«El que nada hace… nada teme». Que frase más nefasta. Esta es la frase que he visto replicada una y otra vez en estos días tras el avance en el Senado del control preventivo de identidad. Es una suerte de explicación o interpretación de que las cosas son justas, que todo funciona, que nos pueden echar a todos en el mismo saco, que depende de uno la defensa, que no hay prejuicio, ni discrecionalidad, ni descriterio.
No es así.
Esta frase, este dicho, demuestra justo lo que Chile no es. «El que nada hace…» en Chile, sí puede temer.
Hoy en este país si naces del lado equivocado de la ciudad, sólo por el hecho de nacer, tu destino está en buena medida trazado. Sólo por nacer en una familia pobre o rica, tendrás más o menos vocabulario, tendrás mejor o peor educación, tendrás más o menos acceso a la salud, tendrás más o menos espacio en tu casa, tendrás más o menos posibilidades de ganar el sueldo mínimo. «El que nada hace…» en este caso nacer -del lado pobre o rico- te tiene que hacer temer.
El control preventivo de identidad es replicar exactamente lo que hoy somos. Es replicar a la perfección la injusticia de nuestras ciudades. Es mantener las distancias entre los que tienen el poder y los que no. Es establecer las diferencias entre nosotros los chilenos. Es replicar los prejuicios y asentar los privilegios. Es definirnos entre pobres y ricos. Entre chilenos y migrantes. Entre jóvenes y viejos. Entre mujeres y hombres.
La población penal actual en Chile, que es enorme, proviene en un 95% de familias en condición de pobreza. Es más, en un 89% de extrema pobreza. Ya lo he preguntado desde esta tribuna antes: ¿sólo los pobres delinquen? Claramente no. Sólo los pobres están presos. Es cosa de mirar a los dueños y gerentes de las farmacias, de La Polar, del cartel de los pollos… ¿sigo?
Ya la división de Derechos Humanos de Naciones Unidas lo advierte. Junto con rechazar el control de identidad preventivo, señala que las experiencias internacionales muestran el prejuicio a la hora de controles o detención preventiva. En algunos estados de Estados Unidos se controla 23 veces más a la población negra. En Europa, después del 2001 se controla muchas veces más a la población descendiente de Medio Oriente.
Cuando se permite el control policial de la población sin base investigativa, sino que en forma aleatoria, sólo por intuición, prejuicio o «tincada» ¿a quiénes se va a controlar? Objetivamente, ¿de qué puede servir ese tipo de control? ¿No es justamente avanzar al revés de lo que se necesita que es un trabajo focalizado, de inteligencia y de análisis de estadísticas? Esto no lo digo yo, lo dice el amplio número de abogados, fiscales y especialistas que conocen y comparan temas de delincuencia.
Quiero insistir. La delincuencia y el temor que provoca en nosotros es un tema gigante, no hay que minimizarlo, toda sociedad sana lo aborda y lo discute. Pero no pasemos «gato por liebre» no digamos que la parafernalia sirve cuando NO sirve. Basta de leyes cortas antidelincuencia y vamos, de una vez, por una ley larga antidelincuencia.
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