Palabras sacan palabras... y acciones. Para quienes dudaban de que las declaraciones de Maximiliano Falcón pudieran tener repercusiones en San Carlos de Apoquindo, en el tema que copó la agenda futbolera durante la semana, los hechos espantaron las interrogantes.
Si ya en la cancha se brindó un espectáculo de bajo nivel, marcado por la pierna fuerte y las simulaciones, afuera se vivieron escenas lamentables. La provocación se trasladó a las tribunas, donde la principal pregunta es por qué ingresaron hinchas “albos”, si no estaban permitidos.
El “calentar la previa” ha dejado de ser un juego en los tiempos que corren, con una sociedad violenta que salta ante la más mínima incitación. El estadio, como quedó demostrado tras el estallido social, es el escenario ideal para soltar la furia.
A lo anterior se suma el alegato constante de los protagonistas por todo, tanto dentro como fuera del terreno de juego. Los revolcones en el pasto frente a un mínimo roce llegan a dar vergüenza ajena, mientras que en los micrófonos, los reclamos y las acusaciones, algunas de ellas con persecución incluida, no hacen más que echarle leña al fuego.
En un ambiente caliente, cualquier mecha va a encender los ánimos. Sería bueno que tanto los jugadores como los entrenadores empezaran a considerarlo e intentaran también ser ejemplos, dado que son referentes y representan a una gran cantidad de gente.
Porque últimamente, lo único “clásico” es el escándalo.