Un emplazamiento directo a condenar de manera drástica el actuar de encapuchados el día de ayer en Santiago, que terminó con la destrucción del Cristo de la Iglesia de la Gratitud Nacional, hizo el diputado Gustavo Hasbún a la directora del Instituto de Derechos Humanos, Lorena Fríes.
Y es que a juicio del parlamentario gremialista “una vez más somos testigos del silencio cómplice de la directora del Instituto de Derechos Humanos ante las impactantes imágenes de la destrucción de un Cristo por parte de ‘jóvenes encapuchados’”.
“Esto viene a confirmar que la señora Fríes avala con su silencio cómplice conductas que lesionan y dañan de manera brutal el respeto de millones de creyentes de nuestro país, que han visto como cobardes a rostro cubiertos profanaron la imagen de un Cristo Crucificado a sabiendas que son intocables por parte de la Fuerza Pública, ya que cuentan con abogados gratuitos para su defensa”, añadió.
Además, señaló que: “el Instituto y su directora, por un mandato moral, deberían realizar una declaración pública condenando esta profanación y negando desde ya una defensa jurídica a estos cobardes delincuentes”.
“Lamentablemente la conducción política e ideologizada de Lorena Fríes ha debilitado el prestigio y el respeto de la ciudadanía hacia dicho organismo, llevándolo a ser percibido por los chilenos como un apéndice del Partido Comunista donde sólo derechos humanos de la izquierda son respetados o importan, el resto”, sostuvo. Además, subrayó que “no merecen ni siquiera una declaración de rechazo o condena”.
Por esta razón, Hasbún indicó que “resulta estrictamente indispensable que Fríes y el Consejo se reivindiquen con la sociedad chilena y reparen de esta forma el perjuicio causado por su directora con esta profanación ha calado hondo en el alma nacional, y donde la sociedad necesita que, con o sin mandato legal, el Instituto de DDHH se pronuncie lamentando y condenando este atentado a los Derechos Humanos de millones de creyentes y no creyentes que están tristes de ver como el odio de algunos está matando el alma nacional; y ello se visualiza con la destrucción de un Cristo que, paradójicamente, no cuenta en el Siglo XXI con nadie que interponga una demanda para proteger sus derechos esenciales”.
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