Reciben tres comidas calientes al día, dos meriendas, tienen ropa limpia, duermen en camas de campaña, sostienen video conferencias con sus familias, ven películas y trabajan.
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A 700 metros de profundidad, atrapados desde el 5 de agosto por un derrumbe interno en una mina de cobre y oro, 33 hombres intentan cada día mantener una rutina que recuerde la vida normal y les ayude para el momento de su salida, según afirman miembros del equipo de rescate que afanosamente intenta evacuarlos.
Desde que el 22 de agosto se confirmó, a través de una sonda que llegó al fondo del socavón, que el grupo de mineros estaba vivo, un equipo de geólogos, médicos, sicólogos y hasta cocineros trabaja no sólo en lograr su salida, sino en proveerles lo que sea necesario para su obligada estadía en el foso porque se calcula que las tres perforadoras que taladran la piedra sólo llegará hasta ellos a inicios de noviembre.
Cuando el derrumbe se produjo, temprano en la tarde, el grupo estaba muy cerca del “refugio”, un espacio de piedra viva de cuatro por cuatro metros y 4,5 de alto que sirve normalmente de sala de comedor en la mina.
La milagrosa coincidencia de horarios, entre el almuerzo y el derrumbe, provocó además que estuvieran en un local que tiene acceso a por lo menos un baño portátil químico y hacia una galería o pasillo de unos 360 metros de extensión que va desde el refugio hasta un taller, de las mismas dimensiones de la sala para almorzar.
Tienen facilidades que van desde ver películas, comunicaciones de vídeo conferencia con sus familiares y hasta han sido vacunados contra el tétano y la influenza y fuman cigarrillos de vez en cuando, mientras en la superficie el equipo técnico y el de sicólogos les tienen restricciones.
Nada de películas de drama, nada de MP3, nada de audífonos o juegos de vídeo o bebidas alcohólicas.
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Sí a su momento de plegaria religiosa, ejercicios físicos, y casi una “terapia de grupo” llamada “las cartas sobre la mesa”, que se realiza cada día a las seis de la tarde aproximadamente y cuando discuten sus desavenencias, planes y lo que han hecho en la jornada.
¿La meta de tales distracciones, vetos y horarios?
“No hay otra posibilidad de sobrevivir”, dijo Alberto Iturra Benavides, jefe del equipo de seis sicólogos que trabaja con los mineros hablando con ellos al menos dos veces al día, para que laboren en lo necesario para su propio rescate. “Sobrevivir implica disciplina y cumplimiento de rutina”.
Esa rutina en un día cualquiera comienza con el desayuno, de café o te con leche y un sándwich con jamón o queso, luego los trabajos que van desde remover escombros que caen de una de las tres perforadoras que taladra la piedra en su búsqueda, recoger basura, limpiar el baño que ya existía en la mina, hasta recibir todas las encomiendas que llegan a través de un tubo de 8,9 pulgadas de diámetro: es la llamada “paloma” por el nombre del ave mensajera.
Esa rutina la han decidido ellos mismos, dijo Iturra, para seguir siendo lo que son: “mineros, entonces resolvamos nuestros problemas como mineros” o trabajando duro.
Divididos en tres grupos de 11 hombres cada uno, los mineros duermen en camas de campaña de lona, bajadas precisamente desarmadas a través de la paloma, y en tres distintos locales: el refugio, un sector de la galería y una rampa poco antes de llegar al taller.
Existe otra paloma o la número 2, del mismo diámetro, que es un poliducto, con un tubo interior por el que se envía agua, al menos 100 litros al día, y aire, unos 114 metros cúbicos por hora. Por su parte externa están todos los cables de fibra óptica y eléctricos, explicó Eric Araya, el geólogo geotérmico que trabaja en la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), empresa estatal que estuvo al frente de la instalación y suministro de esos cinco elementos: aire, agua, oxígeno, vídeo y audio.
Aunque les envían productos químicos para disolver el excremento del baño, los mineros deben evacuar los desechos en una suerte de letrina y hasta usan cada uno su propia letrina, dijo Alejandro Pino, gerente a cargo de las operaciones de rescate por la Asociación Chilena de Seguridad (laboral), y responsable de la preparación de la comida, y el apoyo sicológico y físico del grupo.
Ese es uno de los trabajos que tiene Pino, que también se ocupan de todo lo que reciben, desde cartas hasta su ropa limpia enviada por los familiares desde la superficie a través de la paloma, que “aterriza” en un punto ubicado en la galería, entre el refugio y el taller.
Las dos palomas trabajan 24 horas por día y lo mismo pasa con los mineros, pero en tres turnos, uno de 8 de la mañana a 4 de la tarde, el segundo de cuatro de la tarde a 12 de la noche y el ultimo de la medianoche a las 8 de la mañana así que los horarios para comida varían, excepto el almuerzo que lo hacen todos juntos, una forma de mantener la unidad, según Iturra.
Como las palomas no paran, al menos tres mineros están a la salida de ese tubo mensajero para recibir la comida, o la ropa que envían sus parientes en paquetes que parecen un salchichón o longaniza, es decir enrollan las camisetas y cartas y las envuelven con cinta para que quepan en el tubo.
No hay una contraseña o mensaje para saber que suben o bajan cosas, solo tienen que rotarse tres mineros siempre frente a la desembocadura de la paloma, dijo Pino.
Los mineros abajo “saben que la paloma no se detiene, ellos están pendientes”, aseguró.
También dijo que trabajan en igualar o nivelar las temperaturas y humedad dentro del socavón porque hay sitios más calientes que otros debido al flujo de aire, algunos puntos pueden tener por encima de los 32 grados centígrados y otros están en 28 grados. La humedad es de 90% y quieren bajarla a un 70%, agregó Pino.
En general los 33 usan sus camisetas y pantalones cortos y botas de mineros, pero están pensando en mandarle zapatillas deportivas para sus sesiones de ejercicios, al menos una hora al día, indicó. En ocasiones se les ve sin camiseta en las imágenes de vídeo que envían desde el socavón y que graban con una cámara que mandó el equipo de socorristas.
También les enviaron calcetines con hilos de cobre para evitar infecciones con hongos o bacterias.
Esas mismas imágenes muestran que colocaron bombillos de luz y que las zonas donde duermen están en la sombra.
Cada viaje de la paloma tarda en bajar 12 a 15 minutos, se detiene cuatro minutos abajo para ser descargado y sube para volver a ser recargada en unos cinco minutos, precisó Pino.
La comida –el desayuno se envía cerca de las ocho de la mañana, el almuerzo a las 12 del día y la cena cerca de las siete, y dos meriendas entremedio como una barra de cereal o un sándwich– baja envuelta en bolsas plásticas al vacío y a 80 grados centígrados de caliente –no existe microondas abajo– y el minero sólo tiene que abrirla.
Platos y cubiertos, algunos ya estaban en el refugio, y otros de plástico o materiales flexibles también fueron enviados por las palomas.
La comida no se mide por gramos o kilos, sino por calorías: unas 2.200 calorías al día por minero, considerado el consumo promedio por persona y para que no suba o baje de peso, según ha dicho el doctor Jorge Díaz, médico que atiende al grupo.
En promedio los mineros pesan 76 kilos y miden 1,70 de altura, y aunque no fue posible determinar con exactitud cuántos kilos perdieron durante los primeros 17 días, en que sobrevivieron con migajas de pescado enlatado y algunas gotas de leche, porque no fue posible bajarles una pesa, sí han conseguido enviarles una suerte de báscula, semejantes a las que se usan en mercados de pescado y allí se amarran en un arnés y se pesan, enviando los datos al equipo médico.
Pero por datos de los parientes cuando los vieron por primera vez en un televisor de 32 pulgadas, y gracias al equipo de comunicación que envió un telón al fondo de la mina, saben que perdieron unos ocho kilos en esos días y que ya han recuperado, según el médico Díaz.
Pino aseguró además que cada día se ofrece un menú a los mineros, el almuerzo por ejemplo, puede ser una pechuga de pollo con puré de papas. Pero ningún plato de comida baja ya salado: la sal la coloca cada minero a la hora de comer simplemente para complacerlos y que cada quien sazone el plato a su gusto.
Aunque ofrecen menús distintos, la decisión sobre qué comen la toman Pino y su equipo. Y se hace un solo menú para los 33, no es que uno come carne un día al almuerzo y otro pasta. Si hay pasta todos la comerán. Y el postre puede ser frutas o helados, entre otros.
Después que “estuviste 17 días a oscuras, 17 días en que los primeros cinco días casi no pudiste respirar por el polvo, entonces tu tienes que decir, ‘no me morí’, eso ya te deja de asustar” y te estimula para seguir por eso trabajan, se entretienen por la noche viendo películas o leyendo cartas y duermen, dijo el sicólogo Iturra.
Dijo que se evitó enviar MP3, audífonos y vídeos porque pueden distraerlos y aislarlos del grupo y lo que desean en la superficie es que sigan unidos.
“Los MP3 con audífonos, si ellos están escuchando música y alguien los llame, les pide auxilio o le avisa algo, no están disponibles” o no escuchan, dijo Iturra. “¿Para qué (los video juegos)? Si lo que interesa es que estén juntos, no que se separen”, agregó.
La misma respuesta dio el sicólogo sobre porqué no enviarles películas de drama sino de acción o comedia, como Troya, con Brad Pitt, o La Máscara con Jim Carrey.
Enviarles una cinta de drama “sería crueldad mental”, sentenció.
Por VIVIAN SEQUERA (The Associated Press