Opinión

Columna de Raúl Sohr: Bolivia, Evo o no Evo

Analista internacional

Una ironía del destino: el futuro del gobierno del presidente Evo Morales está en manos de la OEA. La a menudo vilipendiada Organización de Estados Americanos realiza una auditoría, vinculante para el gobierno, sobre la validez de los resultados de la elección presidencial del 20 de octubre. Entonces, Morales buscó la cuarta reelección continua desde que llegó al Palacio Quemado en 2006. No había dudas que vencería con más del 40% de los votos. La interrogante estaba en si superaría por más de un 10% al ex presidente Carlos Mesa, su más cercano rival. De lograrlo sería electo presidente en primera vuelta obviando el balotaje. Después de una interrupción de casi 24 horas en la fase final de la entrega de cómputos, por parte del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Morales emergió con 47.08% de los votos contra Mesa, con 36.51%, logrando la codiciada ventaja de 10,56 puntos que le otorga un mandato hasta el 2025.

“¡Fraude!”, proclamó al unísono la oposición, que realiza, desde entonces, movilizaciones, paros, tomas de edificios fiscales y cortes de caminos a lo largo del país. Exige nuevas elecciones y la renovación del TSE. El gobierno acusa intentos de golpe de estado apuntando a los llamados de ciertos grupos a la intervención de las Fuerzas Armadas. Morales dice que acatará el fallo de la OEA. Ello hace presumir que tiene seguridad de que los comicios le fueron favorables.

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Cuando los países entran en crisis afloran todas las fracturas que subyacen en la sociedad. En Bolivia ello viene de ocurrir. El Departamento de Santa Cruz, en el oriente del país, ha tomado la voz cantante en la protestas. El titular del Comité Cívico regional cruceño, Fernando Camacho, anunció el “punto final” del presidente Evo Morales. Se han atizado las acusaciones de racismo, un tema al que la mayoría de los bolivianos, incluido Morales, de descendencia indígena son muy receptivos.

El Movimiento al Socialismo (MAS), la organización oficialista que postula a Morales, recibió un severo castigo en los resultados parlamentarios. La fuerza de Morales ha descansado en su gestión económica, Evonomics, como algunos la llaman. Bolivia logró un crecimiento promedio de 5% y casi 4% para este año. Además, a diferencia de algunos países vecinos, logró una significativa distribución de la riqueza generada. Pero Bolivia, como el resto de la región, sufre el impacto del fin del ciclo de los súper precios de las materias primas. En el caso boliviano, el daño lo ha provocado la caída del precio del gas que exporta a Brasil y Argentina. Esto ha mermado las arcas fiscales frente a una ciudadanía que, empoderada, exige mayores prestaciones. El desenlace a la crisis en curso está, hasta ahora, donde siempre debe estar: en las urnas.

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