Ir a una viña, conocer cómo se producen y se almacenan los vinos, entrar a la bodega y degustar en una cata, ya se ha transformado en un verdadero panorama para el turista. De hecho, en esta celebración del Día Nacional del Vino de este fin de semana muchos ya tienen agendados sus tours.
A este tipo de visitas a bodegas, viñas, catas y demás actividades relacionadas a la industria vitivinícola se le denomina “enoturismo”. Este tipo de turismo especializado y relacionado con la cultura del vino se ha incrementado en los últimos años, ya que las “Rutas del Vino” y las innumerables vendimias y actividades promovidas por las propias viñas se han ganado su lugar.
“La industria vitivinícola considera al turismo como una actividad que le permite diversificar su producto”, afirma María Teresa Cagalj, jefa de carrera de Ingeniería en Gestión Turística de la Universidad del Pacífico.
Sólo en 2015, las 78 viñas abiertas al turismo que existen en Chile recibieron más de 600 mil visitantes nacionales y extranjeros, cifra que representa un crecimiento del 10% respecto del 2014.
Para el año 2020, el Gobierno chileno pretende aumentar en un 40% el número de turistas de viñas, en conjunto con haber duplicado la cantidad de viñas abiertas a esta actividad. Así, el enoturismo se perfila como una importante parte de la economía nacional.
Según datos de la Subsecretaría de Turismo, el perfil del turista que recorre los valles vitivinícolas es de 36 a 60 años de edad, quienes en su mayoría tienen conocimientos básicos sobre el vino. Un 35% viaja en pareja y un 23% lo hace con amigos.
“El enoturismo beneficia tanto a la industria como al turista. Por un lado, el visitante puede conocer el proceso de elaboración de un buen vino, visitar una bodega y adquirir conocimientos sobre el vino de manera divertida, mientras que por otro lado, a la viña estas actividades le permiten que más personas conozcan su producto, aumentando sus ventas directas, además de fidelizar y educar a los consumidores”, concluye la académica.