El país de los casinos, las prostitutas y las playas. La isla del tabaco y el ron. La nación con más autos, televisores y cines de América Latina.
La tierra de los campesinos pobres y olvidados, la de las divisiones sociales y raciales, la de la rampante desigualdad entre el campo y la ciudad.
Cuba, a finales de la década de 1950, se debatía entre un crudo contraste social: ser una de las naciones con mayor crecimiento de la región y, como pasaba también en el resto de Latinoamérica, tener a sus clases más pobres hundidas en la peor de las miserias.
Pero todo estaba a punto de cambiar a partir del primer día de 1959.
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Un grupo de jóvenes de clase media, encabezados por Fidel Castro, tomó desde entonces las riendas de Cuba y, por 60 años, han convertido a la mayor isla del Caribe en un referente de críticas o elogios por todo el mundo.
Desde entonces, Cuba ha sido un parteaguas en la historia regional y en las opiniones de quienes celebran sus logros sociales y su posición numantina frente a Estados Unidos y los que cuestionan su atípico modelo político, al que tildan de irrespetar las libertades básicas y los derechos humanos.
Pero ¿cómo se explica ese movimiento convulsivo que llamaron revolución y la urdimbre de cambios que le siguieron después?
Una serie de cambios
Por los últimos 60 años, las causas que llevaron a un grupo de jóvenes a levantarse en armas contra el statu quo de Cuba han sido motivo de debate entre los que han escrito sobre el tema de un lado u otro del estrecho de Florida.
Pero, según cuenta a BBC Mundo el escritor e historiador Norberto Fuentes, si en algo coinciden casi todos es que uno de los detonantes principales fue un golpe de Estado que protagonizó en 1952 Fulgencio Batista, un general que había gobernado de forma democrática entre 1940 y 1944.