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Por Javier Rios R.
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La tendencia es comentario habitual en las tribunas de los hipódromos chilenos, donde en la última década se nota una creciente migración de fanáticos del fútbol que prefieren la tranquilidad de la hípica, en parte por la seguridad que entrega en todas sus jornadas.
En ese aspecto, el nombre de Enrique Marín Gallo resalta por su mano dura y disciplina como jefe de inspección del Club Hípico. La gente lo saluda afectuosamente y recuerda al funcionario que cumple 10 años en el cargo por sus enérgicos cobros como árbitro de fútbol, durante dos décadas de trabajo en las canchas nacionales.
«El cambio no fue traumático, pero cuando era árbitro controlaba a 22 jugadores que estaban bajo mi justicia y había un tribunal que castigaba a los que se portaban mal. A su vez, aquí hay variedad de personas y tienes que empezar a aplicar la experiencia de la cancha de fútbol para que no se desordenen», cuenta a Publimetro el ex hombre de negro, que ahora no se pierde detalle de lo que ocurre en el recinto de Blanco Encalada.
De vuelta al cambio del fútbol a la hípica, Marín estima que la gente prefiere ir a los caballos porque se da un ambiente familiar: «Se nota la elección, el público en los estadios sólo llega para los partidos más importantes. Si vas al estadio corres el peligro de las barras bravas, conflictivas, que cuestionan la llegada de la familia. En los hipódromos tenemos un ente de seguridad que va desde los autos hasta las tribunas. Damos comodidad, pese a que muchas veces igual se acercan personas que no son muy buenas».
El árbitro, muchas veces polémico durante las décadas de los 80 y 90, dejó las críticas y ahora sólo recibe elogios por su labor en el recinto, donde se volvió a encontrar con Carlos Heller. El presidente del Club Hípico y Azul Azul lo tiene como su «protegido». «Estoy agradecido del fútbol por conocer gente así. La personas del directorio son todas afables, me dan toda la confianza. Yo soy como el ‘regalón’ por mi trabajo», cuenta sobre el trato que tiene con la plana mayor del centro hípico.
Profundizando su relación con el dirigente, Marín cuenta que nunca recibió presiones de su parte, ni en la época del fútbol ni ahora que se mueve entre purasangres: «Es intachable. Lo conocí cuando yo estaba a cargo de los equipos de Tercera División y el tenía a Iberia. Nunca hizo un amago de insinuarme alguna cosa. Cuando jugaba su equipo yo lo iba a saludar de forma amable y no tocábamos la parte futbolística», relata, y afirma que ni en broma, le sacó en cara algún error arbitral en contra de Universidad de Chile en el pasado.
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De vuelta a la pista de pasto donde se lleva a cabo una nueva carrera, Marín confiesa una rareza. «No soy de apostar, pese a criarme en la plaza Chacabuco, al lado del Hipódromo. Creo que fui dos veces y sólo para ir de fiesta», comenta entre risas, y reafirma que, pese a la proximidad, «quiero mantenerme lo más alejado por el bien de mi trabajo. Tengo muchos amigos de barrio que son fanáticos y a veces me dicen ‘Enrique, éste va a ganar’, pero yo les digo ‘no'».
Son 30 años de fútbol y 10 de hípica en el cuerpo, aunque para Enrique Marín Gallo lo más importante no es la pelota ni las herraduras. Él sueña con un deporte justo y donde el orden propicie la diversión familar. El Club Hípico se lo agradece.
GRAF/JR