Muchos de los futbolistas cuando se retiran, siguen ligados a la cancha por considerar el fútbol el motor de su vida. Algunos escapan a la norma y Jorge Manduca es de esos ejemplos.
Llegó a Chile desde Argentina en 2008, específicamente a San Marcos de Arica, pero fue en Barnechea donde escribió sus mayores logros con letras doradas y otras, con el gris de la decepción. Desde ese año 2012 cuando arribó a la tienda huaicochera, nunca más se movió de ahí hasta que se retiró a fines de esta temporada.
Ahora, alejado de las canchas, se dedica tiempo completo a su taller de desabolladuría y mecánica automotriz, ubicado en la comuna de Recoleta, casi en el límite con Conchalí. En ese galpón, entre autos y fierros, el ahora ex golero atiende al equipo de El Gráfico Chile para conversar respecto a su presente y el legado que dejó en el «Barne», como ídolo y leyenda viviente.
¿Cómo han sido estos últimos días? Imagino que de readaptación, tras tu reciente retiro y dedicado a tu negocio..
Sí, sobre todo del fútbol, aunque esto del taller lo tengo hace unos dos años. Antes estaba jugando y me dedicaba a esto en las tardes, ahora es más de tiempo completo. Pero como que uno no asimila después de tan poco tiempo, ya que terminando la temporada, uno siempre se toma un descanso. Pero la verdad es que estoy bastante bien y es algo que ya venía pensando. Nunca fue un tema el retiro y dije que el día que no me sintiera con las ganas dentro de la cancha, iba a dejar de jugar nada más.
Ser un referente, y como muchos dijeron, el primer y único ídolo de Barnechea, ¿Qué se siente?
Me siento halagado por la gente, por el cariño que me brindan. Uno va al estadio y el hincha me identifica con el club. A mí siempre me identifican con Barnechea y no con los otros clubes donde jugué. Es una responsabilidad también, porque al estar uno tanto tiempo ahí, empieza a absorber muchas cosas y tiene que hacerse cargo. Eso termina desgastándote más allá de lo futbolístico. Por ejemplo, en este último año tuve un primer semestre bueno y en el otro me costó poder arrancar. Y a partir de eso, comencé a meditar el poder retirarme.
Ídolo huaicochero
Manduca perdió la titularidad a mitad de año a manos del joven alemán Robert Moewes, quién terminó siendo el dueño del arco capitalino. Sin embargo, la mente del argentino comenzaba a despegarse de las canchas, aunque su vínculo con Barnechea fue total, hasta su último partido disputado el miércoles 31 de octubre, ante Melipilla. Allí, se retiró entre aplausos al minuto 78′. Lamentablemente salió lesionado.
¿Y por qué seguiste en Barnechea todos estos años? Jugaste en la Primera A, en la Primera B, en Segunda División…
Fue un tema de adaptación. Yo llegué al club (2012) y la verdad es que me sentí muy cómodo con la gente, tuve buenas campañas, y uno de a poco se va sintiendo importante en el equipo, en la misma institución. El cariño de la gente del club, de la hinchada, del pueblo, de a poco me fui arraigando a todo eso. Al final, fui pensando que eran mis últimos años y la parte económica no valía tanto como la comodidad y el querer estar en un lugar donde uno se siente importante y querido. Por eso decidí quedarme y sabía que me iba a retirar acá en Barnechea.
Esas razones escapan al común denominador de los futbolistas, que siempre piensan en jugar en mejores ligas o ganar más dinero…
Lo que pasa es que cuando uno tiene familia y llegar a una edad de 35, 36 años, sacarlos es difícil. Por ejemplo, el caso de mi señora, ella también trabaja y tendría que salir, movilizar todo eso para irte un año a otro lado, y después tener que volver… Poniéndolo en la balanza, Barnechea me terminaba dando más que otros clubes que futbolísticamente me podrían dar más cosas.
¿Te llegó algún ofrecimiento de otro equipo de Santiago, o de Chile?
Tuve ciertas posibilidades de ir a Huachipato, cuando llegó Hugo Vilches. Justamente nosotros estábamos en Primera A. Poniéndolo en la balanza, Barnechea era prácticamente lo mismo. En lo futbolístico, pudo ser más importante, por la posibilidad de jugar copas internacionales, pero decidí quedarme.
¿Cuál fue el momento más triste y el más feliz en Barnechea?
El más triste creo que fue cuando descendimos a Segunda (2016). Veníamos de descender de Primera A, después de Primera B, fue un año muy malo y nunca encontramos el rumbo. Uno con los años se da cuenta, se veía difícil que el equipo pudiera lograr el objetivo. Fue duro. De estar en Primera, en dos años estábamos en la última categoría profesional. Fue una experiencia de vida importante.
Un paréntesis, antes que cuentes la parte más feliz. Claramente en Segunda los ingresos monetarios son exiguos. ¿Tuviste que bajar tu sueldo por amor al club?
Si, lógicamente. Cobraba un mínimo de plata, que me servía para ir y venir de entrenar. Pero fue una apuesta que hice con el presidente, de sacar eso adelante. Él desde la parte administrativa y yo desde la deportiva. Gracias a Dios pudimos volver, pero fue duro porque es una realidad muy distinta.
Ahora si, el más feliz…
Claramente el ascenso a Primera (2014). Fue un año muy bueno, coronando un proceso que estuvo a punto antes (2012).
Manduca llegó a nuestro país en 2008 y estuvo en San Marcos de Arica, Deportes Copiapó y Coquimbo Unido. Sin embargo, a pesar de jugar en los tres elencos de manera regular e incluso, superar un complejo tratamiento contra un cáncer a la tiroides, siempre buscó más. Al parecer fue Barnechea ese lugar donde finalmente, pudo cumplir sus sueños y alcanzar la tranquilidad.
Y con esa misma mesura, se despide para seguir trabajando en su taller, lejos de la precordillera y del pueblito de Lo Barnechea.