«El tiempo lo cura todo», reza un viejo dicho. Una promesa incumplida que sólo se lanzó como muletilla para calmar el profundo dolor que provocó una inusitada tragedia que marcó al mundo del fútbol, derramando lágrimas de tristeza cuando el 28 de noviembre de 2016 el avión del humilde Chapecoense de Brasil se estrelló con la muerte, justo el día antes de su momento de gloria.
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Un año después del fallido aterrizaje forzoso del avión de la compañía LaMia que llevaba un plantel lleno de ilusiones desde Santa Cruz en Bolivia hacia Medellín para disputar la final de la Copa Sudamericana, el paso de los días y el recuerdo no han curado el corazón roto de los tres jugadores sobrevivientes al choque con una colina desconocida. La noticia nos sorprendió a todos esa noche y los testimonios generaron un choque emocional que no dejó indiferente a nadie.
Los homenajes se sucedieron, incluso en Chile, donde los minutos de silencio en las canchas fueron estremecedores, con ojos vidriosos y profundo respeto. Imposible no acordarse de como lucía el estadio Monumental totalmente pintado de verde en el clásico entre Colo Colo y la Universidad Católica, una de las postales que dejó el partido jugado un día después de la tragedia.
La muerte del humilde, la injusticia en la negligencia de unos inescrupulosos que querían ahorrar combustible para ganar dinero. Todo demasiado fuerte, como para dejar de ser una noticia mala para transformarse en una revisión general de cómo se deben hacer las cosas en la vida y en el deporte.
ESPAÇO PRA SEMPRE CHAPE! ⚽️🏹💚https://t.co/7pt10ZTQmm#PraSempreChape
— Chapecoense (@ChapecoenseReal) November 28, 2017
365 días y el corazón roto de un club sigue en pedazos, curándose en la figura de los tres jugadores que buscan seguir adelante con el recuerdo latente. Jakson Follmann fue uno de los sobrevivientes que en pleno Cerro Gordo, entre el barro y los restos del avión, se identificaba diciendo «soy el arquero». Punto de inicio de su nueva vida, que luchaba por no olvidar el pasado.
A partir de ahí, con una pierna amputada, se transformó en símbolo de cómo salir adelante. Ahora, incluso, se viste de corto y practica con el equipo que renovó este joven club fundado el 14 de mayo de 1973. Algo inusitado cuando sin entender nada llegaba a un hospital de Colombia con el siguiente testimonio: «me desperté en el bosque. Abrí los ojos, pero todo estaba muy oscuro. Estaba lloviendo, hacía mucho, mucho frío. No podía ver, sólo podía oír cosas. Mucha gente gemía pidiendo ayuda. Comencé a pedir ayuda también, pero no tenía ni idea de dónde estaba. No tenía ni idea de que me había caído de un avión. Sólo recuerdo haber dicho que no quería morir».
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Sus palabras recogidas en una entrevista con el sitio estadounidense The Players Tribune , demuestran la expresión de humanidad de los protagonistas. El arquero se casó con la novia de toda su vida y hoy comenta en televisión los partidos del Chapecoense, además de transformarse en un embajador dando charlas para que en vez de que el tiempo sea olvido, se convierta en justicia
«Bueno, perdí la pierna, sí, pero estoy caminando, estoy conduciendo. Estoy viviendo una vida feliz. Creo que si tienes una buena actitud, si todavía recuerdas cómo sonreír, entonces todo estará bien, no perdí el gusto por vivir, especialmente después de todo lo que pasó. Siempre he despertado con una sonrisa, desde que era un niño que soñaba con ser portero, gracias a Dios pude vivir ese sueño durante 12 años. Me dieron esa bendición en la vida. Yo vivo el momento. Yo vivo para hoy. El mañana pertenece a Dios», señaló hace un tiempo el meta que amparado en la figura religiosa sigue batallando día a día.
Alan Ruschel y Helio Neto, mucho más que las penas del fútbol
Neto tuvo dos sueños premonitorios antes de que todo sucediera. Uno bonito con la promesa de volver a Chapecó con la conquista de la Copa Sudamericana entre los vítores de miles de fanáticos. El otro, una pesadilla de la que despertó contándole a su pareja que «había estado en un accidente de avión. Estaba en el avión por la noche, y había mucha lluvia. Entonces el avión se apagó. Cayó del cielo. Pero de alguna manera pude levantarme de los restos. Salí y estaba en una montaña por la noche. Todo estaba oscuro».
La pesadilla fue tan chocante que antes de despegar le envió un mensaje a su novia pidiendo que rezara por él. Hoy mira la vida con la impresión que deja lo sobrenatural y vuelve a dar gracias por estar vivo, esforzándose diariamente para cumplir con su objetivo de volver a las canchas, una proeza que podría darse el 2018.
Neto entrena diariamente para cumplir con la promesa que hizo a sus compañeros en pleno avión:»Se suponía que moriría ese día. Dije mis últimas palabras en voz alta. Dios me dio una segunda oportunidad, y haré todo lo posible para honrarlo, y para honrar a todos mis amigos que se han ido«, señala convencido que a sus 32 años lo logrará. Por mientras, alterna los entrenamientos con otras actividades, como cuando aprovechó su tiempo libre para escribir un libro con su experiencia.
La misma entrevista en The Players Tribune la cierra contando el otro sueño que tuvo en la previa del trágico viaje, con un emotivo relato que presentamos a continuación:
Antes de subir a ese avión a Colombia, soñé que volvíamos a Chapecó después de la final. Me imaginé a todos en las calles gritando: «¡Somos los campeones!» Todo el mundo estaba tan feliz, y había tanto amor. Me imaginé estar encima de un gran camión de bomberos, celebrando en el desfile con toda la ciudad.
Cuando volví a Chapecó después del accidente, tuve que ir en un vuelo desde Colombia para regresar a Brasil, y estaba muy asustado. Cuando aterrizamos, estaba llorando. Todo fue muy abrumador.
Luego dejamos el avión y entramos al aeropuerto, estaba lleno de gente para apoyarnos. Fuimos al hospital, y estaba lleno de gente. En todas partes, había amor. Era surrealista. Fue muy emotivo.
Cuando vuelves de lo que hemos experimentado, te cambia. Te marca para siempre. Pero si soy honesto, mi mentalidad es la misma. Todavía veo lo bueno del mundo. El accidente me enseñó a apreciar las pequeñas alegrías de la vida.
Esta esperanza también queda demostrada en Ruschel, el que más rápido se puso de pie e, incluso, fue protagonista, junto a los nuevos jugadores del Chapecoense, al enfrentarse al Barcelona en una jornada de extrema emoción ocho meses después de lo ocurrido. El lateral izquierdo de 28 años estuvo a punto de quedar parapléjico por las punzantes heridas que sufrió entre medio del fuselaje del avión, pero ahora se ganó un puesto en la planilla estelar.
Su nueva vida ha sido intensa y dentro de las canchas no ha decepcionado: a partir del Trofeo Jean Gamper, donde apuntó al cielo homenajeando a los caídos, ya ha disputado seis partidos oficiales, el primero fue jugando contra el Flamengo, en la misma Copa Sudamericana que un año antes cambió sus vidas. Los cinco partidos jugados en el Brasileirao (cuatro como titular) y las 12 apariciones en el banco de suplentes, demuestran su plena vigencia.
«Para mí, celebrar la vida es lo más importante. Si el accidente me enseñó una lección, es que no sé qué va a pasar en 10 minutos. No sé qué va a pasar cuando salga de esta habitación. Mi mensaje a cualquiera que esté escuchando es perseguir sus sueños. Si realmente quieres hacer algo, hazlo. Vivir la vida al máximo. No sabes lo que traerá el mañana», dice emocionado a un año de la gran tragedia, demostrando que el tiempo no es olvido, si no, aprendizaje y procesión para transformar una pesadilla en un sueño en que el fútbol queda a merced de la vida.