Es la oveja más famosa del mundo. El 5 de julio de 1996, Dolly, primer mamífero resultante de la clonación de una célula adulta, nacía en Escocia. Veinte años más tarde, la clonación con fines ganaderos se practica en varias regiones del mundo.
Revelada en febrero de 1997, la clonación de Dolly, obra del Instituto Roslin de Edimburgo, fue saludada en aquel momento como un avance científico importante. También provoca una viva polémica sobre su eventual aplicación al ser humano.
Para Dolly, las cosas se complicaron después de nacer. La oveja envejeció prematuramente. Sufrió artritis y desarrolló una enfermedad pulmonar, antes de ser sacrificada en 2003. Su cuerpo embalsamado se encuentra en el museo nacional de Escocia.
La clonación es una tecnología pesada. En el caso de Dolly, los investigadores transfirieron el núcleo de una célula de una glándula mamaria de una oveja adulta en un ovocito sin núcleo. Implantaron luego el embrión resultante en el útero de una oveja.
En el mundo de los criadores, «la clonación fue percibida como una herramienta de ayuda a la reproducción de animales», declaró a la AFP Jean-Louis Peyraud, investigador del Inra, el instituto francés de investigación agronómica.
Como se trata de una técnica muy costosa –más de 10.000 euros por animal– el objetivo no es disponer de clones para comercializar su carne sino para mejorar la raza del rebaño.
Empresas privadas norteamericanas tomaron la iniciativa de clonar animales de alto valor genético: : vacas que dan mucha leche pero también ovejas y porcinos de alto potencial.
La Food and Drug Administration (FDA) estadounidense autorizó en 2008 la comercialización de productos procedentes de animales clonados y de su progenie, al estimar que los mismos eran «tan seguros como los de los animales convencionales».
A pesar de tener un índice de éxitos relativamente bajo –entre 15 y 30% según Peyraud–, la clonación continuó su camino en Estados Unidos. La empresa tejana ViaGen se enorgullece en su sitio web de haber desarrollado «miles de animales clonados con buena salud y activos» en su casa madre Trans Ova Genetics.
Argentina, Brasil, Canadá y Australia también practican la clonación de animales de cría.
China causó sensación a fines de 2015 con el anuncio de la construcción de una planta de clonación de distintos animales. La sociedad Boyalife promete 100.000 embriones de vacas el primer año y a mediano plazo de un millón por año.
Dos cabezas y tres patas
Ante una opinión pública mayoritariamente hostil a la clonación, la Unión Europea no deja producir clones para la cría de ganado. Desde 1997, impone una autorización de comercialización a la venta de productos clonados. Hasta el presente, nadie ha presentado una solicitud.
Un informe de expertos remitido en noviembre a la Comisión Europea admite una «posibilidad» de que alimentos resultantes de animales clonados terminen en el plato del consumidor europeo, a causa de las importaciones de carne y leche procedentes de países terceros, pero también de la importación de animales en pie y de material genético utilizado para la reproducción animal en la Unión Europea.
«Los europeos comen tal vez sin saberlo carne resultante de descendientes de clones, a falta de trazabilidad y de etiqueta», declaró a la AFP Pauline Constant, portavoz de una federación de consumidores europeos.
«No es aceptable», estima la federación, que reclama a los Estados de la UE ejercer más presión sobre la Comisión Europea para avanzar en este tema.
La agencia europea de seguridad alimentaria (EFSA) dice no tener inquietudes acerca de la salud humana. Pero señala «los problemas de salud animal y de bienestar de los animales» asociados a la clonación.
«La mortalidad embrionaria es elevada, el alumbramiento puede complicarse, algunos animales nacen demasiado gordos o con patologías pesadas», advierte Peyraud. Hubo casos de ovejas con dos cabezas o tres patas.
En septiembre pasado, el Parlamento Europeo determinó por amplia mayoría que no solo se prohíba para animales de cría clonados en la UE, sino también sus descendientes y los productos resultantes. Una posición más estricta que la preconizada por la Comisión, deseosa de contemplar las exigencias de Estados Unidos y otros países.
Los consumidores europeos reclaman medidas de etiquetado «que les permitan saber lo que tienen en el plato» y sugieren comenzar a hacerlo con la carne bovina.
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