“En días de la semana, en horas calculadas. Izamos la bandera, un grupo de piratas. Llamadas misteriosas, encuentros clandestinos. Hoteles alejados, lugares sin testigos”.
Así arranca la famosa canción de Los Auténticos Decadentes, muy ad hoc para lo que ha vivido en los últimos días Coquimbo Unido, que esta tarde-noche juega el -hasta el momento- partido más importante en sus 62 años de historia. Y también el más historiado.
Ya era una pena que, en condición de local, tuviera que hacerlo sin público en el Francisco Sánchez Rumoroso, pero bueno, la pandemia no discrimina y están todos en las mismas. Ya era injusto que se trasladara al Estadio Nacional y con aviso de última hora, pero por lo menos seguía siendo en Chile.
Ahora, que el encuentro se dispute en Asunción es una verdadera vergüenza. En un nuevo capítulo bochornoso del fútbol de este lado del mundo, donde hay cuatro actores involucrados, el club coquimbano, Defensa y Justicia -vaya nombre-, la Conmebol y el Ministerio de Salud, los menos responsables de la suspensión del jueves pasado son los “aurinegros”.
Y son los más perjudicados, teniendo que ceder su localía por un problema en el cual no tuvieron nada que ver. Está claro que quedaron en el medio de una lucha de poder entre el Gobierno chileno y el organismo rector del balompié sudamericano, que, tal como ha ocurrido históricamente, cree que está por encima de las jurisdicciones de los países.
Lo que también es bastante obvio es que si esto le hubiese pasado a un grande del continente, llámese Boca, River, Santos o Palmeiras, la decisión habría sido distinta. Pero, se sabe, hace rato que la Anfp perdió peso en Luque, donde poco importan los reclamos de un equipo que no estaba en los cálculos de nadie.
Esta Copa Sudamericana está manchada. Y resulta que los “piratas” han sido los más limpios.
“Somos los piratas, nos gusta la aventura, las noches de bailanta”.
Que así sea.
