Las personas inmunodeprimidas y el personal de salud en Chile ya están recibiendo la cuarta dosis o -más precisamente- la segunda de refuerzo de la vacuna contra el Covid-19. El 7 de febrero será el inicio del proceso para la población general, partiendo con las personas de mayor edad. La apuesta es importante y lleva a preguntar, más allá de si es necesaria, si esta cuarta dosis es efectiva.
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Cuando el gobierno anunció la cuarta dosis el propio Presidente Piñera manifestó que “una persona sin protección completa tiene seis veces más probabilidades de contagiarse y 20 más de hospitalizarse”. Es decir, la base de la confianza en la cuarta dosis es la efectividad que tuvo la anterior. “Con la tercera subían bruscamente los anticuerpos neutralizantes, que son los que sirven, y aparentemente la cuarta también causa un alza”, explica Felipe Rivera, médico broncopulmonar e internista de la Clínica Dávila.
La ministra de Salud subrogante, María Teresa Valenzuela, agregaba que “existe evidencia poblacional que sugiere que la efectividad de los refuerzos también cae con el tiempo, a una velocidad menor que lo que vemos con esquemas primarios, pero se estima que seis meses después, tendrán una efectividad menor al 60%”.
Sobre la eficacia, Alexis Kalergis, inmunólogo de la Universidad Católica, comenta que “depende de cada vacuna. No es lo mismo en aquellas con virus inactivado, como Sinovac y otras que no sé por qué no hay en Chile, y las de Pfizer u otras, que son fórmulas distintas”.
Cuando Israel informó que comenzaría con la cuarta dosis, Marco Cavaleri, jefe de Estrategia de Vacunas de la Agencia Europea de Medicamentos, aseguró que no había datos que respaldaran su eficacia y que tantos refuerzos podrían tener hasta un impacto negativo en la respuesta inmunitaria. Según los resultados preliminares de un estudio del Centro Médico Sheba, los primeros informes del uso en Israel señalan que la inoculación de Pfizer/BioNTech y Moderna “solo ofrece una defensa parcial” contra Ómicron.
En Estados Unidos, en tanto, se ha publicado que los antígenos inoculados una y otra vez provocarían anergia o “agotamiento” de las células T. Sin embargo, esos son estudios en cómo pacientes con cáncer o VIH responden a algunos tratamientos, nunca se ha observado -por razones obvias-la reacción a la vacunación frecuente contra el Covid-19.
El doctor Felipe Rivera explica que “es cierto que no hay unanimidad en la recomendación de la cuarta dosis a nivel mundial. Los detractores dicen que han visto evidencias de que cuando se utiliza muchas veces una estimulación de una sustancia, produce disminución de la respuesta inmune, pero son en otro tipo de vacuna, con otro tipo de sujetos, esencialmente animales, y eso no se ha visto en Coronavirus. Hay grandes trabajos en Chile que señalan lo contrario”.
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Investigadores han dicho también que precisamente los inmunodeprimidos no generan una respuesta del sistema inmunitario ante la vacuna. El doctor Rivera aclara que esas personas son precisamente las que más necesitan un refuerzo.
También circuló una frase del director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien había dicho que las políticas de refuerzo generalizadas tienen más probabilidades de prolongar la pandemia que de acabar con ella. Sin embargo, se refería a la desigualdad en el reparto de vacunas, que propicia que el virus siga propagándose y mutando en los países con menor porcentaje de población protegida.
“Si quedan bolsones con poca vacunación, y lo estamos viendo en el continente africano, surgen de ahí variantes”, ha dicho el ministro de Salud, Enrique Paris. Efectivamente, Brasil, India y Sudáfrica han sido algunos de los lugares en que nacieron las variantes.
Ómicron no daría inmunidad a los miles de contagiados
La curva de los contagios con Ómicron ha llegado a números nunca vistos, pero esta crisis -al menos aún- no se ha visto reflejada en un alza de hospitalizaciones ni muertes. Por eso, aparece la idea de que sea el fin de la pandemia. Eso supone dos apuestas peligrosas: una es que el contagiado no sea uno de los pocos casos que tienen cuadros graves o incluso de los que muere. Y dos, que el hecho de haber tenido la enfermedad dé inmunidad, lo que no está muy claro aún.
Los estudios indican que la edad es un factor clave entre los reinfectados. Una investigación en Dinamarca, a fines de 2021, estableció que entre las personas más jóvenes que dieron positivo durante la primera ola, la protección contra un nuevo contagio fue de cerca de 80%. Sin embargo, entre los mayores de 65, bajaba a 47%.
Encima, Ómicron es más contagiosa y eso significa que se necesitan niveles más altos de anticuerpos para prevenir la infección. Es decir, la investigación danesa, que se hizo con otras variantes, podría quedar sin validez. Otro estudio, del Imperial College London, estimó que la eficacia de la protección contra Ómicron en recuperados de otras variantes sería de 19%.
“Todavía no hay grandes evaluaciones de Ómicron en respuesta inmunitaria. Surgió hace muy poco, recién estamos viendo estudios grandes con la Delta. Sí se ha demostrado que con las variantes originales la enfermedad propiamente tal no provocaba una gran inmunidad ni era duradera. De hecho, los enfermos se pueden reinfectar con el mismo virus o con variante”, asegura el inmunólogo Felipe Rivera, de la Clínica Dávila.
El Ministerio de Salud ya adelantó que la vacunación futura podría ser dos veces al año. Sobre eso, hace unos días circuló una frase del profesor inglés Andrew Pollard, del equipo que desarrolló la vacuna de Oxford-AstraZeneca, en que decía que era peligroso vacunar cada pocos meses. Lo que el profesor Pollard realmente dijo es que “no es asequible ni sostenible hacerlo, por motivos económicos, de logística”.
La gran solución será, a futuro, una sola vacuna, que sea efectiva para todas las variantes. Moderna anunció que espera lanzar una conjunta contra la gripe y el Covid-19 y que dé inmunidad un año entero. Eso, recién en 2023.