Por Álvaro Valenzuela Pineda
Colaborador Asociación Hinchas Azules
La siguiente columna es una confesión, partiré reconociendo que llevo más de 25 años asistiendo al Estadio Nacional, que mi primer partido viendo al equipo mágico fue en un 0-0 horrible contra Palestino. Tiempo después supe que ese equipo de azul y rojo que me enamoró en esa aburrida noche en Ñuñoa, estuvo a 4 puntos del descenso y terminó jugando la liguilla para no irse a segunda. Ese mismo año, en la vereda del frente se celebraba un hito histórico para el fútbol chileno. Confieso que grité como nadie el penal del Pato Mardones en El Salvador, que me volví loco en el 3er gol de Canales en la final del 2011, que se me cayó una lágrima en la final contra LDU, que fui muy feliz entre el 99 y 2000.
Confieso que lloré a mares en la semifinal con Boca, que no aguanté la tristeza en una liguilla de Copa Libertadores en donde Almada nos clavó por 3 jugando en la UC y que me cuesta hablar de las finales del 2005 o 2006. Confieso que muy pocas veces he estado tranquilo viendo un partido, que me dolió hasta el alma el periodo de la quiebra, la gestión de Capitano y el actual momento. Confieso que me gustaba el doctor, que desconfiaba de Lino Díaz, que me daba vergüenza tener de presidente a Valdés, Yuraszeck o tener actualmente a Heller, no sólo como personas, sino por lo que representan. Confieso que gozo cuando tipos como ellos o Délano son dejados en evidencia frente a toda la opinión pública.
Confieso que nuevamente sentí orgullo de ser azul en la última semana, con una junta de accionista en donde la voz del hincha de la U, del que la ama, al que le amarga o le alegra la semana una derrota o un triunfo, del que la sufre, esa voz se dejó oír tan fuerte como en el Nacional ante un tipo como Heller, omnipotente en la economía chilena, en el país y que cree que nuestro club es uno más de sus juguetes. Para algunos quizás fue sólo un saludo a la bandera, para mí fue un grito contenido, un rugido de leones heridos, pero no muertos, que están dispuestos a dejar todo por volver a ver a la U libre, de y para sus socios, en donde no mande el dinero sino el cariño al club.
Sentí orgullo que Heller no tuviera más escapatoria que escuchar lo que tenemos que decir, que su cara desfigurada demostrara que aunque sea un controlador absoluto de una S.A. que se robó, la primavera azul no se la llevará gratis, que no lo dejaremos ni un segundo tranquilo hasta que nos devuelva lo que nos hurtaron. Lo que ocurrió en el Movistar Arena es una muestra palpable de lo que tenemos que hacer como camaradas: eso es tomarnos todos los espacios disponibles, los pocos segundos que nos escuchen y las pocas palabras que nos dejen decir, hay que tomárselos y no soltarlos. Que sepan que ante todo y sin importar el momento, lugar o instancia, vamos a seguir soñando con una U libre de sus captores, vamos a seguir cantando que volveremos a ser club. No sueñen ni por un segundo, que lo hemos olvidado.
Confieso que me sentí conmovido de la cantidad de gente que asistió el viernes pasado al estadio, en una semana en donde ni el plantel ni el entrenador dieron muestra alguna de lucidez, por lo menos el hincha respondió y de qué manera: más de 25.000 personas que nos sitúan como el local con mejor asistencia en la peor campaña azul en más de 15 años. Eso se llama amor.
Confieso que no le creo nada a nuestro entrenador, que pienso que su gestión es paupérrima, que se ha equivocado en todas las decisiones que ha tomado, tanto dentro como fuera de la cancha, confieso que siento que su crédito es mucho mayor al que merece, que su aporte al club fue bajísimo y que se esfuerza por demostrar cada fin de semana que el puesto le quedó gigante. Pero no es su culpa del todo, acá hay gente que lo puso en un cargo para el cual no estaba ni remotamente preparado, que pensó en callar las críticas de la galería con un profesional que gozaba de cariño de gran parte de la hinchada.
El fondo de todo esto es la falta de proyecto. Y me pregunto, ¿qué tienen en común nuestros últimos entrenadores? ¿En que se parecen Lasarte a Beccacece o a Figueroa? ¿Qué busca en la cancha la U? ¿Alguien ha escuchado la opinión sobre el accionar azul del gerente deportivo, el señor Lagos? ¿alguien puede reconocer en la calle al señor Lagos? ¿Existe alguna relación entre Beccacece y la formación de nuestras fuerzas básicas? Preguntas que quedan en el aire y a nadie le interesan contestar desde el CDA. Como tampoco nadie se hizo responsable del papelón del famoso asado en La Pintana, nadie da la cara.
Confieso que esta locura no se me va a pasar, que ya tengo 30 años y sigo gozando cuando el equipo sale a la cancha. Confieso que no voy al estadio por los que juegan en el verde campo, confieso que no voy por el que está sentado en la banca o lo mira desde el palco. Voy por la camiseta azul y ese amor eterno que le juré. Voy porque confieso que no imagino la vida de otra manera.
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