5 secuelas que te dejó tener una mamá controladora y no te habías dado cuenta

Tener una mamá controladora ha definidido tu personalidad, incluso si ahora eres adulta, porque esas secuelas nos acompañan por siempre.

Lamentablemente crecer con una mamá controladora no solo genera estragos en nuestra infancia o adolescencia, en realidad se producen secuelas que van marcando nuestros rasgos de personalidad para siempre.

Los padres hacen lo mejor que pueden y cometen erorres, pero estos definen quienes somos en el futuro, aunque no nos damos cuenta nuestras actitudes se explican por la manera en la que nos criaron.

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Secuelas que deja criarse con una mamá controladora

Dificultad para tomar decisiones

No hablamos de la compra del café o el evento del fin de semana, sino cuando se trata de tomar decisiones trascendentales en la vida de esa persona. Ahí es cuando aparece la indecisión que paraliza. Esto sucede porque los padres daban órdenes en forma de consejo y aprendimos a obedecer, en vez de priorizar nuestra voz interior.

Relaciones con dependencia emocional

Ya sea con los amigos, la familia o la pareja, aparecen patrones de conducta en los que la persona tiene temor a la separación de esos seres especiales, dificultades para expresar el desacuerdo con los demás, les cuesta poner límites, sentimiento permanente de vacío y pensamientos obsesivos.

Inseguridad y baja confianza en uno mismo

La crianza autoritaria o sobreprotectora genera inseguridades porque se les exige tanto que acaban desconfiando de su propia valía personal. El problema es que terminamos por sentirnos inseguros e incompetentes para afrontar numerosas situaciones de la vida diaria también porque nuestra mamá controladora hizo todo por nosotros.

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Ansiedad, depresión, insomnio, agresividad

Cuando nos criaron bajo este modelo, tenemos mayor tendencia a desarrollar estos efectos en nuestras vidas debido a que los padres sobreprotectores generan una baja autoestima, hijos sumamente dependientes de la aprobación social y la validación emocional externa.

Adicciones

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Cuando hay vacíos emocionales, buscamos tapar esos huecos con drogas o alcohol, pero también de maneras más sutiles pero igual de peligrosas. Por ejemplo, dándonos atracones de comida deliciosa (o no comer), haciendo compras compulsivamente, teniendo sexo, buscando fármacos, entre otros.

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