La noche del 30 de junio de 1934 estuvo lejos de ser ordinaria en la Alemania nazi. Adolfo Hitler llevaba un poco más de un año en el poder y trabajaba arduamente para transformar su gobierno en una dictadura, con el objetivo de iniciar la expansión territorial del Tercer Reich.
Para otorgarle sustento a sus planes bélicos, necesitaba el apoyo de las Fuerzas Armadas alemanas, donde existía mucha resistencia a los jerarcas nazis.
Las ramas armadas de aquella Alemania aún arrastraban vínculos con el pasado imperial y la antigua nobleza germana, que veía a los nazis como un grupo de delincuentes comunes, amantes de la violencia callejera.
Hitler debía darle garantías de confiabilidad y gobernabilidad a los oficiales, para sumarlos al nazismo. Para ello, no dudó en dar un duro golpe al interior del partido nazi.
En las FFAA germanas, y sobre todo en el Reichswehr (el Ejercito alemán), existía mucha resistencia a las Sturmabteilung o SA, un grupo paramilitar nazi, compuesto por delincuentes y violentistas que se transformó en el brazo armado del nazismo antes de su llegada al poder.
Sublevación del ejército
La SA, dirigida por Ernst Rohm, sembró el terror y persiguió a los opositores cuando Hitler luchaba por llegar al gobierno. Pero ahora como Canciller, este grupo paramilitar, acostumbrado a actuar fuera de la ley, se había transformado en un gran dolor de cabeza para el “Fuhrer”.
Rohm, en un intento de sumar poder en la jerarquía nazi, luchaba para que sus SA reemplazaran al Ejército alemán. Tal era la presión junto con el crecimientos de las Sturmabteilung (llegaron a tener 70 mil efectivos), que entre el gobierno nazi corrió el temor de una sublevación del Reichswehr.
Pero Hitler encontró una fórmula sanguinaria para terminar con las SA, sacarse a Rohm de encima y darle una potente señal a las FFAA de que el nazismo funcionaria dentro de las estructuras del Estado. El plan era salir a matar nazis.
Operación Colibrí
La noche del 30 de junio, el gobierno de Hitler inició la Operación Colibrí, que se extendería hasta el 2 de julio. Las SS y la Gestapo arrasó con la cúpula de las temidas SA. Aprovechando unos desmanes que habían organizado las mismas Sturmabteilungen Munich, el propio Hitler detuvo a Rohm y los jerarcas de las SA. Tal fue la ira del “Fuhrer”, que ordenó el fusilamiento inmediato del jefe de las policía por no poder controlar a los fanáticos nazis.
En total, fueron 85 personas que perdieron la vida en asesinatos políticos. Después de la llamada Noche de los cuchillos largos, el nazismo se consolidó como la única fuerza política de Alemania y el apoyo irrestricto de las Fuerzas Armadas a Hitler.
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