Por Álvaro Bley – @alvarobley
Medio partidario Frecuencia Cruzada
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Cuando veía jugar a futbolistas como Daúd Gazale o J.J. Morales pensaba que igual yo podría haber sido futbolista. Nunca fui muy bueno, pero sentía que igual podía haber hecho las cosas que hacían ellos: aguantarla, inventarme faltas, presionar, mantenerme siempre habilitado. Habían cosas como el cabezazo o el pasarme a algún defensa que quizás en mi amateurismo nunca pude lograr bien, pero pensaba que con el entrenamiento que tienen, que si yo hubiera estado desde los 12 años jugando todos los días, lo podría haber logrado.
Estas reflexiones hacían que yo minimizara la labor de los futbolistas y que creyera que más de la mitad de los jugadores profesionales en Chile estaban ahí por pura práctica y azar, pero no por tener más talento que el resto. Obviamente esta era una reflexión sin saber cómo funciona la industria de jugadores de fútbol, sin haber hecho cadetes y sin ni siquiera haberme ido a probar a alguno de los llamados masivos que hacen los clubes. Pero era una sensación que me quedaba después de verlos en cancha a ellos, a ese estilo de jugador que cumple, que hace lo que tiene que hacer, pero que visiblemente no muestra ninguna clase de talento particular.
En mi quizás demasiado largo proceso de maduración superé esta idea y ya no la tuve más, porque fui consciente de todas las pruebas que hay que pasar para llegar a un primer equipo, de los pocos que debutan en el profesionalismo. Obviamente algo hay que tener y yo, que ni siquiera era de los mejores de mi curso en el colegio, nunca hubiera podido alcanzar el nivel.
La cosa es que viendo el partido de ayer de nuevo se me vino la idea a la cabeza, pero ahora en un sentido inverso, desde el asombro de la muy buena técnica que hay que tener para estar a la altura en este tipo de partidos. Pisadas, piques, pararla con borde externo, pelotas que vienen a la altura de la canilla que hay que controlar, filtrar pases entre dos o tres defensores que se te vienen encima. Es difícil, muy difícil. Me pienso a mí mismo en la oficina y que me dan unas tareas y tengo un par de horas para hacerlas, para leer lo que escribí y reflexionar, pensar cómo se podría hacer mejor, si es que lo abordé bien, etc. Santiago «El Tanque» Silva, en cambio, por ejemplo, tiene 5 segundos para resolver una acción que, si bien siempre está buscando, se le da sorpresivamente una vez cada tres o cuatro partidos: quedar solo frente al arquero por un error de la defensa. Tiene que decidir en medio segundo, con el arquero ahí y con la tensión de 12 mil personas. Lo más probable que bajo esas circunstancias uno tome siempre una mala decisión. También lo hizo Silva, pegándole abajo, feo, al lugar donde estaba el arquero.
Conversaba con la gente con la que me devolví de San Carlos ayer en la noche y hablábamos que después de perderse un gol así uno se desmorona, dejas de creer en tus propias cualidades y los fallos se van sucediendo cada vez que intentas entrar en juego. Eso le pasa a las personas normales. Pero Santiago Silva se demoró apenas medio minuto en volver a entrar al partido: con rabia se pegó con las manos abiertas en la cabeza, se le acercó Buonanotte que le dijo quizás qué cosas, dándole ánimo probablemente, y listo. Volvió a aguantar, pivotear y distribuir con mucha precisión en ataque.
El gol fue otra gran muestra de técnica y precisión. Primero un toque leve, dos pases en medio metro que intuyo se hacen para mover a la defensa, para distraerla y dar la sensación de que no se sacará el centro esperado. Pero se saca igual, dos segundos después de que te hicieron creer que no. Se pierden un poco las marcas, Silva gana la posición acercándose al centro del área, Kalinski espera y choca al marcador para que el Tanque entre solo. Salta y cabecea la pelota dándole la dirección precisa: que de bote antes de que le llegue al arquero, así le pasa por encima cuando ya está tirado.
Darse cuenta de la cantidad de factores que juegan para que ese gol sea posible me hacen pensar en lo difícil que es el fútbol. Que hagan un foul justo en esa parte del área, que no se falle en los toques iniciales, que Fuenzalida la ponga justo un par de metros antes de la posición que está Silva para que él arremeta, que Kalinski y Kuscevic estorben a los defensas y todo eso es nada si el Tanque no hace una muy buena ejecución de cabeza, una de las partes del cuerpo más difíciles de maniobrar. Belleza que tiene como consecuencia la alegría, la emoción, dormir poco y no saber qué hacer contigo mismo el día después.
Gracias a todos los que hicieron posible el partido de ayer.