Si al comienzo del estallido social la consigna era “apaga la tele”, durante las últimas semanas la frase “la tele miente” se ha convertido en uno de los “llamados” de las protestas. Se puede leer en carteles y en los rayados de algunas murallas, y responden a un enjuiciamiento público a la labor informativa de la televisión. Las críticas negativas incluso han salido en pantalla, sobre todo durante los despachos de los matinales. Sin embargo, y pese a ellas, el consumo de la TV abierta ha crecido en estos días.
En datos concretos, si desde el primero de octubre al 17 del mismo mes el encendido registraba un 40,4 puntos, entre el 18 de octubre al 11 de noviembre la cifra aumento a 44,1 unidades, que en porcentajes representa una variación de un 9%.
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El aumento del encendido podría explicarse por razones algo obvias, ya que lógicamente las personas se quieren informar sobre algún acontecimiento de importancia nacional. Sin embargo, llama la atención porque contrasta con lo que sucedió para el terremoto del 2015 (otro invento de gran interés mediático) cuando el consumo de televisión disminuyó un 1 por ciento durante los días posteriores a la emergencia.
Según el profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Pablo Julio Pohlhammer, no solo ha aumentado el encendido. “Mucha gente no está yendo a trabajar, por lo que hay más gente que, posiblemente, puede ver televisión”, expone, para luego explicar que “esa variación, probablemente, hay que interpretarla como más gente que un 9%”.
El creciente consumo de la pantalla chica ha logrado sobreponerse a una desventaja que tiene la TV por sobre otros medios: la necesidad de mostrar. “La radio puede tener a dos personas hablando de la Constitución, pero en televisión es una manera muy fácil de ahuyentar audiencias”, dice el académico, añadiendo que en este momento el medio ya no tiene el monopolio como gran fuente de información. De ahí que hayan crecido las críticas en relación al trabajo de los canales.
“Si nos mostraban una imagen, interpretábamos desde lo que se nos estaba mostrando. La irrupción de los celulares y redes nos lleva a que tenemos miles de ojos en las calles e, inevitablemente, tenemos con qué contrastar”, explica, y advierte que “eso se puede leer como que ‘estamos mejor informados’, pero tiene riesgos gigantescos. Cada uno de nosotros, poniendo sus ojos dentro de las rutinas habituales, tiene una visión muy parcial de la realidad”.
Profundizando aún más en este punto, el profesor llama a ser cautelosos a la hora de lanzar los dardos. “Cada imagen que vemos en las redes es el reflejo de un pedazo de la realidad y al contrastarlo con los medios, está distorsionado. Pero si tomas la suma de lo que dicen las redes, hay unos que dicen que los medios están centrados en violencia, mientras que hay otros que dicen que están ocultándola. Si uno mira todas las críticas es difícil tener muy clara la idea de si, efectivamente, están distorsionado los medios tradicional o si el origen de las críticas viene más bien de un ‘no está mostrando la realidad que yo estoy viendo o la que quiero destacar’”.