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El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, lamentó haber llamado «hijo de puta» a su homólogo estadounidense, Barack Obama, lo que provocó que se cancelara una reunión entre ambos, al margen de la cumbre de los países del Sudeste Asiático que comenzó hoy en Laos.
El desencuentro se produjo tras un tenso cruce de declaraciones en la víspera a cuenta de la violenta guerra contra la droga iniciada por el presidente filipino y que desde julio ha causado más de 2.500 muertos.
Duterte recriminó a Obama sus críticas a su controvertida campaña y le exigió «respeto» antes de lanzarle el exabrupto en una comparecencia anoche ante la prensa previa a su viaje a la capital laosiana, donde ambos tenían previsto mantener hoy la reunión.
Inicialmente Obama se limitó a poner en duda la utilidad de este encuentro sin que hubiera «conversaciones constructivas» pero finalmente la Casa Blanca decidió cancelarlo.
Esto llevó a Duterte a lamentar sus comentarios ofensivos en un intento de suavizar la tensión.
«Lamentamos que (los comentarios) se hayan entendido como un ataque personal hacia el presidente de EEUU», expresó Duterte en un comunicado hecho público en el inicio de la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) en la capital laosiana.
El mandatario filipino también dijo sentir un «profundo aprecio y afinidad» con Obama, e indicó que espera «limar las asperezas» con EEUU que «son resultado de nuestras prioridades nacionales y percepciones».
«Nuestra intención principal es trazar una política exterior independiente a la vez que promocionamos lazos más estrechos con todas las naciones, especialmente EEUU, con quien hemos tenido una relación duradera», aseveró Duterte.
Manila había comenzado poco antes a rebajar el tono a través del secretario ejecutivo de la Presidencia, Salvador Medialdea, que negó que Filipinas tenga ningún problema con EEUU.
«El presidente Duterte simplemente quería decir que tenemos nuestro propio territorio, así que dejadnos lidiar con nuestros problemas a nuestra manera», dijo Medialdea en una entrevista con la emisora Dzmm.
Filipinas es uno de los principales aliados de EEUU en esta región del Pacífico donde Obama ha reorientado la política exterior de Washington para contrarrestar el auge de China.
En los últimos años EEUU ha reforzado la cooperación militar con Manila, que se disputa con Pekín la soberanía de varios islotes del mar de China Meridional.
Washington aboga por la libertad de navegación y vuelo en este espacio marítimo que China reclama casi en su totalidad y por el que circulan cada año mercancías por un valor de 5 billones de dólares y hay potenciales yacimientos de petróleo y gas.
La cancelación del que iba a ser el primer encuentro entre Obama y Duterte supone un importante varapalo a las relaciones diplomáticas entre EEUU y Filipinas, que pese a ser históricamente dos países aliados han sufrido un notable deterioro desde las elecciones en las que fue elegido el nuevo mandatario.
El pasado agosto, Duterte llamó «gay» e «hijo de puta» al embajador estadounidense en Manila, Philip Goldberg, tras lo que EEUU convocó al jefe de la misión diplomática filipina en Washington, Patrick Chuasoto, para pedir explicaciones por esos «inapropiados» comentarios.
Duterte ha recibido numerosas críticas por su campaña contra las drogas que desde el 1 de julio y hasta el 31 de agosto, provocó 929 muertos en operaciones policiales y otros 1.507 en ejecuciones extrajudiciales.
Sin embargo, el mandatario filipino ha rechazado los comentarios de la comunidad internacional y se ha defendido asegurando que la drogadicción en uno de los mayores problemas a los que se enfrenta Filipinas, que podría destruir las futuras generaciones.
«No me importa una mierda lo que opinen sobre mí», ha afirmado.
Duterte ganó las elecciones presidenciales el 9 de mayo de 2016 con la promesa de acabar con el problema de la droga en sus primeros seis meses de mandato y desde entonces ha instado en numerosas ocasiones a la Policía y los ciudadanos a matar a narcotraficantes y drogadictos.
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