Ya estamos en otoño y la pregunta que todos los santiaguinos se hacen es ¿cuándo llueve en la capital? La respuesta de acuerdo con la Dirección Meteorológica de Chile y su pronóstico estacional: “todo depende de lo rápido y veloz que evolucione el panorama los meses que vienen”.
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El organismo a través de la Oficina de Servicios Climatológicos, publicó este lunes un informe que da cuenta de cómo vendrán los próximos meses en el país y cuáles son los fenómenos climáticos que afectarán al Océano Pacífico y de paso a nuestro país.
El informe establece que en materia de lluvias para el trimestre abril-junio, que en la zona Aysén y Magallanes sea más lluvioso de lo usual con acumulados totales que superarán los 207 mm en Balmaceda y los 128 mm en Punta Arenas.
Para la Región de Los Ríos y Los Lagos, las categorías más probables para este trimestre de otoño e inicios de invierno corresponden a la condición normal y sobre lo normal, equivalente a más de 430 mm en Osorno, mientras que entre el Biobío y Araucanía se esperan rangos normales de lluvia.
En el caso de la zona central, el trimestre de abril-mayo-junio de 2018 presentará rangos deficitarios de lluvia entre el sur de la Región de Coquimbo y la Provincia del Ñuble, con montos de lluvia totales estimados que alcanzarán como máximo 112 mm en Valparaíso, 91 mm en Santiago y 208 mm en Curicó.
La Batalla en el Trópico
El informe detalla además que hay que poner ojo en grandes oscilaciones atmosféricas en otras partes del mundo, especialmente por los efectos que pueden tener en otras zonas del mundo.
“Nos referimos particularmente a la Oscilación Madden-Julian (OMJ) y a El Niño-Oscilación del Sur (ENOS). Ambas son Oscilaciones puramente tropicales, y también bastante grandes: pueden cubrir la mitad del globo con sus efectos y generar cambios en los patrones del tiempo más allá del Ecuador”, apunta el documento.
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“Estas oscilaciones no necesariamente conviven en armonía. En la figura 4, se pueden ver dos gráficas que cubren diferentes periodos de tiempo afectados por La Niña actual (2017-2018) y la de 2007”, agrega.
“La presencia de estos vientos no solo desarma el patrón tropical de La Niña, si no que también comienza a inducir cambios en la temperatura de agua de mar, un factor vital para la mantención o decaimiento futuro de este fenómeno. Es importante mencionar que esta batalla entre la OMJ y La Niña aún no ha terminado. Sin embargo, la atmósfera conspira contra La Niña y es altamente probable que en los próximos meses sea declarada extinta, en gran medida gracias a la OMJ”, precisa.
Invierno neutro
Sobre la llegada del invierno, la Dirección Meteorológica afirma que la predicción estacional está basada en las relaciones estadísticas y físicas entre forzantes conocidos (como El Niño o La Niña) “y sus consecuencias de gran escala, que alteran los patrones de lluvia y temperatura”.
“Los modelos que predicen el ciclo de El Niño o La Niña muestran probabilidades superiores al 70% de que presentemos condiciones neutrales entre mayo y septiembre, aproximadamente. Por ejemplo, el trimestre junio-julio-agosto que se avecina, la posibilidad de una situación neutral alcanza 62%, superando con creces la probabilidad de un evento El Niño (de 23%)”.
Por eso apuntan que “las posibilidades de apreciar otro enfriamiento tipo La Niña son muy bajas, cercanas a 15%, hasta la primavera. Situación que se repite para El Niño. ¿Qué pasa cuando estos forzantes desaparecen y vuelven a una situación neutral? Aumenta la incertidumbre.
Es decir, este fenómeno pone limitaciones en el pronóstico estacional. “Por un lado, nuestro principal modulador de la variabilidad de las precipitaciones se vuelve neutro, y las oscilaciones de escala intraestacional, como la Oscilación Madden-Julian, se vuelven más activas. Si bien esto último puede parecer una buena noticia, son oscilaciones que poseen una escala de influencia de entre 7 y 20 días, y solo pueden ser pronosticadas 2 a 3 semanas de anticipación”, explican.