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La Antártida es un continente que circunda el Polo Sur que comprende casi el 10% de la superficie terrestre de la Tierra. Es el lugar más frío, ventoso y seco del mundo : la temperatura media anual es de -50 ° C y 98% de la Antártida está cubierta por el hielo con un promedio de un kilómetro de espesor, entonces, ¿por qué tantas naciones han trazado rebanadas en forma de torta en el mapa de este continente blanco, repartiéndose el vacío de hielo con reivindicaciones territoriales?
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La Antártida no es un país: no tiene gobierno ni población indígena y como tal, no pertenece a ningún país, pero hay siete que aseguran tener soberanía sobre diferentes áreas que, en algunos casos, se superponen entre ellas: Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido. Rusia y Estados Unidos no definen una zona propia, pero aseguran que tienen “fundamentos para reclamar”.
En virtud del ”Tratado Internacional Antártico”, suscrito el 1 de diciembre de 1959 por estos siete estados, junto a Bélgica, Japón, Sudáfrica, Rusia y EEUU, se «congelaron» todas las pretensiones sobre los territorios ubicados al sur de los 60° de latitud sur. Sin embargo, algunos países siguen reclamando sus derechos sobre diferentes zonas de la Antártida.
Este tratado estableció además que “la Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos”, garantizó la libertad de investigación científica y prohibió que se hiciera efectiva ninguna reclamación de soberanía.
Progresivamente se han ido uniendo más países al Tratado, hoy compuesto por veintiocho miembros consultivos con derecho a participar en la toma de decisiones, y otros veinte que asisten a las reuniones como invitados, lo que hacen un total de cuarenta y ocho países miembros.
En 1991 se firmó el llamado Protocolo de Madrid, que entró en vigor en 1998 y prohíbe la explotación minera durante 50 años.
Argentina y Chile
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Argentina y Chile tienen reclamaciones superpuestas en la denominada Antártica Sudamericana, que a su vez representa prácticamente el mismo sector reclamado por el Reino Unido. Argentina reclama el territorio entre la longitud de los 25°0 y los 74°O, Chile lo hace entre los 53°0 y los 90°, lo que comprende la tierra de O´Higgins hasta el fondo del polo sur. Por lo tanto la superposición se identifica entre los 53° O y los 74° O.
“Lo que pasa es que la reclamación territorial sobre la Antártida se tiene que basar fundamentalmente en un correlato con el continente, porque todos llegamos más o menos a la misma altura, los mismos tiempos y descubrimos más o menos las mismas cosas, por lo tanto el reclamo se sustenta en una base territorial desde el continente” ,asegura Jorge Sanz, académico en geopolítica y temas antárticos de la Academia de Guerra del Ejército de Chile (Acague).
En julio de 1947 Chile y Argentina firmaron una Declaración Conjunta en la que ambos reconocían mutuamente sus indiscutibles derechos antárticos y acordaban cooperar para el desarrollo de la investigación científica y el aprovechamiento de los recursos naturales y científico.
Una mina de oro
“La humanidad no obtendrá beneficio alguno de la Antártida”, dijo el capitán James Cook, uno de los primeros en explorar su costa, en el siglo XVIII. Considerado Patrimonio de la Humanidad, todo el continente está protegido como reserva científica, la actividad militar está prohibida, así como cualquier tipo de explotación de sus recursos minerales, en un ideal de intercambio intelectual que constituye un ejemplo de cooperación y convivencia para toda la humanidad.
Pero más allá de la ciencia, los países han tratado de conseguir el acceso a la zona por la abundancia de recursos naturales que se cree que hay allí, no sólo por su reserva de agua dulce, minerales, sino por representar para el turismo o el espionaje entre otras cosas, un punto estratégico del cual se pueden extraer millonarias ganancias.
Existen estimaciones de que los hielos antárticos podrían albergar entre 50 y 200 billones de barriles de petróleo , cifra que iguala a la extracción total de petróleo en Estados Unidos en toda la historia). En cuanto al turismo, actualmente, la Antártida recibe unos 40.000 visitantes al año.
La letra chica del Tratado
Lo cierto es que la letra pequeña tanto del Tratado como del Protocolo de Madrid, hacen que estos documentos puedan convertirse en una simple y mera declaración de intenciones. Los miembros pueden retractarse y en la cuestión de soberanía, la propia Secretaría del Tratado reconoce que éste “salvaguarda las diferentes posiciones de los Estados” , dejando bien claro que los países con reclamaciones territoriales pueden seguir teniéndolas.
En cuanto a la prohibición de la minería, ésta “puede ser modificada en cualquier momento si todas las partes están de acuerdo”. Además, el documento no recoge sanciones para los países que no lo firmaron.
En agosto de 2011, el think-tank australiano Lowy Institute definía el Tratado Antártico como “un compromiso frágil e imperfecto”, y denunciaba que “las bases antárticas se utilizan cada vez más para un “doble uso”: la investigación científica que es útil para fines militares”.
Además, si alguno de los miembros lo pide, en 2048 se celebrará una nueva conferencia para revisar el Protocolo, “siempre que al menos tres cuartas partes de los actuales miembros consultivos estén de acuerdo, esté en vigor un régimen legal para controlar la minería, y los intereses de soberanía de las partes están salvaguardados.
Es difícil predecir en qué estado estará la economía mundial para esa fecha, pero “tal y como se han ido dando las cosas, asistiendo al paradigma de la globalización que se nos sitúa encima, hoy día la Antártida es casi un espacio internacional, donde todos caben, por lo tanto si nosotros borramos eso que está pasando actualmente y colocamos los espacios soberanos, van a entrar nuevos países y el resto no va a poder entrar, por lo tanto va a generar un problema grave, así que las reclamaciones soberanas mejor dejarlas donde están, en el archivo de la Antártida de la ONU y ojalá que no se abra el Tratado porque va a ser un conflicto en muchos sentidos”, sentencia Jorge Sanz.
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