Sin duda, volver a la oficina tras un periodo de descanso no es una tarea fácil. Alcanzar el rendimiento habitual y acostumbrarse a la rutina requiere de un período de adaptación, el que en algunas ocasiones provoca síntomas de estrés, como insomnio, dolor de cabeza, alteración del apetito o desmotivación, así como irritabilidad e incluso tristeza. Sin embargo, estas reacciones son normales y más del 50% de las personas logra recuperarse del “estrés postvacacional” después de la primera o segunda semana de trabajo, alrededor de 40% se adapta aún más rápido; mientras que un mínimo porcentaje requiere más tiempo y necesita un tratamiento especial.
Al respecto, Cristina Lobo, consultora de recursos humanos de la multinacional Randstad, señala que la reorganización de tareas, resolver temas pendientes y adaptar el biorritmo a la rutina laboral, toma generalmente entre 5 y 10 días hábiles.
“Como norma común, luego de este plazo, una persona debería alcanzar su nivel habitual o por encima de lo acostumbrado, dado el efecto del descanso. No obstante, hay un porcentaje menor que no lo consigue porque probablemente hay otros factores asociados y el impacto emocional no se deba únicamente al retorno a la oficina, sino que a otro tipo de conflictos que se han podido acentuar con el regreso”, asegura.
En relación al género, la experta comenta que es normal que las mujeres se estresen más que los hombres, por el alto grado de responsabilidad que se autoimponen tanto en el trabajo como en el hogar.
“Si bien es cierto que están biológicamente preparadas para desempeñar múltiples roles, generalmente abusan de esta capacidad y se exigen al nivel de no encontrar tiempo para relajarse, lo que las hace susceptibles al estrés, aún más cuando deben volver a la rutina”. Con respecto a los cargos, efectivamente hay algunos que están más expuestos, como aquellos que deben cumplir metas por ventas o las posiciones de mayor responsabilidad, ya que “independientemente del tiempo que estén de vacaciones, al regresar, su desempeño se evaluará por el grado de cumplimiento de sus objetivos”, dice.
Para que la reincorporación sea menos abrupta, la consultora de Randstad recomienda considerar un periodo de adaptación previo.
“Volver de las vacaciones justo el día antes de ir a la oficina suele ser un factor que genera estrés, por lo que es recomendable contar con al menos dos días para retomar los horarios y hábitos, teniendo así un regreso más sano y menos ansioso”. Una vez en la oficina, hay que tener claro que la primera semana será de reorganización. “Durante las vacaciones, a pesar de dejar un back up en el puesto de trabajo, es común que se acumulen tareas para resolver al regreso, las cuales se deben jerarquizar de acuerdo a su relevancia y olvidar la idea de que se podrá resolver todo el primer día”, enfatiza Cristina.
Una vez hecho esto, es aconsejable realizar una planificación basada en urgencias y prioridades. “En estos casos, es importante no permitir que se altere la programación y explicar con calma el actual escenario de carga laboral, dando un plazo razonable para responder a cada requerimiento de la manera adecuada. Finalmente, cosas tan sencillas como realizar actividades después del trabajo, como reunirse con amigos o practicar algún deporte, además de intentar no salir más tarde de lo habitual, reducen el impacto de volver al trabajo y el estado de ánimo estará mejor preparado para resolver con motivación los temas pendientes y enfrentar los desafíos del año”, finaliza.
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