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Se duplicaron los “femicidios vinculados” en Argentina

La sociedad argentina sufre una escalada de violencia escalofriante. En un  país donde se produce un femicidio cada 30 horas, los hechos ocurridos en la llamada «masacre de Hurligham», dan cuenta de que el ataque muchas veces no va dirigido únicamente  a la víctima directa, sino también a su entorno, en lo que se denomina «femicidio vinculado» y, según estadísticas cedidas al diario argentino Clarín, la Casa del Encuentro, una  ONG dedicada a visibilizar y denunciar la violencia de género, en los últimos años se duplicaron las víctimas fatales.

«Decimos femicidio vinculado cuando el femicida, además de asesinar a su víctima directa, ataca a parte de su entorno afectivo o a quienes hayan quedado en la línea de fuego, o cuando ese agresor, para causarle un daño irreparable a su víctima directa, asesina a algún ser querido, como ha ocurrido con hijos e hijas», define Ada Rico, presidenta de La Casa del Encuentro.

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Diego Loscalzo disparó primero contra su pareja, Romina Maguna y, una vez cometido el femicidio, asesinó también a su cuñada, su cuñado, su suegra, su concuñado y, al dispararle a su concuñada embarazada, terminó con la vida de un bebé por nacer.

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Durante la madrugada del sábado, en Florencio Varela, cuatro amigas adolescentes fueron baleadas en plena calle. Dos de ellas murieron y las otras dos permanecen internadas. Luis Esteban Weiman, de 36 años, fue detenido por ser el principal sospechoso de los asesinatos. Según la familia de Denise Juárez, una de las víctimas fatales de Florencio Varela, Weiman acosaba a la chica, de 15 años, desde hace unos tres meses.

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En 2008, hubo 23 personas asesinadas -entre adultos y niños-, víctimas de femicidios vinculados. El año pasado, hubo 55 femicidios vinculados. La cifra de 2016, más que tratarse de un fenómeno aislado, da cuenta de una lamentable realidad: en 2015 hubo 52 asesinatos en ese marco, y tanto en 2014 como en 2013 se perdieron 50 vidas.

«En algunos casos, los agresores buscan a las víctimas cuando están acompañadas por sus hijos u otros familiares, y el victimario suele asumir que ese entorno toma partido por la víctima porque son los que intentan protegerla; a la vez, suelen eliminar a ese entorno para no dejar testigos», describe a Clarín Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer, y agrega:

«Estos agresores se caracterizan por estar cegados por la bronca, porque sienten que una mujer que no responde a sus reclamos los traiciona, aunque esto no sea así, y entonces actúan con toda la violencia posible. Cuando matan a un hijo es para lastimar a su víctima y también para mostrar que están decididos a todo».

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