza o de lo que sea, no te dan el trabajo por ser transexual», se queja la joven, que explica que muchas mujeres acaban dedicándose a la prostitución porque no encuentran nada más.
«Deberíamos ser como cualquier ciudadano o ciudadana que quiera encontrar un trabajo, vaya y se lo den», demanda y pone como ejemplo de medida el que se establezcan cuotas en el sector estatal para el colectivo transexual y transgénero.
«Que el Estado se haga cargo de que las mujeres transexuales ingresen a trabajos en oficinas públicas. No digo que quiero que sean ministras o diputadas, sino que de lo más básico, que empiecen a trabajar para el Estado, para que tengan un trabajo digno», dijo.
Luna reivindicó sus derechos y consiguió casarse. Pero la lucha, como enfatiza, tiene muchas conquistas pendientes.