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Las inundaciones en el estado de Luisiana, en el sur de Estados Unidos, provocaron hasta ahora la muerte de once personas y afectaron cerca de 40.000 viviendas desde el viernes, con perspectiva de que continúe el mal tiempo.
El gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, habló de inundaciones «sin precedentes», que obligaron a socorrer a unas 20.000 personas.
Según las autoridades, cerca de 40.000 viviendas han sido afectadas por las crecidas provocadas por fuertes lluvias que en ciertos puntos llegaron a 50cm, y más de 8.000 personas se encuentran en refugios, especialmente en Baton Rouge, la capital del estado, y sus alrededores.
Tras informaciones de que se habían cometido saqueos en viviendas abandonadas por sus ocupantes, el gobernador señaló que un toque de queda sería instaurado desde la noche del martes en los condados que están bajo las aguas.
La medida ya está en vigencia en algunos municipios, no sólo para evitar robos sino para permitir el desplazamiento de los socorristas en mejores condiciones en horas nocturnas.
«Creo es la mejor manera de proteger a nuestros habitantes», dijo Sid Gautreaux, comisario de East Baton Rouge, señalando que diez personas habían sido detenidas el lunes acusadas de saqueo.
El martes eran 20 los condados declarados en estado de emergencia, contra cuatro el lunes. Ese estatuto permite desbloquear medios materiales suplementarios, en especial fondos federales de asistencia.
El presidente Barack Obama ya había declarado el estado de catástrofe natural, que permite otorgar fondos federales de emergencia para financiar la ayuda a las víctimas.
«Es una inundación histórica», señaló Edwards en un comunicado.
Iglesias, instancias locales y empresas propusieron albergar a damnificados y recibían donaciones de alimentos, agua y otros productos de primera necesidad.
«Espíritu comunitario»
Mientras las aguas bajaban en las partes norte y oeste de las zonas inundadas, otras áreas proseguían en estado de emergencia activa, según detalló el gobernador.
«Mucha gente aún está sufriendo», agregó. Alrededor de 34.000 hogares permanecían sin electricidad en la noche del martes, en un período como el actual particularmente caluroso y húmedo.
La ciudad de Walker, al este de Baton Rouge, luce particularmente afectada.
Según su alcalde, Rick Ramsey, esta localidad de 6.000 habitantes «está lo mejor que se puede estar con 70% de su población inundada». «Estamos viendo un formidable espíritu de cooperación comunitaria», dijo a la televisión local WAFB.
La cadena televisiva difundió igualmente las imágenes de la alcaldía de Denham Spings, donde el agua alcanzó una altura de 1,50 metros.
El número de personas desaparecidas es difícil de establecer por el momento. Los socorristas continúan inspeccionando viviendas y vehículos en búsqueda de eventuales víctimas.
Según el jefe de bomberos de Baton Rouge, Ed Smith, las búsquedas puerta a puerta podrían extenderse por una semana.
Además de los socorristas profesionales, numerosos particulares participan en las operaciones de rescate con pequeñas embarcaciones.
California arde
Si este diluvio recordó a los habitantes de Luisiana el desastre del huracán Katrina, que provocó la muerte de 1.800 personas en 2005, los californianos también estaban llamados a recordar una tragedia.
A unos 160 kilómetros al norte de San Francisco, una zona del oeste de Estados Unidos devastada por un gigantesco incendio en 2015, las llamas aterrorizaban de nuevo a la población desde el sábado.
El fuego quemó más de 1.600 hectáreas forestales y los casi 1.700 bomberos movilizados lograron controlar por el momento el 5% del incendio, según Cal Fire, organismo que gestiona la lucha contra los incendios forestales en California.
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