El histórico dirigente de la Democracia Cristiana Patricio Aylwin fue partícipe activo de la historia reciente de Chile: tenía 54 años cuando ocurrió el golpe de Estado, 71 cuando asumió la presidencia del país y 88 cuando Pinochet murió en 2006. Fue presidente de la Falange en la década de los 50, además de liderar a la DC en cuatro oportunidades posteriores. Además, fue presidente del Senado entre 1971 y 1972.
“Aylwin va a pasar a la historia por su rol durante la transición”, dice Fernando García Naddaf. Pero agrega: “No así por su época anterior a la dictadura”. ¿Cuál fue este rol?
“En primer lugar, Aylwin fue uno de los principales impulsores del estatuto de garantía para que la Unidad Popular pudiera asumir el gobierno”, dice Carlos Huneeus, director general de Instituto de Sondeo de Opinión del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Católica. “El estatuto reformaba la Constitución de 1925, que indicaba que para gobernar un candidato debía obtener mayoría absoluta, y Aylwin participó como experto constitucional para la reforma”. Esto, para evitar que se creara un clima de inestabilidad democrática en el país.
Luego de esto, como explica Huneeus, Patricio Aylwin pasó a un segundo plano en la política nacional, a pesar de que entre 1971 y 1972 fue presidente del Senado. Hasta que en mayo de 1973 es vuelto a ser elegido presidente de su partido, la Democracia Cristiana. “Hay que entender el contexto en el que sucedió esto, donde el clima político ya estaba bastante encendido”, puntualiza Huneeus. “Entonces, Aylwin llevó a la DC a reaccionar con fuerza a lo que consideraba una política económica equivocada de la Unidad Popular”.
Varios historiadores, como el Premio Nacional de 1998 Armando de Ramón, sitúan a Aylwin como protagonista secundario, pero muy influyente, en el desarrollo de los acontecimientos que antecedieron al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Según explica de Ramón en su libro “Historia de Chile: Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000)”, Aylwin sostuvo reuniones hasta el final con Allende, con el beneplácito del cardenal Raúl Silva Henríquez, con la intención de llegar a un acuerdo para que el gobierno tomara medidas que suavizaran el ambiente tenso que había en septiembre de ese año, con un sistema político cuestionado. “Aylwin tenía inquietudes relacionadas al actuar del Poder Judicial, que según él no cumplía su rol en relación a la toma de las empresas”, dice Carlos Huneeus, quien además es autor del libro “El régimen de Pinochet”.
Entonces, el día anterior al golpe de Estado, Aylwin participó en un cónclave del partido con los máximos líderes, en el que se evaluó el contexto político del país y se dialogó sobre una posible intervención militar a un gobierno cuya situación era insostenible, explica Huneeus. “Hay que analizar esta situación considerando el contexto político en el que estaban, donde todos los dirigentes estaban muy radicalizados”, agrega.
“Luego vino el golpe, que dejó a Aylwin quebrado psicológicamente por el quiebre de la democracia”, dice.
El resto es historia conocida.
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