Hace un par de semanas, cuando su destino era incierto, escribí una columna titulada “Vidal cae de cajón en la Juve de Cristiano”, cuando Barcelona ni siquiera aparecía en el horizonte del nacional. Entusiasmado por la presencia en la Vecchia Signora de Ronaldo, el amo y señor de la Champions en los últimos años, y dada la idolatría del Rey en Turín, creía que era el escenario perfecto para por fin levantar la Orejona.
Por eso el jueves, cuando despertamos con la inesperada noticia de que el volante estaba a una firma de llegar al Camp Nou, varios nos caímos de “culé”, porque salvo el hijo de Arturo, Alonso, nadie deslizaba semejante paso adelante. Con 31 primaveras, lesiones graves a cuestas y desechado por el Bayern, arribar al polo de atracción del fútbol mundial en la última década y media, al que todo jugador quiere ir, es un regalo caído del cielo.
En una jugada maestra del equipo que representa al mediocampista criollo, que acercó su nombre a Cataluña sabiendo que buscaban a un reemplazante para Paulinho, que Rabiot se estaba haciendo de rogar y que el de San Joaquín no implicaba una gran inversión para las alicaídas arcas azulgranas tras los millonarios desembolsos por Dembélé y Coutinho, el fichaje se cocinó en poco más de 24 horas. Notable maniobra.
El King la ha hecho de oro en su carrera, ya que ha sabido elegir clubes que se hagan fuertes en la liga local, por eso ha encadenado cuatro títulos seguidos de la Serie A y de inmediato tres consecutivos de la Bundesliga, y viendo el panorama post CR7, todo indica que los blaugranas son amplios favoritos de cara al próximo torneo español. Ahora, la Liga de Campeones es otra cosa.
La preciada ex Copa de Europa, su sueño incumplido, se le ha negado una y otra vez en Italia y Alemania, pero qué lugar más ideal para intentar la arremetida final que la Ciudad Condal, sedienta de revancha después del tricampeonato del archirrival, con un Messi aún en plenitud de condiciones. Los astros parecen alinearse y, a priori, tiene tres temporadas para ir a por ella.
Si la gana, siendo protagonista, no quedarán dudas -si es que todavía las hay- de que es el mejor futbolista chileno de todos los tiempos.
A falta de la Juventus, ¡benvingut el Barça!