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La crítica de “Los 33” de Laurence Golborne La película “Los 33”, basada en el rescate de los mineros de San José, se estrenará este próximo 6 de agosto, justo un día después de cumplirse los 5 años del derrumbre de la mina. Con actores como Antonio Banderas, Mario Casas y Kate del Castillo, la película ya fue vista por varios de los protagonistas reales de este hecho. Uno de ellos fue el ex ministro Laurence Golborne, quien aprovechó la ocasión de referirse al largometraje de Patricia Riggen. “Creo que la película emociona, transmite el ambiente que se vivía. Nos trae a la luz recuerdos imborrables que tenemos sobre ese momento. A mí me gustó. En definitiva es una película que le va a gustar a la gente, porque es muy real, muy honesta, tiene grandes actores, muy buenos efectos especiales. Uno siente como si estuviese en la mina, uno siente el derrumbe. También siente la angustia que transmiten los actores respecto a lo que pudieron haber sentido los mineros. Tiene algunos toques de humor, es una película que llega”. Palabra de ex ministro.
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Cuando Laurence Golborne, el ex ministro de minería está con tiempo libre en su oficina ubicada en Las Condes, de vez en cuando hojea el libro “El Factor Geológico” de Walter Véliz y Felipe Matthews. El libro está lleno de imágenes que explican, desde el punto de vista técnico, cómo ocurrió el rescate de los 33 trabajadores que quedaron atrapados en la Mina San José, tras el derrumbe registrado el 5 de agosto de 2010.
En el aniversario número cinco de ese evento y ad portas del estreno de la película “Los 33”, el representante del Gobierno de Sebastián Piñera en el Campamento Esperanza, recuerda en exclusiva para Publimetro cómo fue ser el ministro de Minería durante los 17 días en que no se sabía nada sobre el estado de salud de los trabajadores atrapados. Y en esta conversación no omite nada: afirma que sintió frustración, rabia y temor por eventuales acciones judiciales que pudieran haber emprendido en su contra, si todo hubiese resultado mal. Estas son sus palabras.
– ¿Cómo fue estar en los zapatos del ministro de Minería cuando ocurre el derrumbe de la mina?
– Entre el 5 y el 22 de agosto fue un período realmente muy difícil para manejar por un lado los aspectos técnicos y comunicaciones tanto para rescatar a los mineros como para brindar apoyo a las familias. El gran desafío era darles una razonable esperanza y la convicción de que estábamos haciendo todos los esfuerzos posibles, pero al mismo tiempo mantener adecuadamente las expectativas que una tarea tan difícil como esta tenía.
– ¿Cómo fue la relación con el ex presidente Piñera en esos días?
– Fue una relación muy fluida, para mí el presidente tiene el gran mérito de haber tomado la decisión de comprometer al Gobierno completo y en ese sentido yo creo que hay que reconocer su valentía y coraje para enfrentar una situación que se veía muy difícil en lo técnico y que podía tener consecuencias políticas muy complejas si es que las cosas no salían tan bien como resultaron.
– Ustedes estaban en el extranjero cuando pasó todo esto, ¿quién tomó la decisión de que tenían que volver?
-Nosotros estábamos viajando a Colombia, estábamos en Ecuador y yo me entero cuando aterrizamos que hay un derrumbe, entonces el presidente me llama y me dice que es mejor que me vuelva y que vea el tema en terreno. La decisión de volver fue de él y ese es un tema que en la película no aparece tan así; ahí aparezco yo insistiéndole que tenemos que volver… (risas). Pero la decisión fue de él y fue políticamente muy valiente. Él puso por encima de los temas políticos la decisión de salvar la vida.
– ¿Cómo tomó usted esa decisión en ese momento?
– Hoy día aparece como una decisión políticamente acertada, pero en ese momento era una decisión tremendamente riesgosa, porque nadie sabía si había alguien con vida o si el escenario era peor. Alguna vez conversamos (con Sebastián Piñera) sobre el tema y él me dijo que tomó basado en el concepto de salvar la vida de las personas.
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– ¿Y si el escenario hubiese sido otro?
– Esos primeros 17 días hubo mucha gente que estaba diciendo que estábamos haciendo todo mal, que nos decíamos que estábamos equivocados donde estábamos buscando, en el lugar donde estábamos buscando, las técnicas que estábamos usando. Hubo mucha gente que te advertía que las cosas no estaban bien. Teníamos mucha presión de los familiares que querían entrar a la mina. Si las cosas hubiesen salido mal, el costo habría sido tremendo, del punto de vista político y judicial. Yo te aseguro que tendríamos una serie de requerimiento judiciales por el accionar que hubiésemos tenido porque nos hubiesen acusado de… no sé.
– Entiendo que la prioridad era salvar la vida, pero aún así, en algún momento, ¿temió por su carrera política?
– Yo creo que ahí hubiese sido mucho más complejo que la carrera política. Probablemente habría enfrentado otro tipo de acusaciones que son difíciles en situaciones de ese tipo, porque cuando hay desastres de este tipo y las cosas salen mal, la gente busca responsables más allá de los hechos. Habría sido una situación muy complicada.
– ¿Por qué en cierto momento decide anunciar que las probabilidades de encontrar a los mineros con vida eran mínimas?
– Lo que hay que entender es lo siguiente: las probabilidades de vida eran muy bajas y eso era una realidad técnica. Al final resultaron ser muy existosas, pero no hay una doble discusión sobre esas probabilidades que eran muy bajas. Lo que correspondía desde mi punto de vista era mantener las expectativas acotadas. Yo estaba lidiando con una realidad social muy compleja en la región, por tanto, mientras más expectativas se generaban, más difícil era controlar cada frustración que teníamos todos los días. Cada jornada yo tenía que pararme frente a trescientas o cuatrocientas personas que tenían a sus seres queridos sufriendo y decirle que teníamos un taladro que se había trabado y se había roto el martillo; que la otra máquina que teníamos más allá se había desviado y teníamos que parar ese sondaje; que el sondaje que iba en 700 metros pasó de largo. Si uno no controlaba las expectativas adecuadamente la explosión social se vía muy compleja en la mina. Entonces no hay que confundir el transmitir una realidad con la esperanza o la intención de lucha y compromiso con la causa.
– ¿Pero de quién fue la decisión de dar ese anuncio? ¿Recibió algún tipo de asesorías?
– Eso lo dijimos muchas veces, porque en situaciones como esta uno tiene que saber manejar las expectativas. Generar ilusiones más allá de lo razonable, desde mi perspectiva, no parecía lo más adecuado en ese momento.
– ¿Usted tuvo una discusión con el entonces presidente Piñera al respecto?
– Ninguna discusión, de hecho, el tema ni lo conversamos. No me recuerdo que hayamos tenenido una conversación sobre ese tema en particular. Obviamente el presidente lo que transmitió siempre fue mucha esperanza y eso está muy bien, porque la esperanza es una cosa y el trabajo técnico es otra. Yo le puedo recordar un evento, para que usted tenga un ejemplo concreto. El día 19 de agosto, estábamos con un sondaje y hasta ese momento ninguno había pasado los 300 metros, ninguno. Llevábamos ya catorce días y usted comprenderá el nivel de desesperación que teníamos. Un sondaje pasó los 600 metros y las familias estaban con una ilusión gigantesca. Yo les decía, ‘calma muchachos, aquí no sabemos si están ahí, no sabemos si los vamos a encontrar, no sabemos si los vamos a encontrar’. Siempre manejando la situación. Ese sondaje pasó de largo. Esa noche hubo casi un tumulto. Los familiares hicieron una marcha e intentaron entrar a la mina, porque la esperanza de que los encontráramos veras la frustración que llegó, es algo que genera una reacción. Y uno tiene que lidiar con eso.
Esperanza: más que un campamento
– Cuando usted ve que los planes de rescate fallan todos los días y que la espera hace más tensa la situación en la mina, ¿qué le genera todo esto? ¿Tuvo miedo?
– Nunca tuve miedo, sí tuve mucha frustración, mucha rabia, mucha impotencia por los fracasos que teníamos. Cada vez que teníamos un fracaso era un dolor muy grande para todos los que estábamos allá. Entonces lo que uno siente en esos minutos es frustración por estar golpeando literalmente una roca y no poder avanzar.
– ¿Y perdió la esperanza?
– La esperanza nunca se perdió, tuvimos mucho realismo.
– En ese entonces, ¿cómo es la relación que se teje con el Campamento Esperanza?
– Creo que uno de los grandes logros que conseguimos como equipo fue lograr transmitir a las familias dos cosas: que les estábamos diciendo la verdad, de forma fidedigna y clara, porque nunca le ocultamos información y lo otro, la confianza que estábamos trabajando duro por el rescate. Mira, es tanto así que si tú te vas al museo de los mineros en el norte, vas a ver un casco que me dieron a los diez días de ocurrido el derrumbe, cuando todavía no habíamos encontrado a nadie. Ese casco, tiene todas las firmas de las familias y dice ‘fuerza ministro, sigamos trabajando, confiamos en usted’.
– En ese escenario yo imagino que la relación entre usted y las familias pudo haber sido distinta, sinceramente ¿fue tan así?
– Mira, ese casco me significó una confianza entregada por ellos a mí, que me comprometió aún más de lo que yo ya estaba. Como tú dices, la relación en los primeros días fue muy difícil, pero poco a poco fuimos estableciendo un vínculo de confianza. Mucho se comenta el momento en que yo me quebré frente a las cámaras. Para mí ese fue un punto de inflexión importante. Los familiares vieron en ese momento, no a un ministro, vieron a un ser humano comprometido con ellos.
– Eso ocurrió bien avanzado el tiempo, tras varios intentos fallidos, entonces mi pregunta es, ¿qué de todo eso hizo quebrar al ministro de Minería?
– Hay que entender la dinámica de eso. El día sábado a las 09:00 partieron los rescatistas y cada dos horas vamos dándole información a los familiares. Alrededor de las 14:00 se produce un movimiento, caen piedras por el ducto de respiración y los rescatistas tienen que salir. Cuando salen, en la boca de la mina donde yo los estaba esperando, uno de ellos me abraza y me dice ‘estamos sonados, ministros’. Entonces a ellos se les caen lágrimas, a mí se me caen lágrimas, adentro de la mina. Como yo tenía el compromiso con los familiares de que cada información que yo tuviera se las iba a transmitir, salgo y me pongo a hablar con todos ellos. Me subo a una silla, tomo el micrófono de una ambulancia y les digo la verdad. Hasta ese minuto, el único intento más avanzado se había tenido que suspender y no había ninguna otra posibilidad de rescate en ese momento y estamos analizando otra alternativa. Y cuando estoy hablando, todo el mundo estaba llorando. Yo trataba de mirar por encima de la multitud, pero en cuero momento desvío la mirada y veo a Carolina Lobos y su hermana (hijas de Fraklin Lobos), las dos mirándome y les rodaban por los ojos lágrimas de una manera… no gritaban, no lloraban con ruido, era simplemente mirarme y dos ríos les caían de los ojos. Y cuando veo eso, se me puso un nudo en la garganta y no pude seguir hablando.
El rescate: “Estamos bien en el refugio los 33“
– Ya hemos hablado sobre los intentos fallidos, pero ahora quisiera saber, ¿cómo fue ese día domingo, cuando el sondaje logra romper las paredes del muro que lleva hasta el refugio?
– Eran las 5 de la mañana cuando a mí me avisan ‘rompimos’. Me levanté tal como estaba y me fui a la mina. Nosotros teníamos una serie de protocolos porque mira, que hubiésemos llegado no significaba nada, no sabíamos si estaban vivos, si habíamos llegado correctamente. Nosotros estábamos preparados para distintos escenarios. Entonces, controlando las expectativas dije, ‘calma’. Sacar los tubos era una cuestión larga, de horas. Entonces, primero teníamos que terminar eso, meter una cámara y luego ver dónde habíamos llegado. Entonces llamé a mantener la calma porque hay que controlar los rumores, porque no falta el que dice, ‘los encontraron’, ‘están todos vivos’, ‘están todos muertos’. Entonces, fui a dos a tres carpas y les dije: ‘muchachos, rompimos, pero calma, no significa que estén bien. Simplemente encontramos un punto que, quizás no hace dar con ellos’. Entonces, después llamé al presidente y ahí decidió irse a la mina.
– ¿Y qué pasa ahí?
– El presidente empezó a viajar y venía en camino y yo estaba conversando con los familiares. Entonces, cuando él venía en camino, sale la boca del martillo. Ahí yo miro al que está al lado y le digo ‘viene pintada, viene pintada’. Entonces le pregunto, ¿esa marca estaba? ¿estaba? Y alguien me dice, ‘no jefe, le aseguro que no’. Entonces yo le dije una palabrota… ‘amigo mío’, le dije (risas), ‘¿estay seguro? ¿esa marca estaba?, no estoy seguro’. Entonces, cuando sigue subiendo, en la parte de arriba viene amarrado amarrada con goma de esas que usa uno para hacer ondas y envuelta en una bolsa de supermercado, una carta. Yo la empiezo a leer y me doy cuenta que era de Mario Gómez a su mujer. Era una carta bien personal entonces paro de leerla. En ese momento, alguien mira en otra parte del martillo y alguien dice que por dentro del tuvo, en uno de los ductos del aire, había otro papel. Lo abro y leo, ‘estamos bien en el refugio los 33’. Ahí se produjo una verdadera epifanía.
– Imagino el nivel de algarabía que hubo…
– Ahí todo el protocolo que teníamos se fue a las pailas. Hubo gente que se tiró al suelo, que celebró. Alguien bajó corriendo diciendo ‘están todos vivos’ y en el campamento, imagínate. Justo el presidente viene aterrizando y yo le entrego el papelito, nos abrazamos y le dije que están todos vivos.
– ¿Cuánto de eso influyó para que usted se dedicara a la política?
– No, mira esas cosas vinieron después. Yo siempre he sentido el apoyo de la gente, su respaldo y me siento muy querido y muy orgulloso de esto. Lo que yo más destaco de este rescate es que este fue un momento de unión del país realmente inédito. Yo trabajé con personas de todas las corrientes políticas, de todas las ideologías religiosas y nos unimos todos, sin ninguna diferencia, en función de este objetivo maravilloso que era rescatar con vida a los mineros. No recuerdo otro momento en nuestra historia reciente en que nuestro país se haya unido de tal manera como este. Ojalá, como país, pudiésemos unirnos en otras materias como en el rescate de la mina de San José.
– Después de esto, ¿podríamos decir que usted cree en los milagros?
– (Piensa varios minutos antes de responder) Yo no soy un hombre de fe. Aquí se conjugaron muchas variables que permitieron que esto ocurriera. Yo no puedo asegurar en una dirección u otra, pero ciertamente hubo muchísima intervención… muchísimos elementos que se conjugaron para que todo saliera bien.