Han pasado 14 años desde el día en que Favio Chávez, de 37 años e ingeniero ambiental, apareció en Cateura, un barrio periférico, con calles de tierra y que sólo era conocido por los casos policiales que eran pan de cada día. Y, claro, porque allí se juntaba la basura con los sueños de sus pobladores. El más grande vertedero de Asunción era la cara más vista del lugar.
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Chávez llegó a Cateura para terminar su tésis sobre el reciclaje, pero terminó preocupándose más por los hijos de los trabajadores del vertedero –los gancheros- que por el propio basural. Su hobby era la música, así que un día decidió llegar con un par de guitarras a ver qué reacción conseguía de los hijos de los gancheros, niños abandonados por la vida, con la pobreza pegada como una segunda piel.
«Había que alejarlos de las máquinas peligrosas, de la suciedad…», decía Chávez, sin imaginar en lo que terminaría su iniciativa.
La magia llegó sin quererlo siquiera. Nicolás Gómez, Don Colá, un ganchero ya veterano en el vertedero, llegó donde Chávez con un violín roto. ¿Se podría arreglar? Don Colá agregó a la madera rota del violín unos desechos metálicos que encontró en el basural y ¡milagro! El violín sonaba muy bien.
De ahí a comenzar a armar más instrumentos musicales con restos que se podían encontrar en el basural fue una sola cosa. Violines, violas, cellos, contrabajos, guitarras, flautas, saxofones, trompetas, trombones e instrumentos de percusión surgieron como flores de primavera desde los residuos para acompañar las clases de música que Chávez empezó a darles a los niños de Cateura –hoy son más de 300 los que asisten a su escuela- utilizando esos instrumentos tan especiales. Pero a medida que los niños venían llegando con sus ilusiones a cuestas, en Chávez comenzó a crecer una idea, descabellada para muchos, esperanzadora para su creador: formar una orquesta.
«La gente nos trae su basura y nosotros la convertimos en música» (Brandon Cobone, contrabajista de 16 años)
Hoy, a casi década y media de su llegada al vertedero, Chávez puede sentirse más que feliz. La Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, formada por niños y jóvenes en riesgo social de un barrio marginal de Asunción, construido encima de un gran vertedero, es toda una realidad.
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Los violines, violas, cello, contrabajo, guitarra acústica y guitarras eléctricas están creados con restos de latas, maderas de palés, asaderas viejas, tenedores, cepillos de zapatos e infinidad de cosas que pueden servir para darle forma. Los instrumentos de viento, flauta, saxofón y trompeta, están hechos con latas, canaletas, tapas de latones de aceite, tapas de bebidas o monedas. Y qué decir de la percusión, que suena gracias a maderas contrachapadas y viejas placas de radiografías.
Es verdad que el sonido no es lo mismo que con un instrumentos original, asume Chávez, pero tal vez no es eso lo más relevante. Lo que más importa es transformar la vida de cientos de chicos de una comunidad pobre.
Inspirados en su lema: «El mundo nos manda basura y nosotros le devolvemos música”, no sólo se han presentado en casi una treintena de países, como Estados Unidos, Japón, Holanda, Brasil, España, Argentina, Italia o Colombia, sino que han acompañado a muchos artistas.
En 2014, la famosa banda Metallica los invitó a ser parte de su gira “Metallica by Request” por Sudamérica. Lograron un enorme impacto en los escenarios donde se presentaron, tocando heavy metal con instrumentos… surgidos de la basura.
Te encantará ver este video:
https://www.facebook.com/carlos.ledermann/videos/10223352115930578/