El Gobierno británico rehusó vetar la futura visita de Estado del presidente de EEUU, Donald Trump, durante el debate en el Parlamento de una petición ciudadana con más de 1,8 millones de firmas que aspiraba a evitar que el mandatario sea recibido por la reina Isabel II.
Mientras miles de manifestantes protestaron ante Westminster contra Trump, los diputados analizaban en una sesión sin votaciones, la invitación que la primera ministra, Theresa May, extendió al líder estadounidense cuando ambos se reunieron en la Casa Blanca el mes pasado.
El viceministro de Exteriores, Alan Duncan, que ejerció de portavoz del Ejecutivo, argumentó que la relación entre Londres y Washington «trasciende a los partidos políticos y es más importante que las personalidades individuales».
Por ese motivo, respaldó una visita, todavía sin fecha, con la que el Gobierno espera mejorar la «seguridad y prosperidad» de ambos países y en la que May y Trump abordarán «las muchas áreas de interés» que comparten sus respectivas administraciones.
«La visita debe producirse y se producirá», zanjó Duncan al término del debate.
La oposición a la visita de Trump
Desde la oposición, el diputado Paul Flynn argumentó que recibir a Trump con honores de Estado se interpretará como un apoyo tácito a sus políticas, y criticó que la primera ministra haya puesto a la soberana británica ante la «difícil posición» de recibir al mandatario.
La parlamentaria del Partido Verde Caroline Lucas también se mostró contraria a la visita, «no solo por el racismo y la misoginia» de Trump, sino también «por su desprecio a la ciencia básica sobre el cambio climático».
En la misma línea, Alex Salmond, del Partido Nacionalista Escocés (SNP), consideró que la invitación a Trump responde a la «desesperación» del Gobierno por alcanzar un acuerdo comercial con Estados Unidos ante la futura salida del reino Unido de la Unión Europea.
La posible visita
Una segunda petición a través de internet, que reunió 311.000 firmas, apoyaba en cambio seguir adelante con la visita de Estado prevista.
El Reino Unido celebra con solemnidad y boato esas ocasiones, en las que el mandatario extranjero se suele alojar en el palacio de Buckingham o el castillo de Windsor, residencias de Isabel II, y ofrece habitualmente un discurso ante el Parlamento.
El anterior presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tardó 758 días en recibir una invitación semejante, y su antecesor, George Bush, 978 días, mientras que Trump fue invitado por May siete días después de su investidura.
La polémica que ha levantado en el Reino Unido la futura visita del estadounidense se agravó cuando el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, expresó hace dos semanas su oposición a que el mandatario republicano hable en el palacio de Westminster.
Dirigirse a las cámaras británicas «no es un derecho automático, sino un honor que debe ganarse», dijo Bercow, que subrayó su «oposición al racismo y al sexismo», así como la importancia de la «igualdad ante la ley y la independencia judicial»