El nombre partió como una talla inofensiva y pícara, surgida de forma instantánea y obvia apenas se confirmó que en Chile habría una edición propia del emblemático festival Lollapalooza. Desde entonces, usuarios en modo “party chilensis” lo han usado con más o menos regularidad, y hasta encuentros musicales y de mascotas han decidido hacerlo propio, para captar atenciones desde un borde cándido y criollo.
Pero quizá, como nunca antes en estos nueve años, es posible que sea el propio Lollapalooza quien encarne mejor que nadie el espíritu de un concepto como “Lola Pelusa”. No porque en la edición que hoy comienza haya bajado el pelo respecto de las ocho anteriores, ni porque se tomen las cosas menos en serio, sino porque, esta vez, el mayor evento de música en vivo de nuestro país ha apuntado decididamente a una identidad propia e irrepetible.
Hacer ese tipo de giros no es para nada fácil. Sabemos que pequeños ajustes en el balance de los carteles, o la apertura de ventanas para que entren nuevos estilos y exponentes, genera de inmediato una ola de reacciones a favor y en contra.
Lollapalooza 2019 lo ha vivido más que nunca, tras la inclusión de nombres como Américo, Juanes y Vicentico, amén de la selección completa del trap local y buena parte de sus exponentes foráneos.
Los viejos paloozos, aquellos que alucinaron con ediciones alternativas y cargadas de electricidad, pusieron el grito en el cielo cuando vieron que en las alineaciones en que alguna vez figuraron The Flaming Lips y A Perfect Circle, hoy pueden estar también Gianluca, Paloma Mami, Bad Gyal o C. Tangana.
Pero lo cierto es que los mencionados no sólo comienzan a mover los hilos en favor de una necesaria continuidad en el tiempo del festival, atrayendo nuevos públicos que así lo permitan. Además, terminan de configurar a Lollapalooza Chile ya no como un evento que pretende replicar en suelo local algo que ocurre en Chicago, sólo para refrendar que nosotros, en el fin del mundo, también podemos tener algo de esa envergadura y características.
Amén del rock, el hip hop y la electrónica de siempre, son las cumbias de Américo, el romanticismo de Vicentico, el arraigo latino de Juanes, los hits de Paulo Londra y el fenómeno de Paloma Mami, los que hacen que esta versión local sea una que sólo puede darse acá, e incomprensible por fuera de nuestras fronteras.
Un Lollapalooza con nuestra gran variedad de gustos y sonidos, para hacer de este evento un espacio en el que caben todos, y no sólo unos pocos.
Una suerte de entrañable “Lola Pelusa”, o quizá, simplemente, un verdadero Lollapalooza Chile, distinto de sus pares de Estados Unidos, Argentina y Brasil, y que desde ya puede pelear con armas propias ante los grandes festivales del resto del orbe.