El príncipe Guillermo cargó troncos, trabajó en el barro, cocinó y hasta limpió baños durante una expedición a una remota caleta de la Patagonia de nuestro país, experiencia que contribuyó a forjar el carácter del futuro rey mucho antes de que éste fuera entrenado por las fuerzas armadas británicas, informa la agencia internacional
Associated Press.
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Guillermo se tomó un año sabático después de terminar la escuela secundaria, y en diciembre de 2000 viajó a la Patagonia por 10 semanas. Tres de ellas las pasó en Caleta Tortel, un diminuto poblado de 600 habitantes, cuyas veredas, calles y costanera son de madera.
“En ningún momento el príncipe tuvo privilegios”, durante su estadía en Tortel, dijo a la Associated Press el alcalde de la comuna, Bernardo López, que se desempeñaba como guardaparques en la época en que Guillermo estuvo allí.
“Siempre se le veía cargar madera, herramientas, siempre trabajando, con botas de goma, muy embarrado”, contó el jefe del ayuntamiento.
El príncipe viajó a la Patagonia chilena como miembro del Raleigh International, una organización inglesa que forma líderes en expediciones a lugares remotos donde los jóvenes realizan trabajos voluntarios y científicos, además de participar en diversas aventuras.
Kate Middleton, su futura esposa y a quien aun no conocía, visitó la misma zona, un año después. Estuvo en Coyhaique, a 400 kilómetros de Tortel.
Guillermo y Kate se conocieron en la Universidad de San Andrews, en Escocia, y es muy probable que ambos conversaran sobre ese remoto lugar de la tierra que es la Patagonia, de sus bosques y ríos salvajes, de la sencillez y amabilidad de sus habitantes. Kate vino con el mismo grupo Raleigh International.
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Antes de conocerse, la pareja ya tenía una experiencia en común.
El obrero Haroldo Cárdenas, de 66 años, contó a la AP que trabajó en el mismo grupo que Guillermo.
“Hicimos con él 65 metros de pasarelas, de 1,30 metros de ancho. Trabajábamos pisando barro y piedras”, señaló a la AP. “También hombreaba madera, llevaba (en los hombros) tablones y rollizos, que pesaban entre 60 y 80 kilos…nunca lo escuché quejarse”.
El obrero recordó que el príncipe “era común y corriente, hablaba bien el español. Era bien amistoso y conversador”.
El joven, entonces de 18 años, trabajó con huemulesHas en el Parque Nacional Cochrane, ayudó a construir un cuartel de bomberos, pasarelas y anduvo en kayak.
“Trabajé con él en embaralao (haciendo pasarelas), hicimos pasarelas de madera aserrada, nos entregaban la madera elaborada con la que hacíamos las pasarelas”, señaló Cárdenas.
“Llovía mucho y demoramos más o menos una semana en hacer 30 ó 40 metros”, dijo.
Guillermo usaba guantes especiales para trabajar con la madera, pero claveteaba y pintaba con las manos descubiertas. Cárdenas nunca le vio ampollas en las manos.
“La experiencia en Tortel a todo ser humano lo coloca un poco más duro, más fuerte…(enseña) a sobreponerse a las dificultades de la naturaleza, al exceso de lluvia, de viento y al frío que hace en el verano”, dijo López aludiendo al efecto que la experiencia causó en Guillermo.
López precisó que Tortel se ubica entre los dos campos de hielo más grande del mundo, lo que transforma en clima en un adversario si no se es del lugar. La lluvia bordea los 3.000 milímetros anuales.
“Esto hace más fuerte a cualquier ser humano”, dijo.
Antes de llegar a la caleta, Guillermo también durmió siete semanas a la intemperie, en sacos de dormir, bajo carpas instaladas en los bosques de la región patagónica. Cuando estaba próximo a cumplir dos meses en Chile, el príncipe y su grupo llegaron a Tortel.
Guillermo y 14 compañeros se alojaron en una pequeña cabaña de madera, una antigua sede social, contó López, donde tuvieron que acomodar sus sacos de dormir en el piso de la sala: ahora tenían un techo, calefacción, proveniente de la estufa a leña, y agua, aunque no era potable. Se bañaban con agua fría.
Hace una década en Tortel se cortaba la electricidad a menudo y no había alcantarillado.
Pero no todo fue trabajo al aire libre. Guillermo también hizo turnos que incluían hacer el aseo, cocinar, lavar loza y barrer la sede social donde se alojaba.
Una fotografía del Servicio Nacional de Turismo en la web muestra al príncipe encuclillado limpiando el suelo de un baño y en otra se le ve soplando para encender el fuego en una estufa a leña.
“Trabajaba a la par con el resto de los voluntarios que vinieron. No había ninguna diferencia”, insistió el alcalde.
“Hacían de todo ellos…cocinaban carne, pescado, legumbres”, dijo el obrero Cárdenas, quien añadió que el príncipe también aprendió a hacer pan amasado.
Hortensia Escobar, telefonista de la municipalidad de Tortel, señaló que en varias ocasiones Guillermo fue a casa de Brunilda Landeros, quien le instruyó como amasar la harina para hacer pan.
Guillermo, además, enseñó un poco de inglés a los niños de Tortel, jugó y cantó con ellos.
López dijo que el trabajo comunitario realizado por Guillermo y su escuadrilla fue “bastante importante” porque construyeron una pasarela para unos vecinos que no tenían conexión.
El alcalde y el obrero coincidieron en destacar el carácter del príncipe como apacible, tranquilo, preocupado por su trabajo.
De regreso en Inglaterra, Guillermo declaró que lo que más le gustó de su experiencia en el extremo sur chileno fue “la fase de trabajo para la comunidad, mi favorita. El trabajo que uno puede hacer por los demás”.
“El pensar que estás contribuyendo a que la vida de las personas sea diferente y mejor, es lo que más me ha compensado de todo lo que he vivido en esta expedición”, añadió el futuro rey.
Agregó que “aunque existe la frontera del idioma, he podido comprobar que, a veces, no se necesitan palabras”.