Extrañeza causó en los quince mil asistentes a la Quinta Vergara y a los millones de telespectadores la tardanza en el inicio de uno de los shows más esperados del 61º Festival de Viña del Mar, el del grupo estadounidense Maroon 5, que abrió la quinta y penúltima jornada del certamen 2020 este jueves 27 de febrero.
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Avanzaba el reloj y todas las personas que estaban esperando a la banda que lidera el cantanta Adam Levine se empezaron a poner nerviosas.
Gritos en las tribunas de la Quinta Vergara y expectación frente a la pantalla chica, pues la transmisión era alargada con un backstage inentendible y varias tandas de publicidad.
En las redes sociales se buscaba una explicación, mientras #Maroon5 y Adam Levine encabezaban la lista de “trending topics” de Twitter.
Finalmente, a las 22:12 apareció Maroon 5 en el escenario tras la presentación de los animadores María Luisa Godoy y Martín Cárcamo, calmando a todos.
Pero había una historia detrás.
Aparte de las exigencias hechas durante la tarde de este jueves por los músicos norteamericamos –efectuar un espectáculo completo, sin interrupciones, como si fuera uno de sus recitales normales, y no recibir frente al público los tradicionales galardones de las gaviotas de plata y de oro, sino que se las dieran en camarines y sin cámaras– se sumó muy cerca de inicio del show una nueva petición: que en el escenario no hubiera técnicos chilenos, solo querían a los suyos.
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Ese último tira y afloja encrespó los ánimos y explicó los minutos de espera.
Y más encima ya cuando estaban actuando, Adam Levine -quien lució un vistoso corte de pelo a lo mohicano- se notaba algo incómodo, pues tenía problemas para ocupar de manera adecuada los numerosos termos que llevó, pues cada vez que los trataba de usar reclamaba hacia atrás a integrantes de su equipo.