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Tenemos Explosivos busca su Pulsar desde la independencia

Corría el 2011, en pleno movimiento estudiantil, cuando el quinteto santiaguino Tenemos Explosivos trabajaba en lo se que transformaría en su primer álbum de larga duración.

Mientras grababan una de las canciones que aún no tenía ni nombre ni letra, afuera del mismo estudio se desataba una batalla campal entre manifestantes y policías a caballo. Los gases lacrimógenos se filtraron por las estrechas hendiduras de la sala y sobre el ruido de las guitarras se oía la orden «¡Que avancen los centauros!».

Convencidos de que aquella sesión sería más productiva afuera que adentro de la comodidad musical, se unieron a la marcha, una de tantas que terminarían forjando buena parte del contenido de “Derrumbe y celebración”, su primer disco y el único que no ha sido nominado a los Premios Pulsar.

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El conjunto se formó en 2009. La fecha exacta ni ellos la tienen muy clara. Casi todos venían de distintas agrupaciones de una variopinta escena de punk melodramático. Fue así como el vocalista Eduardo Pavez, el bajista Álvaro Urrea, los hermanos guitarristas Juan José y René Sánchez y el baterista Christian Rodríguez (más tarde reemplazado por Matías Acuña) fundaron una banda de rock independiente que se ha hecho un camino entre las adversidades y ha logrado sostenerse pese a tener al mundo en contra.

Y es que Tenemos Explosivos siempre ha estado caminando por una cuerda floja y balanceándose entre el modesto éxito de la música independiente y la gloria que ofrece la industria comercial. En 2016, tras el lanzamiento de “La vírgen de los mataderos” (2015), su segundo álbum de estudio, lograron una sorpresiva primera nominación a los Premios Pulsar sin siquiera haberse inscrito.

“Uno de los cabros del grupo iba a hacer la postulación, aunque los demás no estábamos muy convencidos. Entonces de repente nos dimos cuenta de que ya aparecíamos ahí. Después cuando nos avisaron que éramos finalistas no la podíamos creer”, comenta Juan José Sánchez a Publimetro.

A lo largo de sus años, el quinteto ha logrado forjarse una reputación que resalta desde lo incendiario de sus letras, hasta la docilidad de su música que, pese a heredar gran parte de sus influencias del hardcore, añade pasajes melódicos en respuesta al sonido que cimentaron conjuntos como Fugazi o Refused en los noventa.

Viajes por todo Chile, un par de fechas en Argentina, luego Colombia y hasta México, hicieron que el conjunto local se hiciera un nombre más allá de las fronteras alcanzando cierta fama a nivel latinoamericano. El año pasado fueron parte del cartel del fallido Rock Out donde hubieran compartido escenario con Opeth y Bad Religion y en septiembre abrirán el show de Circa Survive en el Club Subterráneo.

Así y todo, Tenemos Explosivos ha debido mantenerse al margen de una serie de oportunidades que podrían hacer crecer una carrera bastante prolífica para el común denominador de las bandas emergentes en Chile. De hecho, el factor interno que más dificulta su situación es la distancia que separa a Eduardo Pavez del resto de los músicos.

En 2013 el hombre detrás de las letras y la voz se marchó a Alemania para seguir su carrera como escritor y dramaturgo. Aunque en un comienzo el conjunto buscó un reemplazo, terminaron ajustándose a la situación grabando, ensayando y componiendo como cuarteto instrumental mientras Pavez se unía únicamente cuando visitaba el país, ocasiones en las que aprovechan de armar pequeñas giras por los alrededores recorriendo los bares de la capital o de las regiones que los acogen entre puñados de leales fans vestidos con las poleras que venden ellos mismos a cinco mil pesos en las tocatas.

 

La inminente victoria

Por segunda vez, Tenemos Explosivos logró ser nominado a los Premios Pulsar posicionándose entre connotadas bandas como Electrodomésticos, Lanza Internacional, Aguaturbia y los jóvenes porteños de Adelaida.

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Su tercer álbum de estudio, “Victoria” (2017), un disco conceptual de diez canciones, tuvo una buena recepción mostrando gran madurez en una temática que vuelve a retratar la memoria de un Chile sanguinario y aún preso de los fantasmas del pasado.

“Nosotros no hacemos la música para llegar a esas instancias, pero es un bonito reconocimiento, aunque nosotros cachamos que no hay ninguna posibilidad de ganar”, comenta Juan José, mientras ordena los instrumentos y equipos musicales de Gitano Records, el sello que fundó en una vieja casona de Santiago Centro con el que han publicado los últimos dos álbumes de los Explosivos y donde ensayan por las tardes, dos veces a la semana, al volver cada uno de sus trabajos como gente normal para, en lo secreto -y no tan secreto- planificar su pequeña revolución.

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