Terminado Río 2016, escribí una columna titulada “Team Chile, equipo ‘Chicko’”, en alusión a que Bárbara Riveros y el joven Ricardo Soto fueron los únicos que generaron cierta ilusión. Hoy, concluido Tokio 2020, el balance no es muy diferente, con apenas un par que estuvieron metidos en la pelea por una medalla: Guillermo Pereira y Yasmani Acosta.
En el caso del primero, el golf tiene elementos similares al tenis, el mismo deporte que cosechó las últimas cuatro preseas para Chile, que acaba de completar su tercera cita sin subirse al podio. “Mito” y Joaquín Niemann no son frutos de un trabajo estructural, como no lo fueron Nicolás Massú ni Fernando González, sino de uno particular, el cual les permitió llegar a los Juegos ya instalados en la élite de su actividad.
El luchador grecorromano, a su vez, nació en Cuba y recién empezó a representar a nuestro país en el 2017. O sea, tampoco hubo un desarrollo de base con él.
Hacer una evaluación general de la delegación criolla resulta complejo, por la diversidad de disciplinas, por eso hay de todo, aunque con pocos que se superaron a sí mismos y muchos que estuvieron por debajo de sus propios rendimientos. Como sostuve hace un lustro, exigir medallas es “patudo”, pero lo que sí se puede pedir es que estén dentro de sus márgenes personales.
Los números macro del Team Chile, más allá de la mala racha sin metales, dicen que en Japón se consiguió igual cantidad de diplomas que en Brasil, incluyendo el de Macarena Pérez, octava entre nueve. En Londres 2012 se obtuvieron cinco…
Los “viejos rockeros”, puntales de esos logros, ya van en retirada y no asoman referentes de su nivel, por lo menos por ahora. Y eso que cada vez hay más recursos.
Santiago 2023 es la prueba de fuego.