Cuando el Luna Park de Buenos Aires fue declarado monumento nacional hacía décadas que ya formaba parte del patrimonio cultural de Argentina, que desde su fundación en 1932 celebraba allí desde memorables recitales de música y combates de boxeo hasta encuentros pronazis y concentraciones peronistas, e incluso la visita del Papa Juan Pablo II.
Estrellas chilenas de su época, como el gran campeón Arturo Godoy, el cantante Lucho Gatica y figuras vigentes como Mon Laferte, Quilapayún e Inti Illimani también ocuparon el escenario deslumbrante que –en su apogeo- cobijó además el fulgor artístico de Frank Sinatra.
Hoy el estadio emplazado en pleno corazón bonaerense está bajo amenaza de demolición, porque el proyecto de su anhelada ampliación considera que la capacidad del recinto se extienda de 8.400 a 13.000 espectadores, para lo cual debería construirse una obra de mayor envergadura.
En rigor, existen miles de leyendas, anécdotas e historias reales que dejaron su huella entre los muros y las butacas del gimnasio devenido en estadio. Por ejemplo, allí se conocieron el general Juan Domingo Perón y la actriz Eva Duarte. También en ese lugar emblemático de Baires milllones de personas velaron la muerte del ídolo Carlos Gardel, el campeón Ringo Bonavena y del patriarca tanguero Julio Sosa. Más adelante, en 1982, Juan Pablo II les envió desde allí a los argentinos el mensaje divino que no lograron de su compatriota, el Papa Francisco.
Y ese escenario de drama y comedia se transformó, con el tiempo, en el epicentro de una fiesta inolvidable para el matrimonio de Diego Armando Maradona.
Esperando la bendición del Papa
El Luna Park, asimismo, forma parte de la biografía deportiva del recordado campeón chileno Arturo Godoy. En 1936, astro el iquiqueño derrotó en ese cuadrilátero al argentino Luis Ángel Firpo, el Toro Salvaje de las Pampas, y luego del triunfo lloró ante la prensa por haber vencido a uno de los referentes en el pugilismo. Y en esos mismos pasillos y camarines, el “Guapo de Cavancha” conoció a la hermosa mujer que convertiría en su esposa, la actriz Leda Urbinatti.
Aquel ícono de la capital argentina que hoy está amenazado fue consagrado monumento cultural por el gobierno, argumentando que “con el Madison Square Garden neoyorquino y el Palais des Sports de París, el Luna Park constituye uno de los edificios más representativos de su época”, según el decreto de 2007.
Y es que el Luna perteneció durante su época de esplendor a la familia del famoso manager Tito Lectoure, que más tarde decidió donarlo a la Iglesia Católica. El Arzobispado le entregó la concesión por 40 años al operador de eventos Diego Finkelstein y, ahora, entre ambos impulsan la renovación del coliseo para convertirlo en un gran recinto para recibir multitudes.
El plan arquitectónico es promovido por DF Entertainment, propiedad de Finkelstein, que se comprometió a pagar US$1millón al Arzobispado al asumir la gestión, además de un arriendo anual por la misma suma.
Sin embargo, luego de conocerse en los últimos días la supuesta aprobación oficial de las autoridades, la polémica en los medios por “la rapidez de la tramitación” entrampó la aprobación del proyecto.
Por ejemplo, organizaciones como la Fundación Ciudad y Basta de Demoler denunciaron la iniciativa y solicitaron acceso al expediente y al acta de aprobación sin obtener respuesta. Argumentan que “la modernización del estadio no es posible sin violar las normas de protección patrimonial ni comprometer su valor histórico”.
El templo de los deportes, la música y la cultura argentina se inauguró el 5 de marzo de 1932 y sus puertas se cerraron el 14 de enero de este año para preparar la cuestionada modernización. Sin conciertos, boxeo ni eventos, el “eclipse” del Luna detuvo sus latidos de casi un siglo de pasión. Ahora la decisión final está en manos del Gobierno de la Ciudad y del Papa Francisco –hoy gravemente enfermo en Roma- quien debe dar su “bendición” a la modernización del viejo y querido Luna Park.