Basta de eufemismos. ¿Por qué las autoridades y los propios gremios cuidan hasta el cansancio lo que ellos entienden por «formas»? ¿Es acaso tan feroz la realidad que no podemos, nosotros los ciudadanos, soportarla? ¿O es a lo mejor porque la élite se termina juzgando a ella misma, entonces las palabras se miden, se cuidan, se vigilan?
El ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, señaló que era «una sinvergüenzura». El ex Presidente Ricardo Lagos habló de que es una «falta de respeto» a los chilenos. La Presidenta Michelle Bachelet señaló que «no es aceptable». Los gremios dijeron que no avalarán «malas prácticas». Eufemismos.
La nueva colusión, esta vez de los pañales, autodenunciada nuevamente por la Cmpc, de la familia que encabeza Eliodoro Matte, significa que al menos entre el 2002 y el 2009, se pusieron de acuerdo con su competencia -Kimberly Clarck- para repartirse el mercado y fijar precios para tener una sobreganancia que se calcula -extraoficialmente- en al menos un 12% del precio.
¿Qué significa esto? En sencillo, que si usted compró pañales entre el 2002 y el 2009 pagó de más, le sacaron plata directamente de su bolsillo. Y si no compró pañales, pagó de más por el costo de la vida que se incrementa con las alzas de los precios. Nos metieron la mano al bolsillo, nos robaron.
Entonces, ministro Céspedes: no es una sinvergüenzura, es un robo. Ex Presidente Ricardo Lagos: no es una falta de respeto, es un robo. Presidentes de los gremios empresariales: no es una mala práctica, es un delito. No es una «figura económica», estos coludidos son unos ladrones.
Concuerdo ampliamente con el periódico The Clinic cuando habla del «portonazo» a miles de chilenos con los sucesivos casos de colusión. Tienen toda la razón, nos están robando. El tema es que a los autores de portonazos cuando los detienen los muestran flanqueados por carabineros, esposados y reciben pena de cárcel. A los ladrones que se coluden les abrimos las páginas de los diarios para que «hagan sus descargos», participan en reuniones sociales que son retratadas en las páginas sociales y ni siquiera pasan por afuera de una cárcel.
Hablar de «malas prácticas» es hacerles el juego. Hablar de «falta de respeto» es hacerles el juego. Y, después, nos preguntamos por qué no están presos.
No sólo eso. Como autoridades, como élites, les han permitido a estos mismos ladrones dar cátedra de lo que le conviene al país. Les han permitido decidir si una ley les conviene o no. Les han dejado amenazar si se intenta emparejar la cancha con sus trabajadores. A estos mismos ladrones les permitimos alabar el actual modelo económico. Los dejamos pontificar con la meritocracia. A estos mismos, las autoridades les rinden cuentas.
Y, después, nos preguntamos: ¿por qué no están presos?
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