El Gráfico Chile

Columna de la UC: Con la fuerza de Ormeño, las manos del Tati y la magia de Conca

Este 22 de diciembre se cumple una década del recordado título de la Universidad Católica del Clausura 2005. La definición fue ante la U y la Franja se impuso en los penales.

Por Teko Silva – @teko_silva_
Medio partidario Frecuencia Cruzada

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Habían pasado 44 años desde que definimos por última vez un título con la U. Más de cuatro décadas que no gritábamos ¡campeón! delante de nuestro clásico rival. Y esa tarde soleada del 22 de diciembre de 2005, nos iba a regalar una nueva oportunidad.

Con más de 35 mil cruzados en el Nacional (hecho que generó la sorpresa de la “generación San Carlos” que no sabía que la UC era capaz de convocar esa cantidad de gente), los dirigidos por Jorge Pellicer salieron a la cancha convencidos que la campaña previa (punteros invictos de la fase regular y récord de valla imbatida del Tati de 1.053 minutos sin recibir goles) y la merecida victoria en la primera final (1-0), daban los merecimientos más que justos para obtener la novena estrella.

En la final de ida, Católica se tuvo que sobreponer a un arbitraje contemplativo ante la violencia azul. El muy mal recordado “Indio” Moreira le partió la cabeza a Darío Conca con un codazo y minutos después le rompió el labio a Jorge Quinteros con otro codazo cobarde, que no merecieron más que una tarjeta amarilla por parte del tipo de negro que impartía justicia esa tarde, Pablo Pozo. Y mejor no nos recordemos del absurdo gol anulado al “Polo” en el primer tiempo.

Pero volvamos a la final del 22. Los Cruzados salían a la cancha con José María Buljubasich al arco, Mauricio Zenteno de líbero, Albert Acevedo y Jaime Rubilar de stoppers. Al medio, pura categoría en Jorge Ormeño y Francisco Arrué. Como laterales volantes iban Alejandro Osorio y Eros Pérez. Delante de ellos, el talento de Darío Conca, para dejar en ofensiva a Jorge Quinteros y a Eduardo Rubio, nuestro capitán y autor del penal que nos dio la victoria en la ida.

Arbitró el señor Selman.

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Para recordar el duelo: el estilo Pellicer, de posesión con intención, salió a imponerse desde el minuto uno. A pesar de lamentar la sensible ausencia de Facundo Imboden en la línea de tres, los de la Franja salieron a arrinconar al rival en su terreno. Y el premio llegó a los cinco minutos de partido. En un reflejo de lo que era esa UC, Ormeño quita un balón en el medio y la entrega con criterio. Entre Osorio y Arrué arman una pared de fantasía y “Janino” se la clava con sutileza y categoría a Jhonny Herrera. Golazo y más de la mitad del Nacional estalla en un grito afónico.

En el medio, la UC no solo tenía juego, también tenía una “presencia” tan necesaria en estas instancias. Ormeño imponía su fuerza en la lucha y aportaba claridad en la salida, como a lo largo de todo el torneo. La UC estaba a 45 minutos de coronarse campeón invicto del torneo de Clausura del 2005. Pero como nunca se nos ha dado nada fácil, la etapa de complemento encontró a un rival que pasó a jugar con 12.

En el complemento, la U responde con un pelotazo largo, sin mayor destino, a la cual corre Droguett, la pelota sale claramente sale de los límites del campo, el Tati levanta la mano pidiendo saque de valla, pero Selman se hace el desentendido, la defensa no reacciona y Salas anota el empate. Y llega el descontrol por varios minutos, una vez más tenemos que sufrir, sufrimiento que se intensifica luego que Rivarola anota el 2-1.

Pellicer remece al equipo desde el borde del campo, les grita y les transmite confianza. Con un gol más aseguramos el título, pero un gol más del rival nos quita todo. En el último cuarto de lucha, el plantel resiente una temporada larga. El Cuerpo Técnico no creía en las famosas “rotaciones” y la UC jugó a tope cada competición. Quizás en la semifinal de vuelta con Boca faltaron piernas para amarrar el paso a la final. Mismas piernas que faltaron en esos tensos minutos.

Cuando el juez da por terminado el partido, la hinchada de la UC recorre en pocos minutos todas las frustraciones acumuladas en esos años: las semis perdidas con Unión, los penales de Acuña, el tiro libre de Sierra a Cauteruchi. Muchos, muchos frustrados recuerdos pasan y pasan por la cabeza de los que estaban en el estadio y de los que lo miraban por TV. Pero Pellicer no estaba para cuentos. ¡Cinco de cinco! gritaba. ¡Cinco de cinco!…..y efectivamente fueron cinco de cinco. Conca, Arrué, Luis Ignacio Quinteros y Fuenzalida no fallaron. Waldo Ponce sí.

Y el título estaba ahí, al alcance de un penal. El “Polo” en una caminata eterna hasta el arco sur y Herrera ya no provoca, espera en silencio. Quinteros le rompe el arco y se abraza con Tati. En el tablón nos abrazamos todos, era la novena estrella. Ganada en forma sufrida, pero ante el clásico rival, eso se disfruta doblemente. Éramos campeones y nada más importaba. Éramos campeones y la novena bajaba de forma limpia, clara y honesta, a la manera de la UC. Con la fuerza de Ormeño, las manos del Tati y la magia de Conca.

GRAF/PS

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