Hace tres años, Jenny decidió hacerse una prueba de ADN "solo para divertirse".
Era la menor de cinco hijos, y siempre le había intrigado la historia de sus antepasados. Cuando era adolescente, le encantaba mirar fotografías antiguas con su abuelo y a lo largo de los años había reconstruido cuidadosamente el árbol genealógico de su familia.
Cuando sus hijos crecieron, y con más tiempo a su disposición, Jenny, que trabajaba como escritora ‘freelance’ en Connecticut, comenzó a asistir a conferencias y talleres de genealogía para mejorar su metodología. "Todos hablaban sobre estas pruebas de ADN, pero a mí no me interesaba, sonaba muy científico y yo no tengo la cabeza para eso".
Sin embargo, tenía curiosidad por ver qué podía revelar la prueba sobre su origen étnico, por lo que envió una muestra y lo probó.
No le sorprendió que los resultados revelasen que su herencia era en gran parte británica, también escocesa, con algo de genes de Escandinavia. "Muy poco exótico", dice con una sonrisa.