Por Pablo Vargas Zec, enviado especial a Kiev.
Fue un día de lágrimas en el Olímpico de Kiev. Lloraban de emoción los ganadores del Real Madrid, en las gradas y en la cancha. Se atoraba con sus lágrimas el villano de la jornada, el arquero del Liverpool Loris Karius. Pero, antes de que el drama se desatara en la capital de Kiev, el delantero estelar de los Reds, Mohamed Salah abandonaba la cancha cuando apenas iban 24 minutos.
También lloraba el goleador egipcio. Iban 31 minutos cuando Jurgen Klopp se ve obligado a mandar el primer cambio: Adam Lallana iba a la cancha en reemplazo de Salah.
A los 25 minutos, el “Faraón” había recibido una falta en tres cuartos de campo. Sergio Ramos lo tironeó, le enganchó el brazo derecho, haciéndole palanca, y al caer se resintió fuertemente el hombro izquierdo. Entraron los médicos del Liverpool. Lo atendieron. Y, luego de largos 60 segundos en el suelo, se levanta con claras muestras de dolor.
Pasan tres minutos más, y Salah vuelve a tenderse en el pasto. No da más de dolor. Van 29 minutos, y el delantero empieza a llorar sobre el campo de juego. Se debe ir. No puede seguir jugando. En la media hora que estuvo activo, recibió un par de faltas, generó preocupación en esos primeros 15 minutos que el Liverpool pareció una tromba, pero no tuvo ocasiones claras.
Una jornada opaca, que puede ser peor. A falta de 19 días para el arranque de la Copa del Mundo de Rusia, es incierto que Egipto cuente con su estrella para el torneo.
Así, la falta de Ramos puede costar triple. No sólo por lo que significó para los Reds la temprana salida de su ariete, quien además perdió la ocasión de convertirse en el máximo goleador de la temporada (si hacía uno igualaba a Lionel Messi, si convertía dos, superaba al argentino), sino también por lo que puede terminar costándole a la selección de su país el habitual juego brusco del zaguero español.
El día más triste para el Faraón Salah.