El 27 de febrero de 2010, Luis Catalán, enfrentó una de las catástrofes más grandes que devastara a la ciudad de Constitución. Esa madrugada el terremoto y posterior tsunami, le arrebató la casa y panadería que su familia habían edificado con tanto esfuerzo. Este miércoles, seis años más tarde, contó a Publimetro que el destino nuevamente le jugó una mala pasada: los incendios forestales, en el sector de El Gullín y villa Santa Olga, lugar en el que actualmente vive junto a su familia, le arrebató su casa, un pequeño aserradero y la nueva panadería familiar «Cornelio», que construyó su yerno tras el tsunami.
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«Es de no creerlo. Primero el tsunami, luego el incendio. Es muy fuerte lo que nos pasó. Somos gente de esfuerzo, que ha luchado por salir adelante. Hoy estamos de brazos cruzados», lamentó Catalán, quien ayer trataba de recuperar lo poco y nada que le quedó en una casita que construyó al lado de su aserradero en el sector El Gullín. «Fue lo único que no se quemó. Pero como yo creí que la iba a perder también, trasladé un refrigerador, una cocina, la tele, a nuestra casa en Santa Olga, que quedó en cenizas», recordó afligido.
Luis Catalán es uno de los más de 2.756 personas damnificadas, según el último balance oficial entregado por el Gobierno, que han dejado estos incendios forestales que han consumido miles de hectáreas en la Región del Maule y Bío Bío. En medio de la devastación, el dolor y el caos inicial, muchos de los vecinos han tenido que dejar de trabajar, acostumbrase a vivir en albergues y vestirse con lo que alcanzaron a rescatar en un bolso, tras ser evacuados la noche del miércoles por personal de carabineros.
«Estamos desesperados. Ni siquiera podemos dormir bien de puro pensar que venga otro incendio. Vivimos en alerta, con miedo. Hace unos días yo estaba en mi casa, que con tanto esfuerzo construimos, y hoy limpio como sea los escombros de lo que quedó. Es algo que no se lo doy a nadie», lamenta Mariela Aravena, quien hace más de 40 años vive junto a su familia en Santa Olga, en Constitución.
Solo en Santa Olga, mil casas fueron consumidas por el fuego la fatídica noche del miércoles. La mañana del jueves, tras amanecerse en los albergues, casi sin esperanzas de recuperar sus enseres, se encontraron con la brutal realidad: toda la villa había sido consumida por las llamas, derrumbando años de esfuerzo y sueños de un mejor futuro.
«Es difícil volver cada día y ver todo destruido. Lo hemos perdido todo, ni siquiera he podido ir a trabajar. Mi esposo se quedó sin trabajo, porque su empresa se quemó entera. No queda más que salir adelante, ahora. No sé como», se desahogó Mariela Aravena.
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«Estamos agotados»
El alcalde de Constitución, Carlos Valenzuela, una de las comunas más afectadas, cifró en 8 mil los damnificados, repartidos en más de 10 localidades rurales.
«Ha sido difícil para Constitución. Aún no nos reponemos del tsunami y ahora nos golpea un incendio. Cambiamos el slogan de una Nueva Ciudad a la Perla del Maule, y se nos viene este desastre. Es como volver a empezar», dijo Valenzuela.
En el caso de Pumanque, la situación no es diferente.»Estamos agotados física y sicológicamente, es una presión salvaje para todo el pueblo. Pero tenemos que salir adelante», aseguró el alcalde Francisco Castro.
Los vecinos de Santa Olga requieren colchones, ropa de goma para trabajos, ropa de cama y ropa para vestir (zapatillas). También requieren agua embotellada, comida no perecible y en particular aquella que no debe ser cocinada, como las latas de atún.