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A las 5.30, un vigía del acorazado nazi Almirante Graf Spee divisó tres buques británicos en la desembocadura del Río de La Plata. Era la madrugada del 13 de diciembre de 1939, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Hasta la fecha, las flotas beligerantes no se habían enfrentado.
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El comandante del barco alemán, capitán Hans Langsdorff, pese a que tuvo la opción de huir, decidió atacar. Apenas comenzó la guerra, el Almirante Graf Spee recibió la orden de dirigirse a las costas de Sudamérica para atacar la marina mercante del enemigo, evitando a toda costa el enfrentamiento. La idea era dañar la economía y el abastecimiento del Reino Unido.
Y el capitán Langsdorff cumplió a cabalidad las instrucciones, infligiendo duros golpes a los navíos ingleses que transportaban mercancía, sobre todo, al frente de las costas de Brasil.
El Almirante Graf Spee se convirtió en el corsario más temido y la marina británica elevó una alerta por presencia de corsarios en la zona, en diciembre de 1939.
El buque nazi hundía los barcos mercantes, prohibía que emitirán alertas por los ataques y liberaba a las tripulaciones. Un actuar que lo transformó en una pesadilla para la flota inglesa.
Pero el sigilo del acorazado alemán duró hasta el 13 de diciembre de 1939. El almirantazgo inglés había reforzado la vigilancia en Las Malvinas y en la desembocadura del Río de La Plata, ante las arremetidas del corsario alemán. Una estrategia que dio resultado esa mañana hace 77 años.
La primera batalla naval de la II Guerra Mundial
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Eran las 5.30 y vigías del Almirante Graf Spee divisan barcos en la zona. Se piensa, en primera instancia, que se trataba de navíos mercantes y se enfila hacia ellos. Pero las 5.52 se confirma que se trataba de tres naves de guerra inglesas: el crucero pesado HMS Exeter y los cruceros ligeros HMS Ajax y HMS Achilles. Desafiando la órdenes del alto mando, el capitán Langsdorff ordena atacar. Así comenzó la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial, y nada menos que en aguas territoriales uruguayas, al frente del balneario de Punta del Este.
En los primera 30 minutos de combate, el buque nazi provoca grandes daños al Exeter, con tres impactos certeros sobre su casco. Con numerosos daños e importantes bajas, la nave queda fuera de batalla y se retira.
Después fue el turno del Ajax, que también lamentó el impacto de uno de los cañones nazis y perdió buena capacidad de disparo. Ahí el combate se detuvo y el acorazado alemán se dirigió al estuario de Montevideo, pues también había sido castigado por las baterías enemigas. Los cruceros ingleses, en tanto, decidieron permanecer en la zona para evitar que el Almirante Graf Spee escapar, pese a que los tres presentaban daños importantes.
Ante los impactos y varias bajas de su tripulación, la nave nazi atracó en la capital uruguaya. El buque no presentaba problemas estructurales, pero si tenía fallas en sus motores, lo que tardaría varias semanas en repararse.
El engaño y el fin del Almirante Graf Spee
Uruguay era un país neutro, así que el buque nazi tenía un plazo de 72 horas para dejar la ciudad, tiempo en que la inteligencia británica se concentró en hacer creer que la salida del estuario de Montevideo estaba colmado de navíos ingleses esperando al Almirante Graf Spee para acabar con él.
Paralelamente, el alto mando alemán ordenó al capitán Langsdorff romper con el bloqueo y dirigirse a Buenos Aires, donde sería recibido por las autoridades argentinas, quienes repararían la nave.
Langsdorff se convenció que era imposible salir de Montevideo y, para salvar a su tripulación, ordenó el hundimiento del Almirante Graf Spee, para que no cayera en manos enemigas. El 17 de diciembre, más de 20 mil personas presenciaron el gran número de explosione que pusieron fin al buque nazi.
El 20 de diciembre, el capitán Langsdorff, ya en Buenos Aires, se vistió con su uniforme de gala, se cubrió con la bandera de combate de su nave y se disparó en la cabeza.
PUB/AOS