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En esta playa fue la primera entrevista de Guarello.
Por Juan Cristóbal Guarello
El 20 de enero se realizó en el restaurante Los Buenos Muchachos de Ricardo Cumming una cena en beneficio del ex defensa central Claudio Tello, hoy ayudante técnico de Gustavo Huerta en Deportes Antofagasta. El Flaco Tello, quien jugara en Cobreloa, Osorno y Antofagasta, además de algunos partidos en la selección chilena, está aquejado de un agresivo cáncer y el mundo del fútbol se ha organizado para ayudarle a sobrellevar la costosa enfermedad. No fui a la cena benéfica, no soy bueno para eso, aunque sí pagué mi cuota. La vida es curiosa y suele dibujar extrañas simetrías como señaló Jorge Luis Borges alguna vez.
Hace 25 años exactamente, números redondos en serio, comencé a trabajar como periodista deportivo. Había terminado mi primer año en la Universidad Diego Portales y conseguí una oportunidad en la revista Deporte Total, que en ese tiempo estaba dirigida por Héctor Vega Onesime. En las oficinas de calle Holanda, donde también funcionaba revista Vea, me recibió un juvenil Aldo Schiapacasse, quien, fiel a su costumbre y espíritu, me hizo esperar un buen rato para tomarme el pelo de entrada. En el staff había varios próceres: Toño Prieto, Renato de la Maza, Eduardo Bruna, Sergio Ried, Orlando Escárate. Además de muy buenos fotógrafos con Jorge Ruiz (que me hizo todos los trabajos de fotografía para la universidad), un jovencísimo José Albújar, Enrique Aracena (que fue mi guía cinematográfico), Jorge Sánchez, Marcelo Hidalgo… También recuerdo a la Lolita de archivo, Jorge el diagramador (pinochetista gracioso), una secretaria que no retengo el nombre pero era extraordinariamente amable, un cocinera anciana que preparaba platos increíbles. Febrero de 1989.
Yo era un flaco de camisa gastada y chaqueta de jeans. No pocos días calzaba alpargatas o unas desvencijadas Puma Boris Becker que me habían regalado tres años antes. Innecesario es señalar que no cachaba nada de nada. Iba casi todos los fines de semana al estadio, leía El Gráfico (carísimo) cuando podía e integraba la conversación futbolera en el patio de la universidad con Danilo Díaz, Gonzalo Mehech y Felipe Vial. Era el Nery Veloso del equipo de la escuela de periodismo, un partido bueno y otro malo, leía a Soriano, García Márquez, Alejo Carpentier, historia soviética, compraba revistas viejas en San Diego cuando tenía plata, y me alimentaba de pan con queso y Coca Cola. A veces le escribía malos poemas de amor a algunas mujeres, la mayoría con destino el tarro de la basura.
Creo que cuando Vega Onésime me vio no le causé gran impresión. Conversó un par de temas conmigo y me despachó de su oficina mientras pensaba qué tarea me podía encomendar sin que yo la arruinara. Me fui de cabeza al archivo, El Gráfico, Estadio, France Football, Guerin Sportivo. Golosinas inalcanzables para un estudiante que tenía telas de araña en los bolsillos… Toñito Prieto se volvía loco cuando le sacaba el último número del France Football de su escritorio.
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Al fin Héctor Vega Onesime encontró una tarea sencilla para un potencial Cantinflas: “Andá a la costa y buscá jugadores que estén de vacaciones en la playa. Luego hacemos una doble página con fotografías”. Entendí de qué se trataba. El Gráfico lo hacía siempre. Se iban a Mar del Plata y en las distintas playas encontraban al Loco Gatti jugando voley, a Pasarella tomando sol, al Hueso Houseman jugando una pichanga en la arena, al Flaco Gareca de zunga con su mujer.
Primera tarea en mi segundo día de trabajo en Deporte Total. Partimos en una camioneta doble cabina con Marcelo Hidalgo y un chofer flaco, de ropa formal y poca conversación. Iba muy nervioso pese a lo, en el papel, fácil de la tarea.
No teníamos ningún dato fijo. Sabíamos que Abel Alonso y Carlos Caszely veraneaban en Algarrobo, pero no mucho más. No existían los celulares ni nada. A preguntar en la calle no más. Nos dimos mil vueltas, las pistas que nos dieron eran todas equivocadas o fantasiosas, recuerdo a un tipo en la caleta de pescadores de Algarrobo jurando que había visto a Pelé, Maradona y Di Stéfano jugando taca taca y comiéndose una palmera el día anterior.
Al fin, conejeando, dimos con Luis Ibarra y su familia tomando sol en la costanera de El Tabo. Primero. Matamos la mufa. Después encontramos a Héctor Pinto jugando tenis con su mujer en El Quisco. Vamos bien, pero necesitaba un jugador y sólo tenía entrenadores. Onesime me iba a retar. El Negro Pinto me sopló que Claudio Tello, que se había titulado campeón con Cobreloa pocas semanas antes, estaba en El Canelo. Fuimos en busca del áspero y aguerrido defensa central loíno.
A Tello lo conocía de lejos. Por los pocos partidos de Cobreloa que daban por televisión y la vista desde 80 metros en el estadio. Sabía que era crespo, moreno y con piernas flacas. Había que preguntarle a todos los que tenían esas características que estuvieran en la playa. Al rato me encontré con un flaco crespo mojando los pies junto a su mujer a la orilla del mar. Le pregunté si era Claudio Tello. Era.
Llamé a Marcelo Hidalgo que andaba buscando por otro lado y comenzó a sacarle fotos. Hablamos unos quince minutos, del título de Cobreloa, del debut en la Copa 1989 frente a Colo Colo en menos de un mes, de cómo los habían saqueado en la Libertadores 1987 contra América de Cali, de las próximas eliminatorias contra Brasil y Venezuela donde esperaba, aunque sabía que era muy complicado, tener un lugar en el equipo de Orlando Aravena.
Me pareció un tipo serio, inteligente y amable. Muy sobrio y respetuoso con el reportero debutante que le hacía las preguntas. Él no lo sabía, pero ese flaco de 19 años, camisa gastada y zapatillas rotas, nunca antes había entrevistado a un jugador de fútbol. Claudio Tello fue el primero. Tenía 26 años.
Tuve que seguir mi tarea, al rato pescamos a Juvenal Olmos trotando por Algarrobo, Gabriel Rodríguez pichangueando en Guaylandia y Carlos Encinas, al que Salah acababa de echar de Colo Colo, lamiendo sus heridas en una hermosa casa de piedra.
Volví rendido a Santiago con la sensación de que la tarea estaba cumplida (Ibarra, Pinto, Tello, Olmos, Rodríguez y Encinas). No conseguimos al Cóndor Rojas, Luka Tudor o Juan Carlos Letelier, pero algo es algo.
Héctor Vega Onesime tuvo severos reparos: “Faltan fotos de playa”. En rigor sólo Ibarra, Tello y Juvenal fueron retratados en ambiente 100% playero. A Pinto lo sacamos en una cancha de tenis, al Lito en una de baby fútbol y a Encinas en su casa, cuando ya estaba oscuro. El director me dejó nocaut, pero Schiapacasse me levantó de la lona: “Te mandaron sin ningún dato. Lo hiciste bien hueón”.
Pensaba escribir esta columna recordando mis 25 años de carrera. Se juntó con el beneficio a Claudio Tello y se formó esta extraña simetría: el primer futbolista al que entrevisté un lejano febrero de 1989. Gracias flaco por la amabilidad con un reportero debutante, por permitirme empezar bien, por el respeto. Un abrazo grande. Que te mejores.