¿Recordarán algunos la película Starman? Un extraterrestre bajaba a la Tierra y ocupaba el cuerpo de un hombre fallecido recientemente (Jeff Bridges). Su viuda era Karen Allen y ella se enfrascaba en una aventura con el alien que era igual a su esposo; a la postre, se enamoraba también de él. O quizás siempre lo estuvo. Ese filme se me vino a la cabeza mientras leía Los humanos de Matt Haig, en que un extraterrestre se convierte (mediante un proceso molecular) en un prestigioso profesor de matemática de Cambridge, quien acaba de descifrar un enigma importantísimo sobre números primos. Ese paso permitiría a la humanidad a pensar en el fin de la mortalidad y en los viajes interplanetarios, entre otros avances. Pero ¿estamos los humanos preparados para eso? Después de todo, cuando se logró la fisión del núcleo del átomo, en vez de usar esa energía en mejorar el planeta, se utilizó en desarrollar una bomba que arrasó con la gente en dos ciudades japonesas. Ese es el mismo temor que tienen “los anfitriones”, una especie de gobernantes de un planeta muy, pero realmente muy lejano, que se dedican a cuidar del equilibrio del universo. Por eso asesinaron al verdadero profesor de matemática y mandaron en su lugar a este alienígena sin nombre ni individualidad a destruir todas las pruebas relacionadas con la resolución del enigma, tanto materiales como humanas.
Sin embargo, ser un individuo es demasiado atractivo. Y saber que existe una relación de interdependencia con una esposa y un hijo, también. Pero esta novela no es melosa, aunque sí habla del amor. Más bien es una sátira muy divertida, ácida gran parte de las veces, ya que Haig sabe cómo dejar al descubierto los momentos más bajos de nuestra “civilización”. El narrador del texto es el alienígena, por lo cual sus observaciones del mundo pueden ser descarnadas; para comenzar encuentra a todos los humanos horribles y nuestras tecnologías, obsoletas. Pobres humanos que creen que pueden reemplazar huesos por titanio sin que haya consecuencias posteriores. Pero también va descubriendo maravillas: poesía, música, el amor de un perro, una copa de vino blanco, un beso. Tal vez nada de eso ayude a acabar con las enfermedades o con el hambre, pero sí hace que la vida valga la pena: “El Space Oddity de David Bowie no te dice nada sobre el espacio, pero sus patrones musicales son muy agradables al oído” (291), dice este extraterrestre que aprendió a leer leyendo la Cosmopolitan. Muchas veces una ríe a carcajadas, aunque el texto es equilibrado: hay sátira y reflexión al mismo tiempo. El único pero es esa traducción tan española, que le quita fluidez al relato, especialmente al comienzo (el libro está editado en España e impreso en Argentina). Al compararla con el original en inglés, la traducción resulta un poco rígida, pero va ganando en soltura a medida que pasan las páginas.
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Haig, Matt. Los humanos. Argentina: Roca Editorial de Libros, 2014.