Tranquilo y sonriente, enumerando anécdotas de todo tipo y mostrando con orgullo una fotografía junto al astro argentino Diego Maradona. Así, Carlos Ramos, comienza a narrar sus recuerdos de una «locura» que lo tuvo como actor principal de un conflicto que logró cambiar radicalmente la realidad del fúbol chileno. Hace exactamente 20 años, este retirado mediocampista era el personaje más nombrado en la prensa chilena: la razón, liderar la más potente huelga de futbolistas que se ha visto en nuestras tierras.
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El 13 de septiembre de 1997 se materializó una histórica paralización de actividades en el fútbol rentado de Chile, la primera gran huelga a nivel masivo que se concretaba en una nación aún dormida por los mortíferos efectos que dejó la dictadura de Augusto Pinochet ¿Los motivos? Luchar por derechos laborales que dignificaran la realidad de los jugadores, como el pago de cotizaciones previsionales o el fin de los contratos prorrogables unilaterales, que dejaban en una especie de esclavitud a los futbolistas frente a los clubes.
Ramos, como presidente del Sifup en aquel entonces, tuvo la misión de comandar dicha huelga, la que remeció al mundo del fútbol, pero también a un país entero. Fue una «guerrilla», según el propio dirigente, el que hoy, muy alejado de la primera línea del balompié criollo, remarca la trascendencia histórica de la histórica gesta del 97.
Transcurridos 20 años de la huelga ¿Qué valoración haces de lo ocurrido el 97?
Después de tantos años, recuerdo aquella huelga con mucho orgullo y autoadmiración. Lo que se hizo comenzó como una locura, que se pensó más bien de modo romántico, como un sueño, pero con el tiempo se logró que la gente se acoplara, todo a punta de trabajo. Sin desmerecer ni mirar en menos a los que estuvieron anteriormente, pero nosotros hicimos un cambio profundo: antes de nosotros el Sindicato era más bien un tema social, de ayuda, de beneficencia, un asado, un partido, nosotros lo primero que establecimos que íbamos a ir de lleno a lo legal, a pelear por temas grandes, nos fuimos derechamente a lo que tenía que ver con los derechos de los futbolistas, por ejemplo la previsión o derechos de imagen, algo que nunca se había hablado.
¿Por qué en el comienzo fue una «locura»?
Porque ese principio fue difícil, era hacer conciencia con ejemplos claros de lo que ocurría, hablarles a los futbolísticas de la vejez sin cotizaciones, ejemplos sobre eso habían varios y tristes. Había que hacer entender que si te sacaban algo de sueldo era para tu futuro, era generar conciencia y para ello nos pegamos unos viajes inolvidables en micro, en buses, recorrimos los camarines del norte, del sur, fue como evangelizar. En el camino nos encontramos con cuestionamientos de los mismos futbolistas, habían algunos que no entendían, pero la clave fue que fuimos a pelear situaciones grandes y todo esto culminó con un gran éxito que fue la promulgación del Estatuto del Futbolista. Hoy en día, por ejemplo, el caso del joven (Ariel) Uribe de Wanderers, es posible gracias al Estatuto, porque el club ya no puede tenerlo atado y pasar por encima de sus derechos.
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Pero después fue agarrando mucha fuerza…
Fuimos estirando el elástico hasta donde diera. Para mí, en cierto momento, fue difícil. Al principio todo paro es simpático, te felicitan ‘están peleando por sus derechos’, ‘colaboro contigo’, todo eso, pero pasa una semana y empieza a cambiar la cosa. En ese tiempo habían muchos arreglos entre dirigentes y jugadores y esos arreglos se utilizaban para intentar quebrar la huelga.
¿Cómo fue enfrentarse al poder que tenían en ese tiempo los dirigentes del fútbol?
Habían algunos personajes duros, hay que recordar que veníamos del tiempo de la dictadura. Lo que hicimos nosotros fue muy admirado por otros gremios que después nos comenzaron a llamar para saber cómo lo habíamos hecho, vino el sindicato de los actores, entre otros. Entre esos personajes duros de enferntar me acuerdo mucho del presidente de Osorno (Alejandro Kauak), que lo más suave que decía de nosotros es que éramos extremistas, nos trató así, para qué decir el de Arica (Iván Paredes), que era militante del Partido Socialista y alcalde de la ciudad, pero fue el primero que despidió a todo el plantel por la huelga. Con eso se creó todo un tema país, de partidos políticos, se metieron los más capos a dar su opinión, el paro se hizo más fuerte por lo que pasó en Arica, fue un detonante de fuerza.
Hasta el Gobierno, a través del entonces ministro del Trabajo, Jorge Arrate, tuvo que interceder…
Pasamos de lo estrictamente deportivo a lo político y en lo político comenzamos a conocer el manejo del poder. Yo entré como en todas las revoluciones, con ganas de darles a todos, pero entendí que no era tan así, que no siempre iba a lograr el cien por ciento de las cosas que se pretendían. En la política todo tiene un manejo especial, por ejemplo, en medio de la huelga nos tenían que entregar un informe sobre el cálculo total de la deuda previsional de los futbolistas en Chile, miles de millones de pesos, pero no nos querían entregar una copa de ese informe, porque ese documento iba a servirle a otros trabajadores en Chile para reclamar lo que se les debía en materia previsional.
¿Te llegaron ofertas para dar el salto a la política?
Un montón, todo tipo de ofertas. Yo soy de tendencia de izquierda, pero no me interesó nunca meterme en ese ámbito. Me invitaron varias veces, que los apoyara, que participara en tal acto, que fuera a tal almuerzo, pero la idea era otra en ese momento y la mantengo hasta el día de hoy. Y hasta ahora último me han ofrecido a ser candidato a concejal y a otras cosas, pero eso no es lo mío.
¿Qué fue lo mejor que te tocó vivir durante la huelga del 97?
El gran compañerismo de Mario (Salas) y Carlos (Soto) que estuvieron conmigo en la dirigencia, también tengo un gran recuerdo de Luka Tudor y Nelson Parraguez, que si bien tenían una situación muy privilegiada respecto al resto de los futbolistas, mostraron absoluta solidadidad, algo admirable considerando de dónde vienen ellos. Los ‘comunistas de arriba’ les decíamos con humor. También ayudó mucho el Beto Acosta, Pedro Jaque en Cobreloa y otros como Marco Cornez que incluso le costó su trabajo en Coquimbo. Se me quedan varios nombres, pero destaco a todos los que nos apoyaron de forma espectacular, a Mario sobre todo porque él estaba jugando en Colo Colo. Yo ya estaba retirado y Carlos estaba muy cerca del retiro, pero Mario estaba activo y en Colo Colo. Mario, que llegaba en micro y con su morral, era de ir al choque conmigo, mientras que Carlos era más diplomático. Ese compañerismo fue de lo mejor que dejó la huelga.
En contraparte, liderar el proceso te costó recibir amenazas de muerte…
Lo de las amenazas de muerte fue duro porque lastimó a mi familia. Eso fue durante la segunda semana de paro, llegaron papeles a mi casa, no sé si fueron con una intención real o bien alguien quiso hacerse el chistoso, pero uno sabe que detrás de todas las cosas hay intereses creados, aunque nunca tuve seguridad que en el caso de esas amenazas se tratara de algo así, pero sí, en su momento fue tema. Lo otro malo fue la decepción que me llevé de gente que estimaba, pero con el tiempo entendí que era así. Hablo de personajes importantes en el fútbol chileno.
¿Qué significa la huelga del 97 para lo que vino después para los futbolistas en Chile?
Si analizamos lo que ha sido el Sifup de esa fecha ahora y lo relacionamos con procesos importantes del mundo, la guerrilla la hicimos nosotros, nos metimos al pantano y tiramos balazos, lo diplomático vino después y lo hizo Carlos (Soto) y lo hizo bien, llegó a tener un puesto en el Fifpro, entre otras cosas, por su buena labor. Obviamente hay un cambio profundo y hay un resultado fabuloso, que se materializó con la promulgación del Estatuto del Futbolista en 2007. Hay que esperar que los que están ahora tengan la capacidad de mantenerlo bien y que no transformen en sindicato en otra cosa.
¿Cómo ves el estado actual del sindicalismo de los futbolistas en Chile, sobre todo la actitud frente al tema de los más jóvenes?
En el caso de los jóvenes es difícil hacer un juicio, porque no son muy dados a estar al tanto de sus derechos, ellos prefieren jugar y concentrarse en eso. Pero me sorprende que aún no exista una capacitación, una preocupación por enseñar y aprender por parte de aquellos que manejan el fútbol y también los papás de los mismos muchachos. Por ahí todavía no hay un cambio profundo, nos falta mucho a nivel de cadetes hacer educación en cultura deportiva, la cosa de los papeles la dejamos de lado y actualmente este tema es importantísimo, sobre todo por las cifras que se manejan. Pero a la directiva actual del Sifup la he visto bien, tienen carácter, más allá de que en un momento fuiste peleador, en el momento de ser dirigente hay que demostrar carácter y creo que los que están ahora lo están demostrando, tienen ya un puesto ganado y tienen una presencia en el fútbol chileno, porque el sindicato tiene esa presencia ganada desde hace rato.